Filosofía en lengua castellana. Группа авторов

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cada uno. La libertad y posibilidad en el ser humano, le otorgan el privilegio, según nuestro autor, de vivir con la culpa de las consecuencias de nuestros actos. Agregaríamos nosotros que si pensar hacia el límite es un riesgo, y este se concretiza en cada aspecto de nuestra vida, incluido la esfera política con la democracia, el riesgo se convierte, entonces, en una resistencia a la alienación ideológica, en cuanto, por un lado, la lucidez propia del pensar filosófico rehúye el embotamiento de la conciencia, y por el otro, el diálogo y la apertura del ideal democrático son una posibilidad real de dirimir los conflictos entre las distintas visiones que pudiesen existir sobre la convivencia política. Es decir, son una resistencia porque ambos son contrarios a los fanatismos en que predomina el dogmatismo de las ideologías. En síntesis, tanto el pensamiento al límite como la democracia son el riesgo al cual deben encaminarse los individuos para que, de un modo racional y pacífico, se enfrenten a los proyectos ideológicos que buscan reducir y subyugar al ser humano, convirtiéndolo en un medio útil y no un fin en sí mismo.

      Ahora bien, ¿En qué sentido la democracia es pensada como un modo de resistir al automatismo y el embotamiento que sustraen al ser humano en su pérdida de sí? ¿Y por qué Millas defenderá con tanto ahínco la posibilidad de la democracia como organización política? En lo que sigue, estableceremos una relación entre el pensamiento hacia el límite de la filosofía con la democracia, ambos ámbitos que buscan principalmente rescatar la individualidad del ser humano que ha sido anulada por la violencia de las ideologías.

       3. De pensar hacia el límite, democracia e ideologías

      Para intentar responder las últimas interrogantes, debemos volver sobre algunas ideas. Se mencionó que la ideología, sumada al irracionalismo, enmascara la violencia. Algunos constructos ideológicos que respaldan o promocionan la violencia, la utilizan al mismo tiempo para avalar su dogma, o para acrecentar su fuerza y poder, o para justificarse. Todas, sin embargo, coinciden, según Millas, en “la insensibilidad frente al sufrimiento concreto e individual del hombre y la capacidad para trascenderlo”15. A la insensibilidad, debemos agregar la falsificación de la realidad, el privilegio de la violencia y la anulación del hombre por el hombre. En cambio, en Jorge Millas la filosofía y la democracia se destacan como puntos antagónicos, como posibles salidas con las que cuenta el hombre para no someterse a dicha subyugación. Respecto a la democracia, considera que es el riesgo de la convivencia social y el problema político en que converge la pluralidad y la diferencia. La democracia, entonces, será la forma de organización social más justa para que el sujeto pueda ejercer plenamente su individualidad y logre desplegar su propia condición a través de una comunidad libre de dominación, subyugación, y en especial, de violencia. Al respecto, Hurtado subraya que Millas comprende por violencia no solo aniquilar físicamente al adversario, sino también de anularlo intelectual y moralmente16. Además, esta tiene distintos grados y lógicas: ilegitimidad, injusticia, temor, absolutismo y sujeción. Por lo tanto, si la ideología constituye un sistema de valores con carácter totalizador –dogmática– es evidente que no dejará espacio ni al diálogo, ni a la apertura de la conciencia moral (lo que denomina Millas como el embotamiento de la conciencia), y como consecuencia, convertirá al ser humano en un autómata, en un ente banal ante sí mismo, adormecido en su conciencia individual, incapaz de tomar relación con el mundo y los otros, en síntesis, convertido en cosa17. En las antípodas de este panorama, lo que aboga Millas es a la amplitud de la razón para que el ser humano tienda a posesionarse en su totalidad, es decir, sea consciente y responsable de sus intenciones, convicciones, de su voluntad y de sus sentimientos. A la par de esta antípoda se encuentra su defensa férrea respecto a este orden cívico, ya que es el mejor modo que hemos desarrollado en la historia para reconocer el derecho a ser individuos y desarrollar nuestra convivencia integral. Si el pensar es un interés afirmativo por la vida –se dirige a todo aquello que nos permite, de hecho, vivir del mejor modo, de forma más valiosa– la actividad filosófica enriquece también nuestra experiencia social, impulsándonos a vivir acorde a un postulado moral que reafirme aquello que consideramos valioso en la vida.

