Al oriente del Edén. Francisco López Taboada

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Al oriente del Edén - Francisco López Taboada

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      LA AUTÉNTICA ˝CARTA MAGNA˝ DE LA HUMANIDAD

      En el primer versículo del capítulo 5 del Génesis, Moisés como autor material del libro, insiste que el libro que tienes en tus manos no es el resultado de una tradición oral que ha pasado de padres a hijos, sino más bien el relato escrito de su puño y letra; e inspirado por la acción del Espíritu de Dios, la comunión con Él y las vivencias personales que como líder y libertador de su pueblo Israel, le tocó vivir en primera persona.

      Se trata nada más ni nada menos que de nuestra ˝Constitución˝, nuestra auténtica ˝Carta Magna˝, elaborada por Dios y dirigida a todos los ˝descendientes de Adán˝; es decir, a ti y a mí. Sí, querido amigo, mi querido hermano, si hasta ahora no lo tenías muy claro porque alguien te sugirió que el relato del Génesis sólo se trataba de una ˝alegoría piadosa˝ para calmar la conciencia de la humanidad, transmitida de forma oral, y escrita con mucha posterioridad; ahora tienes la oportunidad de comprobar que no sólo fue escrita por Moisés bajo la total inspiración Divina, sino que también fue dictada para nosotros y trata enteramente de nuestra identidad como seres humanos.

      Nos habla de nuestros orígenes, de donde venimos, que somos el producto de una creación especial y no el resultado de una evolución sin control; que somos el principal objeto de esa creación especial; los dones y atributos que nos diferencian del resto de los seres creados y que nos definen como seres humanos. La razón de nuestra existencia; el fin y propósito de nuestra vida, sin el cual el ser humano pierde la verdadera razón de ser y entra en una espiral existencial negativa de autodestrucción personal. Establece igualmente la extensión de nuestros dominios, proclama nuestros privilegios, y declara nuestros deberes y obligaciones inherentes al dominio sobre el territorio que se nos ha dado. Finalmente marca nuestras limitaciones y nuestro destino final aquí en la tierra, pero con una proyección de restauración futura, superando el diseño original que el Señor estableció para nosotros para morar aquí en la tierra.

      SOMOS EL PRINCIPAL OBJETO DE LA CREACIÓN DE DIOS

      Las Escrituras afirman que no sólo somos parte de una Creación especial, sino que somos el principal objeto de esa Creación. El v 2 proclama de una forma diáfana tres aspectos fundamentales sobre nuestra identidad personal como seres humanos.

      1 El primero, y para que no quepa ningún resquicio de duda en nosotros, nos dice que Él nos creó partiendo de algo que no existía. Y nos creó desde un principio como varón y mujer de forma totalmente diferenciada, para que no pensemos que alguno de nosotros pueda ser un tipo de subproducto del anterior. Nos creó en igualdad, pero siendo diferentes entre sí.

      2  En Segundo lugar, la Escritura vuelve a insistir aquí que «nos bendijo», que nos dio una bendición especial diferente al resto de su creación, lo cual nos indica que fuimos dotados de unos atributos o dones que nos hacen no sólo diferentes, sino superiores al resto de los seres con vida aquí en la tierra, tanto del reino vegetal como del reino animal.

      3  Y en Tercer lugar, que nos puso nombre y nos llamó «Haadám» (Adán en nuestro idioma), lo cual traducimos como «hombre» o «humanidad». Recordemos que los nombres de los animales fueron puestos por Adán, pero el nombre que determina nuestra identidad como seres humanos nos ha sido dado por el propio Creador. Esto significa entre otras cosas que el Señor desea que recordemos siempre nuestro origen e identidad y que no nos pongamos nunca a la altura del resto de la creación, que aunque hermosa, no tiene a sus ojos la misma consideración. Somos el principal objeto de su obra creativa, lo mejor de su creación aquí en la tierra, y a pesar de nuestra caída, Dios pone un interés especial y todos los medios para nuestra restauración. Por eso como muestra de amor hacia nosotros puso lo mejor y más sublime que tenía a fin de restaurarnos y darnos vida. A su propio Hijo Jesucristo, quien nació para morir en nuestro lugar a fin de llegar a ser hechos hijos de Dios, justificados por su sacrificio en la cruz, mediante la fe y la esperanza de nuestra restauración, por el poder de su resurrección.

