RETOQUECITOS. Gerardo Arenas

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del proceso primario como aquel que transcurre por asociación automática, sin meta; pero aun si aceptamos que se detenga en la identificación, no necesitamos suponer que culmine por medio de descarga alguna.

      Los tres apartados finales de la primera parte del “Proyecto…” abordan el sueño y temas afines. Conviene tratarlos en conjunto.

      Freud plantea que en el dormir hay procesos primarios similares a los de las formaciones de síntomas psiconeuróticos, cosa que podemos aceptar sin más, pero a eso agrega una ficción ideada a la medida del principio de placer y que por eso mismo merece una mirada atenta. Dice que el niño se duerme cuando ninguna necesidad o estímulo exterior lo molesta, o sea, una vez que se encuentra satisfecho, así como el adulto lo hace con más facilidad después de la cena y el sexo.

      Mil contraejemplos se oponen a esta falsa regla. Destaquemos tres paradigmáticos. Una pareja con varios hijos pequeños, agotada por no poder dormirlos, decide pasearlos en automóvil, y en un par de cuadras los niños caen rendidos; tal recurso, que resultará infalible, no cancela necesidades insatisfechas y aun agrega estímulos molestos (traslado al vehículo incluso en invierno, encendido del motor, cierre de puertas, etcétera). Un joven, luego de cenar y hacer el amor con su pareja, aguarda que ésta se duerma para levantarse a escribir, porque ése es el momento en que más despierto se siente. El homeless y el refugiado duermen en deplorables condiciones, por más hambre, frío y ruido que los incomoden.

      Del resto de la primera parte del “Proyecto…” no necesitamos hacer ningún comentario aquí, ya que lo que dice sobre los sueños y su sentido es inmejorable, o será corregido y mejorado en La interpretación de los sueños, o le caben las mismas críticas que ya hemos hecho y que no vale la pena repetir. Por lo tanto, podemos ya pasar a la segunda parte, dedicada a la psicopatología.

      Por el momento, suponer el principio de placer parece, pues, incidir y lastrar de manera negativa casi exclusivamente la caracterización del funcionamiento normal del aparato, no la del síntoma, su causación y su cura. Omitirlo incluso favorece la descripción de estas tres cosas. En consecuencia, podemos dar por terminada nuestra discusión del “Proyecto…”, que en lo sucesivo sólo se ocupa de la normalidad.

      51. Nunca lo separará por completo; véase infra, pp. 77-96.

      52. Freud atribuye esos caracteres a la neurona, no a la barrera.

      53. Freud (1924: 166).

      54. Lacan (1974a: 19).

      55. Freud (1925b: 89).

      56. Sobre su relación con el núcleo del ser, véase Arenas (2012: cap. 1).

      57. El gusto no admite prejuicios. Una caricia puede ser insoportable, como bien lo muestra el film Lars and the Real Girl (Gillespie, 2007). No es improbable que esta insondable decisión esté en el origen de ciertas formas autísticas de ser.

      58. Spitz (1965: cap. XII).

      59. Lacan (1962b: 780).

      60. Piénsese en la experiencia del Hombre de las ratas al escuchar la descripción del tormento (Freud, 1909b: 132ss).

      61. Lacan (1974b: 101s) llega a sugerir que no hay yo.

      62. Lacan (1957: 16; 1960: 40) la acepta sin discusión.

      63. Puede sustituirse “descarga” por cualquier proceso que tenga carácter de señal, aun por “carga”, sin alterar la lógica aquí desplegada. Lo mismo ocurre con lo referente al complejo del prójimo. En ambos casos, pues, suponer el principio de placer

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