E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras страница 6

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras Pack

Скачать книгу

Pero lo que quiero decir es que mucha gente se casa por motivos que nada tienen que ver con el amor.

      —Bueno, disculpa, ¡pero nunca pensé que me convertiría en uno de esos motivos!

      —Y yo nunca pensé que me vería obligado a luchar por la empresa cuya dirección me he ganado con creces, esgrimiendo un certificado de matrimonio. A veces pasan cosas… inesperadas.

      Deanna tenía más que aprendida esa lección. Sólo tenía que pensar en su madre para repasarla un poco. Drew se quitó la gorra y la arrojó sobre el perchero de hierro forjado. Deanna recordaba haberle oído decir que había sido un regalo de su madre.

      —No obstante, tampoco espero que salgas de todo esto con las manos vacías —le dijo en un tono muy serio.

      Deanna se puso todavía más nerviosa. Tenía armas que usar contra el Drew adulador, encantador… Podía aguijonearle con ironías y jugar a su juego superficial hasta el fin de los días, pero cuando él le hablaba de esa manera, clara y sincera, estaba totalmente indefensa.

      —Ya te lo dije. No quiero nada.

      Él volvió a ponerse en pie y fue hacia ella. Deanna quiso retroceder, pero hizo un esfuerzo por mantenerse firme. De repente, él le tendió una mano. Ella quiso que la tierra se abriera a sus pies y se la tragara de golpe. Pero él no hizo más que meterle la mano en el bolsillo y sacar el teléfono móvil que no había dejado de sonar durante toda la conversación. Lo levantó en el aire y le mostró la pantalla. Gigi.

      —¿Ni siquiera quieres mandar de vacaciones a tu madre?

      Ella le arrebató el móvil de la mano y esa vez sí que lo apagó. Su madre podía llamar a la oficina todo lo que quisiera. En esos momentos, ése no era el mayor de sus problemas.

      —Creo que hará falta algo más que unas vacaciones para resolver el problema de Gigi.

      —¿Qué haría falta?

      Ella resopló y gesticuló con los brazos.

      —Harían falta cincuenta de los grandes.

      Bien podían haber sido cincuenta millones; cualquiera de las dos cifras era igualmente inalcanzable para ella. De repente se dio cuenta de que aquella inesperada y singular proposición la había hecho hablar más de la cuenta. Dio un paso atrás. Y después otro.

      —Bueno, todavía necesito que me des una respuesta sobre el artículo —le recordó, ansiosa por volver a los temas de trabajo.

      Él arrugó los párpados.

      —Si está listo para ser enviado, entonces envíalo —le dijo un momento después.

      La sorpresa la hacía sentir incómoda. Estaba deseando salir de allí. Asintió con la cabeza y regresó a su escritorio. Unos minutos más tarde ya le había enviado el artículo al editor que iba a publicarlo. Satisfecha con el trabajo hecho, cerró el ordenador, sacó el bolso del último cajón y cerró con llave el escritorio. Drew no había salido de su despacho. Podía verle sentado frente a su escritorio, de cara a las ventanas. No quería formar parte de aquella farsa, pero tampoco podía marcharse como si nada hubiera pasado. Siempre había sido un buen jefe, por muy exigente que resultara en ocasiones.

      Suspiró, dejó el bolso junto al bate de béisbol, encima de la silla, y se dirigió hacia su despacho. Podía ver su reflejo en aquellos cristales enormes.

      —¿Qué vas a hacer?

      Él miraba a la ventana como si fuera un espejo, mirándola a los ojos en el cristal.

      —¿Qué vas a hacer tú? —giró la silla y se puso de frente a ella. Dejó su propio móvil sobre la mesa del escritorio.

      —Tu madre ha perdido su trabajo de nuevo.

      Ella miró el teléfono y después le miró a la cara. Su expresión era de pánico y furia.

      —¿Qué has hecho? ¿La has llamado?

      —He llamado a Joe Winston. Es el director de Recursos Humanos de Blake & Philips, ¿recuerdas?

      Deanna contuvo el aliento. Blake & Philips era el bufete de abogados en el que su madre había trabajado hasta unos meses antes, hasta que la habían echado. Y la única razón por la que Drew sabía que su madre había trabajado allí era porque él mismo le había dado el contacto. Cerca de un año antes le había dicho que Joe, un amigo de la universidad, estaba buscando secretarias para el bufete. Por aquel entonces, su madre también estaba sin trabajo, a punto de perder la casa, y él lo sabía. Pero más bien había sido Deanna la que se había preocupado por no perder la casa. Ella era la que había hecho lo indecible para pagar la hipoteca de Gigi al tiempo que pagaba su propio alquiler.

      —Eso no es asunto tuyo —le dijo a Drew en un tono tenso.

      —Vamos a jugar al golf la semana que viene. Piensa que lo llamé para hablar de eso.

      Una oleada de vergüenza la recorrió por dentro.

      —¿Y el tema de mi madre salió así como así?

      —No fui yo quien lo sacó.

      —Muy bien. ¿Entonces cómo te has enterado?

      Él la atravesaba con la mirada.

      —Llevas bastante tiempo trabajando para mí, Dee. Aunque no vayas por ahí aireando tu vida privada, sí que me entero de alguna cosa que otra. Y tu madre cambia de trabajo igual que yo cambio de…

      —¿… mujer? —le dijo ella en un tono incisivo.

      —Iba a decir «camisa» —se recostó contra el respaldo de la silla. Tenía el móvil en la mano y no dejaba de darle vueltas una y otra vez—. No hizo falta que Joe mencionara a tu madre. Sólo he tenido que sondearte un poco y verte la cara.

      Deanna sintió que la cara le iba a estallar en llamas.

      —Muy bien. Sí. Mi madre ha vuelto a perder su empleo. Otra vez. Es la vieja historia de siempre.

      «Pero sólo es una parte de la historia», pensó para sí.

      —Ya encontrará otro —añadió.

      «Como siempre».

      Otro trabajo. Otro hombre inalcanzable al que intentar seducir… Otra despedida trágica y otro despido… Y entonces, como de costumbre, ella tendría que acudir en su ayuda y sacarla del agujero antes de que lo perdiera todo.

      —Ya te he enviado el artículo —miró su reloj de pulsera—. Y se supone que pronto debes estar en el aeropuerto. Intenta no poner esa cara mañana durante la boda de tu padre —dio media vuelta—. No querrás arruinar las fotos de boda.

      —Te daré los cincuenta mil dólares —le dijo él de repente.

      Deanna se detuvo bruscamente, pero no se dio la vuelta.

      —No debería habértelo dicho.

      Él guardaba silencio, pero Deanna sentía un cosquilleo en la nuca. Sabía que iba hacia ella, caminando lentamente.

Скачать книгу