Política y Academia. Martha Soledad Montero González
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No podemos, entonces, diferenciar estas condiciones ontológicamente, pues tales descripciones se comportan en el mismo marco, en el mismo mundo; no puede darse una separación de dos mundos o universos distintos. Lo que sugiere la lectura epistémica de Allison es que la distinción refiere a dos puntos de vista: uno que corresponde al del entendimiento y que ve la acción humana como un fenómeno más sometido a las leyes naturales, y otro que ve en la acción humana desde la perspectiva nouménica y que refiere por tanto a un carácter inteligible.
Con todo ello y bajo los postulados arriba señalados, autores como Luis Eduardo Hoyos sugerirán entonces que Kant sí pretendía adscribir la libertad como atributo humano sin con esto generar una contradicción con las leyes naturales33. Similar es la posición de Ileana Beade, al afirmar que abordar una lectura compatibilista del idealismo trascendental es permitir la discusión práctica34. Ello implica, desde nuestra lectura, que siendo el ser humano libre puede pensarse en un espacio para la deliberación y con ello atribuirse o no responsabilidad, ello dado desde un carácter inteligible y no natural. Llegados a este punto, se hace necesario matizar esta última distinción no sin antes insistir en la importancia de esta hipótesis.
Por ejemplo, dentro de un contexto de formación, la libertad, en cuanto atributo humano, dependería del desarrollo de la autonomía en un contexto que así lo posibilite. Dentro del sistema kantiano ello apunta hacia la Ilustración, empero, queremos dejar este lugar común y preguntarnos si el formarse está relacionado o no con determinaciones físicas. De ser así, la formación y los procesos de educación no podrían apelar al carácter inteligible, esto en la medida en que se acomodan a las descripciones físicas y no libres. De ahí que nuestro último momento nos lleve al planteamiento de una distinción epistémica entre la libertad y las leyes naturales.
Una distinción epistémica
En las secciones precedentes hemos mostrado cómo para Kant la antinomia se basa en una ilusión de la razón y no en un conflicto, pues devela que la causa por libertad puede existir junto con la causa determinada por leyes naturales. El quid del asunto es que ambas proposiciones tienen dos propósitos distintos y están orientadas a mostrar, por un lado, que lo que expresa la libertad es la posibilidad de comienzos causales no temporales y, por otro, que en el ámbito de los fenómenos lo que tenemos es la explicación encadenada de una serie causal35. Luego, el comienzo causal de la libertad evidencia una causa incondicionada de decisión y la causa temporal es una descripción del desarrollo necesario entre un evento y otro.
Ahora, la causalidad por leyes naturales ha tenido un particular tratamiento, ya que siempre se ha expuesto con base en lo que sucede dentro de la observación de los fenómenos, mientras que la causalidad por libertad se ha focalizado enteramente en la agencia humana. Ello no implica que no puedan darse relaciones necesarias de causalidad fenoménica en el ser humano. De hecho, en cuanto seres físicos estamos inmersos también dentro de las causas temporales, un ejemplo de esto son los procesos de envejecimiento o incluso morir. Al respecto debemos reconocer que los propósitos señalados estarían anclados al reconocimiento de dos ámbitos característicos del ser humano. Así pues, estamos frente a un carácter doble, que permite dar cuenta de la “posibilidad de conciliar la causalidad por libertad con la ley universal de la necesidad de la naturaleza”36.
Los dos tipos de explicaciones que se pueden dar del ser humano nos permiten comprender a) la distinción entre lo fenoménico y lo inteligible, y b) la posibilidad de pensar ideas regulativas. En lo que respecta a la distinción epistémica se trata de reconocer que un mismo objeto pueda ser valorado desde diversos puntos de vista donde le surgen características diferentes. Ahora, esta distinción es sobre el sujeto que puede ser definido desde sus características físicas y al mismo tiempo desde sus características inteligibles.
Desde el punto de vista fenoménico, si tomamos como ejemplo un tropiezo y una posterior caída de nuestro cuerpo, y en consideración a la densidad, masa y volumen de este, la aceleración es inevitable tomando una velocidad basada en magnitudes de tiempo y longitud al acercarse hacia el centro de la Tierra: así, hay una causa y un efecto para la caída, y esto se acopla por supuesto a la causalidad según leyes naturales. Para el caso de la causalidad por libertad y por ende del carácter inteligible, no es posible explicarse de este modo, sino mediante un surgimiento espontáneo no referente físico, es decir, cuando decido actuar frente a mentir o no, por ejemplo37.
Por otro lado, desde la perspectiva del carácter fenoménico, se trata de reconocer que el sujeto está inmerso en una cadena secuencial (temporal) de hechos que lo ubican como elemento empírico; por consiguiente, darle al sujeto un carácter fenoménico es dotarlo de un espacio en el orden natural; y desde el carácter inteligible, es ver a este mismo sujeto como una cosa en sí misma, como un ser nouménico que tiene la capacidad de seguir lo que le dicta su propia deliberación. Por tanto, en palabras de Kant, el agente
No comenzaría ni cesaría en él ningún acto, no estaría, por tanto, sometido a la ley de toda determinación temporal, de lo mudable, es decir, a la ley según la cual todo cuanto sucede tiene su causa en los fenómenos (de su estado anterior)38.
Al respecto de esta distinción, Allison sostiene que el idealismo trascendental abre toda una forma de comprensión tanto de lo fenoménico como de lo nouménico, donde lo primero se conoce y lo segundo se puede pensar39. Incluso, como lo hace ver Beade, en la estética trascendental ya se expone que la doble perspectiva entre fenómeno y noúmeno es la puntual diferencia entre el objeto, tal como aparece ante nosotros, y el objeto tal como es en sí40.
Con relación a lo anterior, esta noción de cosa en sí o de noúmeno no busca generar conocimiento alguno, más bien lo que se intenta con ella es mostrar la posibilidad de tener una representación puramente indeterminada de lo no sensible. Si bien es dificultoso de exponer, este noúmeno se hace necesario a fin de considerar nuestras acciones como enteramente libres y de ahí juzgar si hay responsabilidad moral en tales acciones, pues desde un carácter fenoménico no habría tal responsabilidad porque sería una concatenación de eventos sensibles.
Con todo ello, nos encontramos entonces frente a la posibilidad de indicar que el sujeto en Kant puede tanto conocer como pensar, solo basta perfilar los límites de cada noción. Ante esto, en un pasaje de la sección “Explicación de la idea cosmológica de una libertad en conexión con la necesidad universal de la naturaleza”41, Kant nos muestra los límites del mundo fenoménico:
Desde luego, entre las causas fenoménicas no puede haber nada capaz de iniciar, por sí mismo y en términos absolutos, una serie. En cuanto fenómeno, todo acto que produzca un acontecimiento es, a su vez, un acontecimiento o suceso que presupone otro estado en el que se halla su causa. Todo lo que sucede no es, por tanto, más que continuación de la serie, no siendo posible en ésta un comienzo que se produzca por sí mismo. Así, pues, todos los actos de las causas naturales en la serie temporal son, a su vez, efectos que presuponen igualmente sus causas en la serie temporal. Una acción originaria en virtud de la cual se produzca una novedad que antes no existía no es algo que pueda esperarse de la relación que enlaza causalmente los fenómenos42.
De acuerdo con Beade, aquí lo que Kant está indicando es que a lo fenoménico le es imposible hacerse de una causa originaria43. No obstante, este fragmento está acompañado de un contraste adversativo que es clave para nuestro problema:
Pero, si los efectos son fenómenos ¿sigue siendo igualmente necesario que la