En camino hacia una iglesia sinodal. Varios autores

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En camino hacia una iglesia sinodal - Varios autores GS

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avatares para dejar resonar con toda propiedad nuestro interrogante inicial: ¿estamos entrando en una nueva fase de recepción? No faltan respuestas afirmativas.

      A título de ejemplo, ya en 2015, L. Forestier conectaba la idea de sinodalidad con Evangelii gaudium para hablar de una nueva etapa en la recepción del Concilio; a su juicio, la Exhortación apostólica «constituye un acto de recepción por parte del papa» 39. Por otro lado, hay que constatar la aparición de las primeras presentaciones de la eclesiología de Francisco, que vienen a subrayar estos dos aspectos sustantivos: la noción de sinodalidad y la conversión pastoral y misionera de la Iglesia 40. Son dos aspectos muy característicos de su pensamiento, que no son, empero, radicalmente novedosos. Lo primero es una prolongación de la voluntad de hacer de la Iglesia «la casa y la escuela de la comunión» (NMI 43), en palabras de san Juan Pablo II, que había resaltado la importancia del método sinodal 41; ahora bien, de modo original, Francisco ha urgido la consulta y la participación de todos, apelando al sensus fidei fidelium, para la misma puesta en marcha del Sínodo de los obispos 42. Lo segundo reivindica la participación del pueblo de Dios en una Iglesia de discípulos y misioneros, en la línea de la nueva evangelización trazada por el Documento de Aparecida. Ahora bien, estos dos aspectos adquieren un cariz muy especial en la celebración y desarrollo de los dos Sínodos de los obispos celebrados bajo el papa Francisco –el dedicado a la familia y el dedicado a los jóvenes–, con el objetivo añadido de que la recepción se convierta en un acto de reforma de la Iglesia. Francisco ha querido expresar esta novedad prescribiendo en su reciente documento Episcopalis communio (2018) una nueva normativa y diseñando el proceso de preparación, celebración y aplicación del Sínodo de los obispos 43. En este sentido, cabe afirmar que estamos cruzando el umbral hacia una etapa «sinodal» de la recepción del Vaticano II.

      Ciertamente, la lectura y aplicación de la obra y del mensaje conciliar fluye al hilo de varias formas de memoria: la memoria de los protagonistas y testigos, la memoria de los historiadores y de los teólogos, la memoria oficial de la Iglesia. Lo más novedoso en este momento de la recepción radica en la intención de devolver ese protagonismo al sujeto eclesial, o sea, al «santo pueblo fiel de Dios», dándole el protagonismo que le corresponde en la acción evangelizadora y propiciando así una «recepción sinodal» del Vaticano II.

      Es una hipótesis que quisiera seguir razonando, desde lo que he llamado el «giro eclesiológico» en la recepción del Vaticano II, tras sopesar los aspectos fundamentales del tránsito del pontificado de Benedicto XVI (2005-2013) al del papa Bergoglio, mostrando sus objetivos y sus líneas de actuación. Al papa argentino le interesa más fomentar la línea de la recepción del Vaticano II por parte del pueblo de Dios que las sesudas reflexiones acerca de la interpretación o hermenéutica del Concilio. Lo cual no quiere decir que no tenga una idea al respecto, como vamos a ver seguidamente en dos momentos sucesivos.

      2. La aproximación «pastoral» de Francisco al Vaticano II: fidelidad creativa

      Tratemos de dar respuesta a esta pregunta: ¿qué piensa y cómo valora Francisco el Vaticano II? De forma general, el cardenal W. Kasper ha expresado la actitud del papa Bergoglio hacia el Concilio en estos términos: «Francisco quiere construir sobre el cimiento del Vaticano II y la doctrina de la Iglesia que subyace al Concilio» 44. Esta afirmación resulta aún más relevante si se repara en el hecho de que es el primer papa que no ha tenido una participación directa en el Vaticano II, a diferencia de sus inmediatos antecesores, K. Wojtyla y J. Ratzinger.

