Filosofía en lengua castellana. Группа авторов

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política de la pensadora judeo-alemana. Al margen de su interés en torno a la tradición del pensamiento político (compartido con Arendt38), la profesora chilena tiene en mente un propósito actual: intentar revisar “los asomos de propaganda totalitaria que se pueden detectar en la red de comunicaciones actuales”39. En este trabajo, mucho más específico y crítico de Cordua sobre la problemática tratada desde Arendt, emergen sutilezas intelectuales que en su trabajo posterior cuesta encontrar, las que vale la pena explicitar en este contexto. Cordua comenta que “Arendt tiende a minimizar, como siempre que se ocupa del totalitarismo, las posibles similitudes entre este género de política y otros aparentemente comparables”40, y agrega, “también en el caso de la propaganda, que forma parte central del programa y el ejercicio del poder totalitarios, se trata para ella de un fenómeno peculiar que hay que mantener separado de cosas como la publicidad comercial o la propaganda electoral en las democracias”41. Así es como Cordua plantea la pregunta sobre las formas actuales de propaganda política que pueden ser comprendidas a partir de los análisis arendtianos basados en las funciones de la propaganda totalitaria.

      Para llevar a cabo este desarrollo, Cordua parte de las premisas que caracterizan la propaganda totalitaria en Los orígenes del totalitarismo de Arendt, poniendo el énfasis en dos direcciones exploradas y bien diferenciadas. Primero, a) la propaganda totalitaria se dirige exclusivamente a las masas (no a las élites ni a las turbas), teniendo que cambiar a menudo su estrategia por la inestabilidad de las mismas. De hecho, destacará un perfil específico según el movimiento político totalitario que la enuncie, el cual aún intenta establecerse en el poder, o bien la difunda el gobierno total, establecido ya o durante su ejercicio. Además, b) la propaganda adquiere ribetes diferentes en la medida en que esté orientada al consumo de militantes de los movimientos totalitarios o a toda la ciudadanía. Incluso, c) hay una tercera variante que depende del grado de dominio que aquellos que realizan la propaganda tienen sobre sus receptores, variaciones específicas que suelen faltarle a la propaganda comercial según Cordua. Segundo, existe una estrecha relación que es decisiva entre la propaganda totalitaria y el miedo y el terror, relación poco frecuente en la propaganda comercial o publicitaria. Cordua desde Arendt42, destaca cinco ejemplos actuales sobre esta relación que pasaremos a describir sucintamente a continuación para terminar, posteriormente, con algunas conclusiones:

      1) ‘La propaganda que aprovecha el modo racial de pensar’. Para Cordua, un grupo resulta fácil de movilizar propagandísticamente con el fin de que adopte conductas racistas, desde el pensar en términos raciales, entendido como hábito. Incluso, bajo este modo de pensar, es posible movilizarlos a que adopten medidas discriminatorias contra miembros de un grupo definido solo por su raza. Cordua se apoya en palabras de Arendt: “los nazis estaban seguros de que su mejor «propaganda» sería su misma política racial, de la que, pese a la ruptura de muchos otros compromisos y promesas, jamás se desviaron por oportunismo. El racismo no era ni un arma nueva ni un arma secreta, aunque jamás se había utilizado antes con tan cabal coherencia”43.

      2) ‘Noticias que difunden la posibilidad de que el Estado espíe a los individuos’. Cordua destaca que la autoridad pública puede insertar de manera muy eficiente mecanismos de control en los ciudadanos y observarlos atentamente en su propia intimidad “mucho más allá de lo tolerable” (una verdadera implementación del modelo anunciado por Orwell del Big Brother). No obstante, lo que no hay que olvidar es que “la difusión de la noticia de que tales modos de espionaje y de control son posibles atemoriza a los individuos y los induce a practicar formas de autocontrol y autocensura restrictivas de su libertad”44.

      3) ‘Profecías que propagan un supuesto conocimiento del futuro’. Una consecuencia de la popularización de la tecnología, de su planificación y cientificismo obstinado, ha sido la generalizada creencia de que los medios modernos nos entregan un conocimiento actual del futuro, superstición mezclada generalmente con las profecías propias de la ingeniería social. Desde dicha superstición nace la propaganda asociada a la toma de decisiones políticas. Su argumentación es simple y vacía: aluden a un conocimiento del futuro para dejar fuera opciones políticas que no son de su interés, pudiendo evadir la peligrosidad del futuro, considerando, por supuesto, el sinsentido de que ‘podrían conocer el futuro inevitable’.

