Filosofía en lengua castellana. Группа авторов

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pierde el sentido propio del ser sujeto, se ve anulado en lo más propio de su espíritu: la conciencia y libertad. Frente a dicha situación, Millas nuevamente opondrá una filosofía que implica responsabilidad y compromiso ante el destino del ser humano, es decir, comprende la actividad filosófica como una postura de vida inseparable de ella misma, por consiguiente, el fin de vivir será llevar el pensamiento al límite para abarcar –de lo posible– la totalidad, es decir, la totalidad del saber, la totalidad del mundo, de la historia, y del destino del ser humano. Que el pensar filosófico sea entendido como un ejercicio en el límite de nuestras facultades –límite de preguntar y responder, dirá él– supone, al mismo tiempo, poner en tensión a la inteligencia y presentar de este modo una resistencia a la servidumbre, al enceguecerse ante los falsos ídolos, y el oscurecimiento y falsificación de lo real, es decir, nos evita subsumirnos en cualquier proyecto ideológico.

      En este punto, es conveniente enfatizar que Millas no solo reaccionó frente al problema de la masificación que caracteriza la tecnificación de la sociedad moderna, sino que, como antes se mencionó, fue contrario al marxismo que pretendía a través de la institucionalización política, la negación del individuo a expensas de la exaltación del Estado, y fue explícito en su crítica al liberalismo que favorece lo impersonal de la existencia –hoy acrecentado a través de la modernización capitalista–, reflejado en el egoísmo moral de sus tesis o en el fundamento individualista de su sistema ideológico.

      Respecto al marxismo, Millas en una parte del ensayo La violencia y sus máscaras, sostiene que el interés filosófico del marxismo en su crítica a la cultura burguesa deriva del uso particular que se hace del término hegeliano de enajenación, en particular, del trabajo asalariado en la sociedad capitalista. Dice Millas:

      Lo esencial del concepto, en parte según lo construyera Hegel, pero sobre todo como lo reelabora Marx, arranca de la observación de que el hombre se hace ajeno a su propia esencia al quedar a merced de poderes que actúan a través de los objetos que él mismo ha creado. Perdido en sus propias producciones – sugiere el concepto– el hombre deviene extraño a sí mismo24.

      Ahora bien, aquella crítica de Marx de comprender la ideología como una inversión de la realidad o falseamiento de esta, deriva luego en el examen de la denuncia de explotación del hombre por el hombre -la vida enajenada-, de modo que, como se señala en la cita, el síntoma de la enajenación en el ser humano sería quedar atrapado bajo poderes que actúan a través de los productos u objetos él mismo ha creado; sin embargo, en el análisis de Millas, el marxismo en este punto incurre en la contradicción de no lograr ver que la violencia también puede ser considerada como una forma particular de explotación. En otras palabras, si Marx se vale del concepto de enajenación para elaborar su crítica sobre los intereses burgueses, luego el revolucionario marxista es el que utiliza la violencia con el supuesto fin de liberar al hombre, contradiciéndose, ya que lo que hace en realidad es atarlo a otro tipo de enajenación. Por un lado, se denuncia la deshumanización y despersonalización que ocurre, efectivamente, por la apropiación de la fuerza de trabajo del asalariado, pero luego se presenta la paradoja que el marxismo pregona el uso de la violencia como método de liberación, de este modo se busca liberar al hombre para luego someterlo, se presenta un proyecto emancipatorio para luego de inmediato caer en la sumisión. Dice Millas:

      Pues he aquí cómo, para desenajenar al ser humano convertido en cosa ajena, lo anulamos, apropiándonos de él mediante la violencia, que lo hace pasar a nuestro dominio, convertido en mero instrumento de los fines humanitarios25.

      En este sentido, poco importa para Millas si se trata de la explotación económica del trabajador por parte del capitalista o si se trata de la justificación del revolucionario de ejercer terror para trascender hacia una sociedad libre, lo decisivo es que unos hombres hacen uso de otros hombres como simples recursos para lograr sus fines. En el ensayo, agrega que no solo la violencia se trata de la aniquilación física, también tiende a sumar la anulación intelectual y moral, ya sea de las víctimas que ni siquiera se pueden reconocer como tales, como también de los victimarios, aquellos que pierden su libertad, en el minuto que decidieron adherirse a una retórica ideológica.

