En camino hacia una iglesia sinodal. Varios autores
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Los procesos requieren tiempo, mucho tiempo. El papa Francisco, en Evangelii gaudium, nos recuerda la importancia de los procesos e insiste en el principio de que el tiempo es superior al espacio. «Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos» 35. La evangelización requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo para convertir mentalidades y construir consensos duraderos.
a) Procesos de cambio de mentalidad o conversión pastoral
El concilio plenario nos ha permitido descubrirnos como Iglesia en camino, urgida de conversión y de evangelización; nos ha hecho ver la necesidad de cambiar ante todo las mentalidades. Hemos iniciado unos procesos bien interesantes que se pueden resumir en las siguientes expresiones:
• De una Iglesia piramidal a una Iglesia pueblo de Dios.
• De la pasividad generalizada a una participación corresponsable.
• De la desconfianza al aprecio de todos en la diversidad.
• Del individualismo al trabajo en grupos y en equipos.
• De mentalidades individuales a una visión compartida de la Iglesia y de la pastoral.
• De una Iglesia sin planes al inicio de una cultura de la planificación.
• De unas provincias eclesiásticas aisladas a la participación corresponsable en las asambleas provinciales y regionales.
• De una Iglesia de «operativos» a la realización de un acontecimiento de gran aliento, sostenido en el tiempo y con horizontes de proyección y sistematización.
Son procesos de cambio que hay que continuar. Siendo humanos, podemos evolucionar e involucionar. Nuestras conquistas, al estar signadas por la libertad, son frágiles, nunca logradas de una vez para siempre, necesitadas de reafirmación y renovación de los propósitos de la voluntad. Como renovamos cada domingo nuestra fe al recitar el Credo, debemos reafirmar el compromiso de seguir caminando hacia la Iglesia que queremos y debemos formar.
b) Frutos sinodales
A más de diez años de distancia de la clausura del concilio, podemos afirmar que ya estamos recogiendo los primeros frutos, entre los que podemos enumerar:
• Constitución de la unidad en la pluralidad.
• Apertura a la diversidad: el concilio ha sido un foro abierto de diálogo, de búsqueda, de intercambio honesto y fraterno.
• Confrontación de criterios pastorales.
• Acuerdos consensuados sobre la visión de la realidad, discernimiento sobre los criterios teológicos-pastorales, opciones, definición de desafíos y líneas de acción.
• Elaboración de un proyecto pastoral de toda la Iglesia en Venezuela.
• Constitución de un Consejo Asesor Nacional de Pastoral, con la participación de obispos, vicarios de pastoral, religiosos, laicos, representantes de las pastorales y de los centros de formación.
• Implementación de una metodología de asambleas pastorales a nivel nacional, provincial, diocesano, zonal y parroquial.
c) Tres propuestas nacionales novedosas desde la audacia
del Espíritu
En una sociedad globalizada es imposible pensar que una diócesis pueda por sí sola cumplir todos los requisitos y dar respuestas pastorales adecuadas. Esto exige el diseño de estrategias nacionales, de proyectos supradiocesanos y supraprovinciales que, en el respeto a la legítima autonomía de las Iglesias particulares y pastores, contribuyan al logro de las metas comunes. El Concilio Plenario de Venezuela hizo tres propuestas sinodales novedosas, que presentamos a continuación.
– Proyectos eclesiales nacionales. El concilio plenario reconoce el trabajo y la importancia de la Conferencia episcopal y de sus organismos operativos. Sin embargo, pide encarecidamente que las comisiones episcopales y sus departamentos reciban un nuevo impulso para que sean órganos de toda la Iglesia, lugares de diálogo, encuentro, acompañamiento y compromiso de todos los católicos involucrados en cada una de sus áreas de acción. Los distintos organismos nacionales de Iglesia deben propiciar la elaboración y ejecución de proyectos comunes en distintas áreas, en sinergia con otros organismos e instituciones de la sociedad y del Estado.
Esto exige un cambio de mentalidad, esbozado en el documento 2: «A pesar de los esfuerzos por avanzar hacia una Iglesia-comunión, persiste una identificación de la Iglesia con sus expresiones institucionales y jerárquicas» 36. A esto se añade «una deficiencia en la comprensión de la teología del ministerio y del sentido de corresponsabilidad del pueblo de Dios» 37. Por eso, los tres primeros documentos insisten en la necesidad de vivir un proceso de conversión 38 que nos permita proponer y ejecutar proyectos pastorales nacionales de todas las Iglesias particulares y de las instancias eclesiales, con una visión sistémica que supere la parcialidad de visión y los regionalismos reductivos.
Se plantea entonces una sinergia interinstitucional: «Renovar y potenciar permanentemente las mutuas relaciones fraternas entre la Conferencia Episcopal Venezolana, la Conferencia Venezolana de Religiosas y Religiosos y el Consejo Nacional de Laicos» 39 y, al mismo tiempo, la «promoción de una comunicación afectiva y efectiva, así como un verdadero intercambio de ideas y experiencias entre los diversos ministerios e instituciones eclesiales» 40. Solo desde la humildad y la voluntad política de trabajar en equipo se podrá superar «una arraigada actitud individualista y fragmentaria por parte de algunos miembros de la Iglesia que desemboca en la autosuficiencia y la escasa valoración del otro» 41, y será posible llevar adelante esta propuesta. Los obispos, como pastores del pueblo de Dios, tienen una gran responsabilidad en este cometido.
– Una metodología de participación: «asambleas nacionales». Tal vez la propuesta más novedosa y audaz de todo el concilio plenario se encuentre en el n. 216 del documento La comunión en la vida de la Iglesia:
A fin de impulsar la puesta en práctica del concilio, la Iglesia celebrará, bajo la guía de los obispos, asambleas periódicas, a nivel nacional, con la participación de representantes del clero, de los institutos de vida consagrada y del laicado. Estas serán precedidas periódicamente por asambleas parroquiales, diocesanas y provinciales.
El concilio ha sido una gran experiencia de comunión y participación, por eso sus miembros pidieron que cada cierto tiempo se organizaran asambleas parecidas a las del concilio que permitieran evaluar la recepción de las propuestas conciliares y la ejecución de los compromisos asumidos. Para ello se propone una metodología de participación ya validada en la misma experiencia conciliar: las asambleas eclesiales. Esta expresión pudiera resultar tautológica: ekklêsía significa exactamente «asamblea», pero resulta que nuestras Iglesias son poco eclesiales, en el sentido original de la palabra, se reúnen poco. O, mejor dicho, muchas veces hemos