Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I. William Nordling J.
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VENTAJAS DEL CRISTIANISMO CATÓLICO PARA ABORDAR EL PROBLEMA DE LA INTEGRACIÓN
En la tarea de la integración, la fe católica tiene ventajas especiales y poderosas. Debe entenderse que cualquier intento de mostrar las ventajas de un modelo católico invitará inevitablemente a contrastar el modelo católico con la tradición protestante. Tal intento no pretende restar importancia a las muy sustanciales contribuciones positivas del protestantismo (véase más adelante) a la integración cristiana en el campo de la salud mental durante los últimos cincuenta años. Por lo tanto, la interpretación siguiente debe ser vista como un desafío amistoso a mis amigos protestantes y colegas de los que me he beneficiado tanto a lo largo de los años. Es un desafío también para muchos católicos que han seguido un modelo secular de psicología por falta de confianza en un modelo católico no solo coherente, sino también académica y profesionalmente respetable.
1: LA CUESTIÓN TEOLÓGICA
Quizá la cuestión más importante sea saber que, si se desea relacionar la psicología y el cristianismo, es necesaria una teología explícita, concebida de forma amplia. Es decir, es necesario saber qué se está conectando o integrando con la psicología. Naturalmente, es bien sabido que la teología protestante difiere en función de la rama, y que esas diferencias suelen estar lejos de ser triviales. En particular, la naturaleza y alcance de la pecaminosidad o «depravación» humana han sido objeto de acalorados debates. Tal vez la teología protestante más sistemática y extensa es la que se encuentra en el calvinismo y, por supuesto, existen diferencias muy significativas entre las tradiciones calvinista, luterana, bautista y metodista. La especificidad, los puntos en común y las diferencias entre la Iglesia católica y estas confesiones son objeto de un diálogo continuo (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2000). Además, existe una tendencia más reciente a ser confesional y por lo tanto teológicamente indefinido. Lo más importante es que no existe un equivalente al magisterio católico en las ramas protestantes, por lo que a menudo no está claro en qué consiste la teología oficial protestante. Para los católicos, el Catecismo y los pronunciamientos del magisterio proporcionan una clara orientación. (El magisterio es la autoridad oficial de enseñanza de la Iglesia, encarnada en los obispos, en unión con el papa). Todo el enfoque del magisterio está en la Palabra de Dios, como se encuentra en la Sagrada Escritura y la tradición. Un ejemplo fácilmente abordable es el Catecismo oficial de la Iglesia católica (2000), que ofrece una presentación genuina y sistemática de la doctrina católica sobre la fe y la moral, y que une a todos los católicos incluso a través de diferentes ritos, culturas y zonas geográficas (por ejemplo, católicos romanos, católicos bizantinos, católicos coptos, etc.).
Podría decirse que existe una teología cristiana «ortodoxa» central, común a todas las formas de cristianismo, el tipo de cosa que C. S. Lewis denominó «mero cristianismo» (Lewis, 1952/2001) y puede encontrarse en los diálogos ecuménicos anteriormente mencionados. Pero no está claro que este núcleo sea una tradición teológica viva, por lo que cabe preguntarse si este «mero cristianismo» existe realmente de forma separada a las tradiciones confesionales específicas. En cualquier caso, aunque el «mero cristianismo» se identificara en detalle, no sería oficial en ningún grupo de cristianos, y puesto que se trata de una teología mínima tendría poco que decir sobre muchas cuestiones, especialmente las morales. En resumen, un grave problema de los protestantes en sus esfuerzos para relacionar psicología y teología es que la multiplicidad, y a menudo ambigüedad de las tradiciones teológicas, hace que la integración sea particularmente difícil o se limite a un «mero cristianismo» demasiado simplificado. De producirse una integración protestante de la psicología, creo que deberá provenir de una tradición teológica protestante «bien especificada». Creo que una posición cristiana tan claramente definida es la ambición de enfoque de la Sociedad de Psicología Cristiana (SCP). (Véase también Johnson, 2007).
