Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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función de cómo son evocadas por la razón y la voluntad e interactúan con ellas. Algunas emociones se consideran malas en sí mismas: la desvergüenza, la envidia y la malicia (deseando el mal) (Aristóteles, ca. 350 a. C./1941, 1107a9-19). Entre las emociones que se consideran buenas —en la medida en que se fundamentan en la razón— se incluyen el coraje, la modestia y la templanza. Para contribuir a la realización, las capacidades emocionales de la persona deben estar formadas por virtudes morales.

      Para explicar cómo la persona forma estas virtudes basadas en la emoción y por qué las emociones son significativas en la acción moral, el presente capítulo procede de la siguiente manera. La primera parte define una emoción y la distingue del temperamento y los estados de ánimo, y la segunda examina el papel de las emociones en la acción moral y en la vida espiritual, siempre bajo el Meta-Modelo y comparándolo con enfoques reduccionistas. Las secciones tres y cuatro estudian la relación entre las emociones y las influencias ascendentes —de abajo arriba— y descendentes —de arriba abajo—. En el quinto apartado examinaremos el grado de responsabilidad moral de las personas producido por sus emociones, mientras que en las secciones finales analizaremos cómo las capacidades emocionales se forman mediante la virtud, o pueden quedar deformadas debido a los vicios, así como las virtudes basadas en las emociones pueden transformar o sanar los vicios.

      ¿EN QUÉ CONSISTE UNA EMOCIÓN?

      Cualquier intento de integrar los conocimientos teológicos, filosóficos o psicológicos en relación con las capacidades emocionales se encuentra inmediatamente con un obstáculo importante en los aspectos relativos al lenguaje.

      Thomas Dixon (2003) señala que la palabra «emoción» no fue predominante hasta los siglos XVIII y XIX, cuando se convirtió en una palabra y categoría popular en los escritos psicológicos. Antes de ese período, los fenómenos que ahora se denominan comúnmente emociones se estudiaban en términos de pasiones, afectos o sentimientos (Dixon, 2003). Los intentos iniciales de vincular la emoción, tal y como la trata Aquino, con la psicología moderna, se encuentran en las obras de Magda Arnold y Robert Edward Brennan (Arnold, 1960; Brennan, 1941; véase también Shields y Kappas, 2006).

      Aquino (1273/1981) se refiere a los movimientos del afecto sensorial (apetito sensorial), que frecuentemente llama pasiones. Asimismo, los distingue de los afectos del intelecto (apetito intelectual), a los que llama voluntad (III, 15.4 y I-II 22.3; véase también Lombardo, 2011, pp. 75-77). Juan de Damasco (ca. 745/1958) define una pasión como sigue:

      Un movimiento de la facultad apetitiva [capacidad afectiva] que se percibe como resultado de una impresión sensorial del bien o del mal. También puede definirse de otra manera: la pasión es un movimiento irracional del alma debido a una impresión del bien o del mal (II.22).

      Aquino (1273/1981) afirma que el movimiento de las capacidades afectivas sensoriales va siempre acompañado de un cambio corporal (I-II, 22.2 ad 3). Así, cuando uno experimenta miedo o ira, el corazón puede acelerarse o las manos temblar. Estos cambios corporales están relacionados más propiamente con los afectos del apetito sensorial que con los afectos relacionados con la voluntad, y también pueden ser más evidentes en el caso de las pasiones (Aquino, 1273/1981, I-II, 22.3; Lombardo, 2011, pp. 75-77; Miner, 2009, p. 35). No obstante, los afectos de la voluntad también se acompañan de algún cambio corporal, al menos a nivel neurológico, debido a que las personas constituimos una unidad de cuerpo y alma (Aquino, 1273/1981, I-II, 22.1). Propiamente hablando, solo Dios y los ángeles, que no tienen cuerpos físicos, pueden experimentar afectos, como la ira, sin algún cambio corporal (Aquino, 1273/1981, I, 82.5 ad 1; I-II, 22.1 y 22.3; Siegel, 2012, §AI-27). Aunque son distintos, los afectos intelectuales (voluntad, intención, elección) y los afectos sensoriales (pasiones) no están completamente desconectados. Aquino (1273/1981) señala que los afectos de la voluntad se desbordan frecuentemente en el apetito de los sentidos y excitan pasiones, como la alegría de la contemplación, que se desborda para aliviar la pena (I-II, 38.4 ad 3 y 77.6; Lombardo, 2011, pp. 89-93) o la alegría de comprender la pena bajo el contexto de un nuevo significado (Frankl, 1959).

