El Libro de Urantia. Urantia Foundation

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El Libro de Urantia - Urantia Foundation

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como un padre. Él es el Padre en el Paraíso de todas las personalidades del universo.

      2:6.5 (41.3) La rectitud implica que Dios es la fuente de la ley moral del universo. La verdad muestra a Dios como revelador, como maestro. Pero el amor da y anhela afecto, busca comunión comprensiva tal como la que existe entre padre e hijo. La rectitud puede ser el pensamiento divino, pero el amor es la actitud del padre. La suposición errónea de que la rectitud de Dios era irreconciliable con el amor altruista del Padre celestial, presuponía una falta de unidad en la naturaleza de la Deidad y condujo directamente a la elaboración de la doctrina de la expiación, que es un asalto filosófico a la unidad y al libre albedrío de Dios.

      2:6.6 (41.4) El amoroso Padre celestial, cuyo espíritu mora en sus hijos de la tierra, no es una personalidad dividida —una de justicia y otra de misericordia— ni tampoco se necesita de un mediador para asegurar el favor del Padre o su perdón. La rectitud divina no está dominada por una estricta justicia retributiva; Dios el padre trasciende a Dios el juez.

      2:6.7 (41.5) Dios no se vuelve nunca iracundo, vengativo ni airado. Es verdad que la prudencia refrena a menudo su amor, así como la justicia condiciona su misericordia rechazada. Su amor por la rectitud no puede evitar manifestarse por igual como odio por el pecado. El Padre no es una personalidad contradictoria; la unidad divina es perfecta. En la Trinidad del Paraíso existe unidad absoluta pese a las eternas identidades de los coordinados de Dios.

      2:6.8 (41.6) Dios ama al pecador y odia el pecado: esta declaración es filosóficamente cierta, pero Dios es una personalidad trascendente, y las personas tan sólo pueden amar y odiar a otras personas. El pecado no es una persona. Dios ama al pecador porque es una realidad de personalidad (potencialmente eterna), mientras que hacia el pecado Dios no asume ninguna actitud personal, porque el pecado no es una realidad espiritual; no es personal; por lo tanto sólo la justicia de Dios toma conocimiento de su existencia. El amor de Dios salva al pecador; la ley de Dios destruye el pecado. Esta actitud de la naturaleza divina aparentemente cambiaría si el pecador se identificara final y plenamente con el pecado, así como esta misma mente mortal puede identificarse plenamente con el Ajustador espiritual residente. Ese mortal identificado con el pecado se volvería entonces completamente carente de espiritualidad en su naturaleza (y por tanto personalmente irreal) y experimentaría eventual extinción del ser. La irrealidad, incluso el hecho de que la naturaleza de las criaturas es incompleta, no puede existir eternamente en un universo progresivamente real y crecientemente espiritual.

      2:6.9 (42.1) Frente al mundo de la personalidad, Dios se descubre como persona amante; frente al mundo espiritual, es amor personal; en la experiencia religiosa, es ambas cosas. El amor identifica la voluntad volitiva de Dios. La bondad de Dios descansa en el fondo del libre albedrío divino: la tendencia universal al amor, a mostrar misericordia, a manifestar paciencia y a ministrar el perdón.

      2:7.1 (42.2) Todo conocimiento finito y toda comprensión de la criatura son relativos. La información y la inteligencia, aunque procedan de altas fuentes, son tan sólo relativamente completos, localmente precisos, y personalmente verdaderos.

      2:7.2 (42.3) Los hechos físicos son relativamente uniformes, pero la verdad es un factor viviente y flexible en la filosofía del universo. Las personalidades en evolución son sólo parcialmente sabias y relativamente veraces en sus comunicaciones. Pueden estar seguras solamente hasta donde se extiende su experiencia personal. Aquello que al parecer puede ser completamente cierto en un lugar, puede ser tan sólo relativamente cierto en otro segmento de la creación.