      ¿Qué relación habría, según Millas, entre democracia y filosofía? Que ambas son resistencias a la pérdida de la individualidad y contribuyen a comprender que el ser humano es intocable. En una entrevista de 1981 al diario Las Últimas Noticias, resume de modo conciso todo lo que describiremos a continuación: “Para mí –dice Millas–, más que represión, más que política de los gobiernos, es un problema moral, que comienza con la necesidad absoluta de convertir a la vida humana, realmente en algo intocable”18.

      En resumen, tanto la filosofía como la democracia son, de modo general, maneras de resistir a los atavismos ideológicos del siglo XX. En lo que atañe a la filosofía, esta intenta pensar radicalmente la experiencia, y con ella, el propio pensamiento que la piensa19. Pues, la actividad filosófica, impregnada en una visión quiásmica con la vida cotidiana, no solo es considerada como un cúmulo de ideas, representaciones y juicios del mundo, sino más bien son fuerzas, es decir, “actitudes e incentivos que mueven la sensibilidad y la conducta de las gentes en un sentido total”20; más aún, la vida se vuelve un desafío, y hay que atenderla con la responsabilidad y el poder redentor del pensamiento. Por lo tanto, en la fuerza de estas ideas, existe la capacidad de librar al ser humano de vivir como autómatas, le permite vivir de modo auténtico, evitando así que caiga en los tipos de voluntarismos iluministas que hipnotizan al hombre y lo subyugan a la dogmática de su verborrea ideológica. En una entrevista de 1981, para el diario La Tercera, en el período en que Millas había decidido renunciar a la Universidad, por ese entonces cautiva del régimen de Pinochet, ante la pregunta por el hecho de que se proyectaba restringir de la planificación curricular en enseñanza media la asignatura de Filosofía, Millas realiza un análisis respecto al error que supone la eliminación de esta disciplina, ya que para él corrige dos graves riesgos de la cultura contemporánea: primero, solo la filosofía permite el pensar en la totalidad y generalidad, e impide de algún modo la excesiva especialización de los saberes. Y segundo, vivimos –dice él– en un mundo que además está dislocado por las ideologías. Si la ideología enmascarada de violencia sacrifica al hombre, construyendo a la larga un sistema de dominación del hombre por el hombre, convirtiendo en dogma lo que es dudoso, y transformando las pasiones en simulacro de ciencia y convicción, la filosofía podría protegernos de estos peligros, ya que nos enseña a defender la autonomía de la razón y nos aporta al mismo tiempo una ética del deber, ya que al abrir la conciencia al mundo, ve su solidaridad con la realidad humana y la totalidad del universo21. En la respuesta de Millas, se menciona el marxismo como ejemplo de ideología, y el peligro que existe de coartar la libertad y la individualidad en el ser humano ante este dogmatismo:

      El ejemplo mejor de una ideología de este tipo es el marxismo, que se llama científico, convirtiendo una posibilidad de concebir la sociedad humana en la única concebible. Para mí el principal error del marxismo es el dogmatismo intelectual. A mí me tiene sin cuidado si expropian los medios de producción, pero sí me tiene con mucho cuidado que los marxistas expropien la libertad y la inteligencia22.

      Otro ejemplo que podemos citar del análisis respecto al ser humano hundiéndose en el conformismo de la ideología, subsumido en las máscaras de la violencia y la filosofía como resistencia, es cómo Millas considera que el ser humano, devenido en el hombre masificado o atrapado por la sociedad de masas, es un ser enajenado, despersonalizado y anestesiado por los fetiches ideológicos. Para el filósofo, el ser humano corre el peligro de convertirse en un ente banal frente a sí mismo. Aquello lo explicita en el libro de 1962 El desafío espiritual de la sociedad de masas, en que diagnostica lo siguiente: “El hombre masificado, convertido en corpúsculo inerte del arenal humano, es otra versión del fracaso de ese ideal de humanidad que en vano proclamaron las antropologías utópicas del pasado”23. El texto citado se extrae del momento en que Millas describe la fase histórica en el desarrollo del hombre que deviene, luego de la modernidad, en la sociedad técnica de masas. Aquella nueva condición supondría no pocas amenazas, una de ellas, la más importante, es la que se acaba de mencionar, es decir, la pérdida de individualidad

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