      4) ‘Propaganda que amenaza con el uso de una fuerza superior’. Considerando países como Inglaterra y EE.UU., y en el marco de conflictos como la guerra y ‘el terrorismo’, Cordua plantea que las guerras solo se declaran a alguien que responde a la declaración expresando que efectivamente ‘están en guerra’. A propósito de esto, señala: “la relación entre naciones, por odiosa que sea, deja de ser bélica si falta el acuerdo de ambos de luchar entre sí. Cuando a una nación poderosa le incomoda que otra de menos poder desobedezca sus órdenes, no existe todavía por eso una situación propiamente bélica. De manera que la «guerra contra el terror» no es una guerra, sino tal vez el intento de ciertas naciones de establecer un totalitarismo internacional autodesignándose líderes incuestionables del mundo”45.

      5) “Supresión de toda propaganda en los campos de prisioneros o en situaciones en las que el poder dominante ha suprimido cabalmente las posibilidades de resistencia o de rebeldía”46. Para Cordua, Arendt pone en el tapete un elemento característico de la propaganda totalitaria: esta es suprimida en los campos de concentración. No hay necesidad de amenazar o convencer sobre algún asunto a los prisioneros, pues allí reina el terror de los ocupantes de manera permanente y sin límites. Quedaron sin posibilidad de ninguna iniciativa. Cordua lo expresa descarnadamente: los prisioneros son un “pedazo de humanidad que cayó bajo esta peculiar versión de su poder [el totalitario]”47.

       5. Conclusiones

      En vistas del tratamiento anterior, podemos establecer algunas conclusiones relativas al tema. En primer lugar, la libertad es entendida como el principio político que entrega la capacidad de hablar y actuar, teniendo a su vez una existencia limitada espacialmente. En segundo lugar, Arendt ve en la sociedad de masas un antecedente peligroso del Estado totalitario, sociedad en la que se anulan las diferencias y los individuos se ven nivelados en un grupo de iguales, apostando por la uniformidad social, lo que en esencia, es un peligro para la pluralidad, condición sine qua non del ejercicio político. En tercer lugar, el modo de aproximación de Cordua en torno a Los orígenes del totalitarismo es adecuado, aunque bastante esquemático. Su fijación en la distinción entre poder y violencia resulta esclarecedora de los regímenes totalitarios, aun cuando pudiera perder profundidad en su análisis de otros aspectos del totalitarismo tomando esta opción. Al distinguir entre poder y violencia, resalta uno de los grandes aportes de Arendt a la teoría política contemporánea: el poder se vincula a la acción y la palabra, a la política, a los asuntos humanos; en él preceden los fines por efectuar, siendo aquello que faculta a un grupo para actuar y necesita legitimidad a la que apela en el pasado; la violencia, en cambio, se vincula al silencio, a la antipolítica, a los análisis técnicos; es un medio al servicio de fines y busca justificación en el futuro. En cuarto lugar, es interesante cómo Cordua destaca el papel de la propaganda totalitaria desde Arendt, haciendo hincapié en cinco puntos concéntricos, muy sugerentes para nuestra actualidad: la propaganda aprovecha el modo racial de pensar, opera con noticias en las que se visualiza la posibilidad del Estado como espía, instala la idea de profecías que asumen un conocimiento del futuro, propagan la amenaza en torno al uso de una fuerza superior, y sugiere la ausencia de propaganda en el caso extremo de los campos de concentración. Con todo, creemos que la voluntad de comprender que une a Cordua y Arendt se expresa por doquier. En muchos de los aspectos revisados aquí se deja ver que sus similitudes son particularmente fecundas: mujeres, profesoras, investigadoras, escritoras, filósofas, referentes de opinión, etc. Todo esto se vuelve manifiesto cada vez que volvemos a las palabras de Arendt, las cuales Cordua siempre hace suyas en el ejercicio reflexivo del pensar filosófico y político: “lo esencial es para mí la necesidad de comprender […] lo que quiero es comprender”48. De una u otra manera, ambas constituyen un espacio de comprensión; de una u otra manera, nos orientan en un mundo

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