      2:7.3 (42.4) La verdad divina, la verdad final, es uniforme y universal, pero la historia de las cosas espirituales, tal como la relatan numerosos individuos procedentes de distintas esferas, puede variar a veces en sus detalles debido a esta relatividad en la totalidad del conocimiento y en la plenitud de la experiencia personal así como en la longevidad y grado de esa experiencia. Mientras que las leyes y decretos, los pensamientos y actitudes de la Primera Gran Fuente y Centro son eterna, infinita y universalmente ciertos; al mismo tiempo, su aplicación y ajuste en cada universo, sistema, mundo e inteligencia creada, están de acuerdo con los planes y técnicas de los Hijos Creadores según funcionan en sus respectivos universos, así como también están en armonía con los planes y procedimientos locales del Espíritu Infinito y de todas las demás personalidades celestiales asociadas.

      2:7.4 (42.5) La falsa ciencia del materialismo sentenciaría al hombre mortal a convertirse en un paria del universo. Ese conocimiento parcial es potencialmente malo; es conocimiento compuesto del bien y del mal. La verdad es bella porque es pletórica y simétrica. Cuando el hombre busca la verdad, aspira a la realidad divina.

      2:7.5 (42.6) Los filósofos cometen su más grave error cuando son llevados en la falacia de la abstracción, a la práctica de enfocar la atención sobre un aspecto de la realidad y luego declarar que tal aspecto aislado es la verdad total. El filósofo sabio buscará siempre el diseño creador que está detrás de todos los fenómenos universales y que les es preexistente. El pensamiento creador precede invariablemente a la acción creadora.

      2:7.6 (42.7) La autoconciencia intelectual puede descubrir la belleza de la verdad, su calidad espiritual, no sólo en la consistencia filosófica de sus conceptos, sino más certera y seguramente por la respuesta infalible del Espíritu de la Verdad siempre presente. La felicidad resulta del reconocimiento de la verdad porque puede ser actuada; puede ser vivida. El desencanto y la pena se producen por el error porque, no siendo éste una realidad, no se puede lograr en la experiencia. La verdad divina se conoce mejor por su sabor espiritual.

      2:7.7 (42.8) La eterna búsqueda es de unificación, de coherencia divina. El vasto universo físico se hace coherente en la Isla del Paraíso; el universo intelectual se hace coherente en el Dios de la mente, el Actor Conjunto; el universo espiritual es coherente en la personalidad del Hijo Eterno. Pero el mortal aislado en el tiempo y el espacio se hace coherente con Dios el Padre mediante la relación directa entre el Ajustador del Pensamiento residente y el Padre Universal. El Ajustador del hombre es un fragmento de Dios y procura sempiternamente la unificación divina; es coherente con la Deidad Paradisiaca de la Primera Fuente y Centro y en ella.

      2:7.8 (43.1) El discernimiento de la belleza suprema es el descubrimiento e integración de la realidad: el discernimiento de la bondad divina en la verdad eterna, que es la belleza última. Incluso el encanto del arte humano consiste en la armonía de su unidad.

      2:7.9 (43.2) El gran error de la religión hebrea fue que no supo asociar la bondad de Dios con las verdades reales de la ciencia y la atractiva belleza del arte. Según avanzaba la civilización, y puesto que la religión insistía en seguir el imprudente camino de destacar con exceso la bondad de Dios excluyendo a la vez, relativamente, la verdad y desatendiendo la belleza, se desarrolló una creciente tendencia en ciertos tipos de hombres de apartarse del concepto abstracto y disociado de la bondad aislada. La moralidad aislada y exagerada de la religión moderna, que no consigue retener la devoción y la lealtad de muchos hombres del siglo veinte, se rehabilitaría si, además de sus mandatos morales, prestara igual consideración a las verdades de la ciencia, la filosofía y la experiencia espiritual, y a las bellezas de la creación física, al encanto del arte intelectual y a la magnificencia de una auténtica realización del carácter.

      2:7.10 (43.3) El desafío religioso de esta era pertenece a aquellos hombres y mujeres visionarios, progresistas y con discernimiento espiritual que se atrevan a construir una nueva y atrayente filosofía de la vida a partir de los ampliados y exquisitamente integrados conceptos modernos de verdad cósmica, belleza universal y bondad divina. Tal visión nueva y recta de la moralidad atraerá todo lo que es bueno en la mente del hombre y estimulará todo lo mejor del alma humana. La verdad, la belleza y la bondad son realidades divinas, y a medida que el hombre asciende la escala de vivir espiritualmente, estas cualidades supremas

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