      ADÁN Y EVA CREADOS A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS

      Esto nos recuerda que Adán y Eva son hijos de Dios por cuanto fueron formados por el mismo Señor mediante una creación especial, según su imagen y conforme a su semejanza. Sobre esto ya hemos hablado largo y tendido en el primer volumen de esta serie (˝En el Principio Dios˝), pero lo que me gustaría destacar aquí es que, como consecuencia de ello, nosotros siendo hijos y descendencia de Adán y Eva, hemos sido engendrados también a imagen de Dios, siendo semejantes a Él en cuanto a su esencia fundamental.

      Si como criaturas de Dios eso es así, cuánto más debería ser en aquellos que por Gracia hemos sido re-nacidos en Cristo y se nos ha dado el derecho de llegar a ser hijos de Dios, tal como lo expresa Juan en el primer capítulo de su Evangelio. La Escritura nos dice que hemos sido re-nacidos para una nueva vida habiendo sido formados semejantes a Él para buenas obras.

      ¿Estamos realmente reflejando la imagen de Cristo en nuestra vidas? Desde luego, sólo en la medida que hacemos crecer el fruto del Espíritu, podremos reflejar fielmente la imagen de Dios en nosotros, aprendiendo a ser semejantes a Él, en la medida que somos imitadores suyos.

      AL VARÓN Y A LA MUJER DIOS LOS HIZO IGUALES… PERO DIFERENTES

      Este cuarto aspecto de nuestra constitución no es nada baladí. Una vez que hemos entendido que hemos sido creados mediante una creación especial de Dios siguiendo la semejanza de su propia esencia (que no es otra que su Espíritu), la Biblia enseña que Dios es espíritu y Padre de todos los espíritus, y añade que fuimos creados diferentes desde el principio como varón y mujer.

      Ninguno de los dos somos el resultado final de un largo proceso evolutivo. Ambos hemos sido creados iguales en cuanto a nuestro vínculo con el Creador, siendo hechos ambos a su imagen y semejanza. Por tanto iguales en derechos, prerrogativas y responsabilidades. El hombre y la mujer somos entidades complejas y completas en sí mismas, de modo que ninguno es una ˝media naranja˝ que se completa cuando se une en matrimonio al otro cónyuge. Esta es una imagen comúnmente empleada que dista mucho de la realidad.

      Tampoco es superior un sexo al otro por haber sido creado poco tiempo antes, ni por ser más guapos o más buenos unos que otros. Aquí los ˝ismos˝ tampoco caben. Es indeseable y alejado del diseño original de Dios tanto el ˝machismo˝ como el ˝feminismo˝; o lo que es lo mismo, los hombres mal, las mujeres bien, o todo lo contrario, en función de la época y la sociedad que te haya tocado vivir. Recuerda que ya seas varón o mujer, Dios te ha hecho igual en valor, derechos y obligaciones. Ambos hemos sido creados según la misma imagen y semejanza Divinas.

      Ahora bien, partiendo de esa igualdad es cuando podemos reconocer nuestras diferencias que no son superiores ni inferiores unas que las otras. Las diferencias entre las dos realidades sexuales las ha hecho el mismo Señor y las ha dado por buenas en grado sumo. Por lo tanto a eso tampoco tendremos nada que argumentar, ni si un sexo es superior al otro. Eso no merece la pena ni mencionarlo. Por el contrario, esas diferencias el Señor las utilizó para poder ser complementarios el hombre y la mujer, para llegar a convertirse en una «ayuda idónea» cada uno de nosotros en el matrimonio.

      Pero sólo llegaremos a ello respetando la primera prerrogativa de igualdad y respeto mutuo entre ambos. ¡No pocos conflictos matrimoniales se disiparían si partiéramos del principio que mi cónyuge ante el Señor es igual a mí en derechos y dignidad! El hecho de que no tengamos los mismos criterios en todo, no significa que mi criterio debe prevalecer siempre sobre el otro por ser yo el más fuerte, el más inteligente o el más guapo. Simplemente esas diferencias de pensamiento son las que forman parte del proceso que ambos tenemos que seguir hasta lograr una completa unión, a fin de llegar a ser «una sola carne».

      Una sola carne en cuanto a emociones, sentimientos, pensamientos y deseos. Acabar teniendo ambos una misma

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