Al contrastar la multiplicidad dentro del protestantismo con el catolicismo no quiero decir que la teología católica ortodoxa sea estática o sin sus propias controversias internas. Hay escuelas de pensamiento católico bíblico, patrístico, agustino, dominicano, franciscano y jesuita que se identifican legítimamente por compartir la tradición común, pero con perspectivas y acentos divergentes con respecto a algunos aspectos de la persona. Es en estas perspectivas en donde se encuentran las reflexiones posteriores sobre la fe cristiana. Entre los pensadores católicos que representan a diversas escuelas contemporáneas se encuentran Marie Joseph Lagrange, OP (1905), Henri de Lubac, SJ (1987, 1996, 1998), Marie-Dominique Chenu, OP (1950), Karl Rahner, SJ (1961-92, 1994a, 1994b), Yves Congar, OP (2011); Bernard Lonergan, SJ (1957, 1972); Hans Urs von Balthasar (1982-1989), y René Girard (1977, 2001); véase también Bailie, 1995, y Fleming, 2004. Además, y al menos desde John Henry Newman, el concepto del desarrollo histórico de la teología católica ha sido conocido y ampliamente aceptado. No obstante, y a pesar de su aspecto dinámico, la teología católica dispone de una amplia consistencia y especificidad, en especial en lo que respecta a las doctrinas básicas, que permite conocer, mucho más claramente que en el caso de gran parte de la teología protestante, exactamente lo que se está integrando con la psicología.
Si se produjese tal integración en las ramas protestantes, se producirían, por supuesto, muchas superposiciones con otras ramas protestantes, así como una superposición considerable con cualquier integración católica. En cualquier caso, a la hora de desarrollar un modelo de psicología cristiana, la psicología en sí misma es lo suficientemente compleja, sin la necesidad de añadir incertidumbres sobre el tipo de marco cristiano con el que se desea relacionar.
2: LA CUESTIÓN MORAL
No hay duda de que todos los que piensan seriamente en la psicología están de acuerdo en que está íntimamente relacionada con muchas cuestiones morales. Simplemente, no se puede intervenir en la vida de una persona, en particular en el contexto de los problemas interpersonales y emocionales, sin reconocer un contexto moral. Un buen ejemplo es considerar el problema de la ética sexual. Es un lugar común que muchos problemas psicológicos involucran valores y tipos de comportamiento sexual. Tratar con ellos requiere que tanto los psicoterapeutas como los psicólogos teóricos tomen una postura moral. La mayoría de los psicólogos seculares tiende a dejar que el paciente determine la moralidad de las conductas sexuales relevantes, pero esta postura no es fiable. Por ejemplo, los psicólogos seculares a veces abogan por el comportamiento sexual pre- e incluso extramatrimonial como respuesta terapéutica a ciertos tipos de problemas; también es común que los psicólogos tengan una actitud positiva hacia la masturbación y a menudo la propongan como un comportamiento psicológicamente útil. Muchos tienen una actitud igualmente positiva hacia el aborto, y por supuesto, hoy en día, la actitud oficial de la mayoría de los psicólogos hacia los actos genitales homosexuales es de aceptación, normalmente de apoyo. Estas son claramente actitudes morales que no forman parte de ningún tipo de conocimiento científico.
Es significativo que todas estas posiciones morales seculares también se defiendan, frecuentemente, bajo las principales ramas protestantes, al menos en los países occidentales modernos y con la excepción de muchos evangélicos. La aceptación oficial por parte de numerosas sectas protestantes de las relaciones sexuales prematrimoniales, la anticoncepción, el aborto, el divorcio y los actos sexuales homosexuales es bien conocida. La aceptación de esta «nueva» moral va en contra de las normas morales de su propia tradición protestante, que durante cientos de años fueron esencialmente las mismas para todos los cristianos. A principios del siglo XX, las principales ramas protestantes condenaron el control de la natalidad, el divorcio y el aborto, y no podían imaginar un clero homosexual