      Esta categoría más moderna de emoción es más amplia y difícil de definir que la pasión o el afecto en el pensamiento de Aquino. Dixon (2003) observa de forma pesimista que «una excesiva inclusión de la “emoción” ha hecho imposible la existencia de un consenso sobre lo que constituye una emoción» (p. 246). Esta dificultad para reducir el significado del término «emoción» se ha visto exacerbada por el hecho de que el interés por las emociones se ha extendido más allá de la religión, la filosofía y la psicología, para alcanzar otros campos como la neurociencia y el derecho.

      A pesar de este desafío, la palabra emoción sigue siendo útil, en particular en este trabajo de integración (Damasio, 1994). Tal y como hemos mencionado, el término se utiliza en múltiples disciplinas y es lo suficientemente amplio como para incluir la pasión y el afecto. Por tanto, todas las pasiones que Aristóteles o Aquino tratan en detalle serían ciertamente consideradas actualmente como emociones bajo cualquier definición del término. No obstante, a la luz de los trabajos de Dixon y dados los variados usos del término, es importante explicar la emoción debido a que la utilizaremos en el resto del presente capítulo.

      Distinguimos la capacidad de emoción de la persona de los actos de emoción, así como de una disposición de esa capacidad. Mediante nuestra capacidad emocional, los seres humanos percibimos afectivamente el significado de la realidad, en diálogo con nuestras cogniciones sensoriales-perceptivas. Esto constituye el primer paso de la inteligencia general, con el apoyo de las emociones (las emociones implican un paso básico en el conocimiento del mundo exterior, por ejemplo, hacia el acercamiento o hacia la evitación). La comprensión y el razonamiento de una persona sobre la verdad están relacionados con las emociones. Por ejemplo, la verdad sobre el concepto de bueno o malo se encuentra ya desde la infancia temprana, en la formación de la representación interna de la buena y la mala madre, es decir, cuando la madre es vista como toda buena y amorosa o toda mala y cruel. Nuestras emociones afectan asimismo a nuestra capacidad de expresar bondad hacia los demás. Existen muchas emociones, como el miedo, la audacia y el deseo, que tienen influencias sociales y espirituales. La capacidad de emoción es en sí misma inherentemente buena. Una emoción constituye una respuesta afectiva corporal personal a la realidad. A través de la emoción, las personas se conmueven por los valores y la inteligibilidad que experimentan. Este movimiento emocional queda influenciado por juicios racionales, así como por fuerzas sociales y por la gracia divina. Las expresiones particulares de las emociones son buenas, neutras, o malas. Con el tiempo y a través de actos emocionales repetidos, las capacidades emocionales de la persona adquieren disposiciones buenas o malas, lo que influye a su vez en sus respuestas emocionales futuras.

      Esta definición reconoce que las emociones implican movimiento (Wojtyła, 1979, p. 224). Dependiendo de si el estímulo se percibe como atractivo o repulsivo, las emociones «evocan movimiento» (Siegel, 2012, §AI-27). Preparan a la persona para dirigirse libremente hacia un valor percibido, o alejarse de él (Wojtyła, 1979, p. 251; véase también, Frijda, 1986, p. 71). Por ejemplo, cuando una persona experimenta asco, se aparta del objeto del asco o busca su eliminación (Scarantino, 2016, p. 22). Esta definición también reconoce que las emociones (o capacidades afectivas sensoriales) interactúan con la cognición sensorial-perceptiva de la persona, así como con su razón y voluntad y con sus capacidades interpersonales, tal y como puede apreciarse en la tabla 14.1. (Siegel, 2012, §AI-27; Miner, 2009, pp. 65-82). No obstante, es necesario tener en cuenta que numerosas emociones se experimentan de forma inconsciente. Frecuentemente, la psicoterapia trata de hacer que la persona sea consciente de sus emociones irracionales.

      ¿EN QUÉ SE DIFERENCIA EL RELATO DEL META-MODELO SOBRE EL PAPEL DE LAS EMOCIONES EN LA VIDA MORAL DE LOS ENFOQUES REDUCCIONISTAS?

      Lamentablemente, hasta el recientemente renovado interés en la ética de la virtud, el tratamiento de las emociones por parte

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