      Respecto al liberalismo, lo que Millas critica de esta ideología es la negación de la realidad social que desconoce la interdependencia y la responsabilidad, la anulación de la personalidad, y también el sentido de libertad que se instrumentaliza con el propósito de fomentar la sociedad de mercado. Lo último, lo expresa en un ensayo sobre el concepto de libertad en el autor austriaco Friedrich von Hayek.

      El neoliberalismo, ideología contemporánea que sustenta una defensa de la libertad en tres ejes: la libertad de poder elegir, la libertad de poder competir y la libertad de libre mercado a expensas de un Estado central, se sostiene bajo un individualismo y egoísmo moral que conlleva un proceso impersonal en que el mercado, en su orden espontáneo, aniquila o socava las posibilidades de desplegar la personalidad, en cuanto esta solo sería un espejismo de la sociedad colectiva, modelo que para esta ideología impide la libertad individual. El neoliberalismo lo que propone, por cierto, es un modelo social centrado en la autodeterminación individualista e insolidario. Al respecto, Hayek en un capítulo que tiene por título “Adiestramiento de la libertad”, defiende según él una sociedad libre frente a los reparos éticos propios de una sociedad primitiva. Dice el austriaco:

      Todo lo que una sociedad libre ha de ofrecer es la oportunidad de buscar una posición conveniente, con todo el riesgo e incertidumbre inmanentes que tal búsqueda de mercado para las dotes de uno debe suponer. A este respecto es innegable que la sociedad libre somete a la mayoría de los individuos a una presión que a menudo les agravia. Pero es mera ilusión pensar que en algún otro tipo de sociedad el hombre se vería libre de tal presión. La única alternativa existente para la presión que la responsabilidad por el propio destino trae consigo es el máximo grado de aborrecible presión encarnado en las órdenes personales que uno debe obedecer26.

      En cambio para Millas, esta nueva versión del liberalismo incurre en una afirmación falaz al sostener que el mejor orden social (y el único posible según se desprende del texto de Hayek) se refleja a partir de las capacidades y esfuerzos individuales, y ello evidencia una ceguera para la real situación social y una utopía autojustificadora que obvia el sentido de responsabilidad para con aquellos que se encuentran en una posición más vulnerable, o en menoscabo de condiciones materiales para vivir. Lo que plantea Millas es un personalismo existencial, específicamente en el capítulo quinto del libro Idea de individualidad en que sostiene que la perfección y grandeza personal solo son posibles a través de la expansión de nuestro ser, es decir, a través del contacto y comunidad con otras almas. En efecto, el chileno afirma que para alcanzar las condiciones materiales que hagan sostenible la existencia, o que hagan de la sociedad política un órgano regulador de la vida material, semejante propósito solo puede ser realizado por una organización colectivista de la economía que, en sus términos, son las de una nueva Economía del Estado. En este punto, consideramos valioso contrastar lo último con la visión sobre la justicia social en Friedrich von Hayek. Para el austriaco, esta concepción de justicia es negativa, en cuanto el Estado se atribuye la potestad de decidir los fines para cada persona en particular, haciendo que el orden de mercado se transforme gradualmente en un orden totalitario. Dice Hayek en un trabajo titulado Los principios de un orden social liberal:

      Que, a pesar de todo, el concepto de justicia se haya aplicado a la distribución de ingresos en forma tan fácil y habitual, es la entera consecuencia de la errada interpretación antropomórfica de la sociedad como una organización antes que como un orden espontáneo. En este sentido, el término “distribución” es tan equívoco como el término “economía”, dado que también sugiere que algo que en realidad es el resultado de fuerzas ordenadoras espontáneas, sería el resultado de la acción deliberada. Nadie distribuye ingresos en un orden de mercado (como habría sido hecho en una organización), y hablar –con respecto al primero– de una distribución justa o injusta es, entonces, carente de sentido. En este aspecto sería menos equívoco

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