      Un primer apunte sobre su aproximación a la doctrina conciliar se puede espigar en su intervención durante las reuniones de cardenales previas al cónclave que lo eligió el 13 de marzo de 2013. El entonces arzobispo de Buenos Aires contrapuso una Iglesia autorreferencial a una Iglesia que anuncia el Evangelio, refiriéndose explícitamente al inicio de la Constitución Dei Verbum: «Hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans, o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí» 45.

      La Exhortación apostólica del papa Francisco, Evangelii gaudium, es un documento de teología pastoral, esa disciplina que trata de comprender desde la fe la acción evangelizadora de la Iglesia y que él mismo había cultivado durante sus años de profesor 46. En este texto programático nos propone «unas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva acción evangelizadora» (EG 17), unas líneas directrices que concretó en estos siete temas: 1) la reforma de la Iglesia en salida misionera; 2) las tentaciones de los agentes pastorales; 3) la Iglesia entendida como la totalidad del pueblo de Dios que evangeliza; 4) la homilía y su preparación; 5) la inclusión social de los pobres; 6) la paz y el diálogo social; 7) las motivaciones espirituales para la tarea misionera. Allí mismo declara que esta elección de temas está hecha «sobre la base de la doctrina de la Constitución dogmática Lumen gentium».

      Al examinar este elenco de temas sobresalen dos aspectos por el espacio dedicado, que constituyen una relectura creativa de la eclesiología conciliar: la comprensión de la Iglesia como pueblo de Dios evangelizador (EG 111-134) y la inclusión social de los pobres (EG 186-216). Ahora bien, no se puede pasar por alto un dato que hace de la Constitución pastoral Gaudium et spes una clara fuente de inspiración. Me refiero a la misma explicitación del título de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, que reza así: sobre «el anuncio del Evangelio en el mundo actual». La cursiva es mía. A ello hay que añadir la lectura de los «signos de los tiempos» realizada en el capítulo segundo (EG 50-75), antes de tratar de las tentaciones de los agentes pastorales. Merece la pena detenerse en este punto que denota una gran sensibilidad hacia la historia y a la inscripción de la Iglesia en la historia de los pueblos y de las culturas.

      Esta afirmación de la condición histórica del cristianismo y de la inculturación de la fe aparece netamente en la entrevista concedida a A. Spadaro, en agosto de 2013, cuando Francisco hace una rápida valoración del Concilio:

      El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son considerables. Basta con recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica concreta. Sí, hay ciertas líneas de continuidad y discontinuidad; pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es irreversible 47.

      Es un pasaje breve, pero cargado de contenido. Quisiera resaltar tres aspectos. En primer lugar, la insistencia en la radicalidad del Evangelio, «fidelidad al Evangelio para no correr en vano» (EG 193-196), ese Evangelio que hay que vivir «sine glossa» (cf. EG 271) 48. En segundo lugar, la caracterización del Concilio por su referencia al Evangelio y a la historia y cultura humanas: una relectura del Evangelio actualizada, en una situación histórica concreta, a la luz de la cultura contemporánea; es una idea que ha repetido en otras ocasiones 49. En suma, la relectura del Evangelio es situada, referida a una determinada situación histórica y a una cultura; en este sentido, ha recreado un principio de la tradición teológica: «La gracia presupone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de la persona que la recibe» (EG 115). El hombre es un ser culturalmente situado; de ahí deriva la condición característica de la recepción del Concilio: releer para el momento actual el Evangelio.

      En tercer lugar, aludiendo de pasada a los debates sobre la continuidad y la discontinuidad, en el terreno de la liturgia, no se adentra en el debate teórico de las hermenéuticas, pero frente a los defensores de la llamada «reforma de la reforma» confirma el carácter irreversible de la renovación del Vaticano II. Por tanto, podemos decir que Francisco se sitúa ante el Concilio con una actitud de fondo de «recepción fiel y creativa», de relectura actualizada del Evangelio y de la Tradición, con una modulación que expresan bien las palabras de Mons. Víctor Manuel Fernández: «[Francisco] prefiere

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