RETOQUECITOS. Gerardo Arenas
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Los tres apartados finales de la primera parte del “Proyecto…” abordan el sueño y temas afines. Conviene tratarlos en conjunto.
Freud plantea que en el dormir hay procesos primarios similares a los de las formaciones de síntomas psiconeuróticos, cosa que podemos aceptar sin más, pero a eso agrega una ficción ideada a la medida del principio de placer y que por eso mismo merece una mirada atenta. Dice que el niño se duerme cuando ninguna necesidad o estímulo exterior lo molesta, o sea, una vez que se encuentra satisfecho, así como el adulto lo hace con más facilidad después de la cena y el sexo.
Mil contraejemplos se oponen a esta falsa regla. Destaquemos tres paradigmáticos. Una pareja con varios hijos pequeños, agotada por no poder dormirlos, decide pasearlos en automóvil, y en un par de cuadras los niños caen rendidos; tal recurso, que resultará infalible, no cancela necesidades insatisfechas y aun agrega estímulos molestos (traslado al vehículo incluso en invierno, encendido del motor, cierre de puertas, etcétera). Un joven, luego de cenar y hacer el amor con su pareja, aguarda que ésta se duerma para levantarse a escribir, porque ése es el momento en que más despierto se siente. El homeless y el refugiado duermen en deplorables condiciones, por más hambre, frío y ruido que los incomoden.
La ficción de Freud parece reflejar cierto ideal, de orden o de clase, que veremos reaparecer en otros momentos de su obra.(68) Dejar de suscribirla facilita la crítica del planteo de que la “condición del dormir es el descenso de la carga endógena […], que vuelve superflua la función secundaria”.(69) ¿Cómo no ver ahora que esa desexcitación no es la condición del dormir sino, a lo sumo, su consecuencia? ¡Esto cambia mucho las cosas! Freud hace del dormir el premio recibido por haber cumplido con el principio de placer, mientras que ahora podemos ver en el dormir la condena que el cansancio del organismo impone. Y esa condena puede llegar a la pena de muerte: alguien con hambre, sed, dolor muscular y ganas de orinar puede dormirse al volante. Freud supone que la descarga del yo condiciona los procesos primarios y el dormir, pero éste parece más bien forzar una descarga del yo que deja el aparato presa del proceso primario y sin recurso al secundario. Además, despertar requiere volver a investir, algo que sin duda contradice el principio de placer –aunque él diga que no y, para salvarlo, deba pensar que la economía sólo es regida por la ley de conservación.(70) Por otro lado, Freud reconduce la parálisis motriz propia del dormir a una parálisis de la voluntad por descarga global, pero la desesperación que nos embarga en los sueños de impotencia prueba, en cambio, que la voluntad sigue viva, y en tal medida que en ocasiones puede llevarnos hasta el sonambulismo.
Del resto de la primera parte del “Proyecto…” no necesitamos hacer ningún comentario aquí, ya que lo que dice sobre los sueños y su sentido es inmejorable, o será corregido y mejorado en La interpretación de los sueños, o le caben las mismas críticas que ya hemos hecho y que no vale la pena repetir. Por lo tanto, podemos ya pasar a la segunda parte, dedicada a la psicopatología.
Primer paradigma del síntoma
Aquí nuestro camino se allana, dado que la compulsión histérica es pensada como una representación hiperintensa (71) cuyas consecuencias no pueden sofocarse ni comprenderse, o sea que les faltan descarga y sentido, y claramente son contrarias al principio de placer. El defecto de sentido sería condición de su carácter compulsivo, en la medida en que, una vez subsanado, la compulsión cesa.(72) Semejante descripción del síntoma y de su tratamiento, pues, no depende del principio de placer e incluso se simplifica si no lo postulamos; sólo requiere una economía de cantidades que se redistribuyen sin pérdida ni ganancia. La clave de la compulsión y del sinsentido es una asociación simbólica y un desplazamiento cuantitativo que adjudica a uno de los elementos asociados lo sustraído a otro, y esto, compatible con el punto de vista económico (suma constante con redistribución), refuta el principio de placer, pues cuando una cantidad baja, la otra necesariamente sube. Rencontramos la contradicción, indicada al comienzo, entre los dos sentidos de “economía”: conservación y ahorro. Entre ambos, hay que elegir, y conviene descartar el segundo, clave del principio de placer.
Freud procura explicar la génesis de la compulsión histérica en términos de la represión de una representación sexual penosa para el yo y que no suscita la defensa normal (cuya justificación no pudimos aceptar), sino una patológica debida a la asociación simbólica, si bien la naturaleza de esa represión le resulta enigmática. Llegamos así a uno de los pasajes cruciales del “Proyecto…”: la elucidación de la fobia de Emma.(73) Si nos desentendemos del principio de placer, el síntoma conserva tanto su doble causación como la temporalidad retroactiva del trauma que lo determina y su origen significante, pero la represión puede ser descripta como la sustitución de un significante por otro, no en función de la defensa o de la evitación de displacer.
Por el momento, suponer el principio de placer parece, pues, incidir y lastrar de manera negativa casi exclusivamente la caracterización del funcionamiento normal del aparato, no la del síntoma, su causación y su cura. Omitirlo incluso favorece la descripción de estas tres cosas. En consecuencia, podemos dar por terminada nuestra discusión del “Proyecto…”, que en lo sucesivo sólo se ocupa de la normalidad.
51. Nunca lo separará por completo; véase infra, pp. 77-96.
52. Freud atribuye esos caracteres a la neurona, no a la barrera.
53. Freud (1924: 166).
54. Lacan (1974a: 19).
55. Freud (1925b: 89).
56. Sobre su relación con el núcleo del ser, véase Arenas (2012: cap. 1).
57. El gusto no admite prejuicios. Una caricia puede ser insoportable, como bien lo muestra el film Lars and the Real Girl (Gillespie, 2007). No es improbable que esta insondable decisión esté en el origen de ciertas formas autísticas de ser.
58. Spitz (1965: cap. XII).
59. Lacan (1962b: 780).
60. Piénsese en la experiencia del Hombre de las ratas al escuchar la descripción del tormento (Freud, 1909b: 132ss).
61. Lacan (1974b: 101s) llega a sugerir que no hay yo.
62. Lacan (1957: 16; 1960: 40) la acepta sin discusión.
63. Puede sustituirse “descarga” por cualquier proceso que tenga carácter de señal, aun por “carga”, sin alterar la lógica aquí desplegada. Lo mismo ocurre con lo referente al complejo del prójimo. En ambos casos, pues, suponer el principio de placer