Filosofía en lengua castellana. Группа авторов

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en nombre de la solidaridad, se lanza el hombre en la acción agresiva, destructora y eventualmente terrorista para realizar la justicia, para realizar el patriotismo y los demás valores”33.

      En las antípodas a esta condición histórica, se encuentra el pensamiento de Millas con sus reflexiones respecto a la redención del individuo humano, y el concepto de interdependencia. Pero, ¿solo la filosofía podrá ser el único modo de resistir a esta forma de menoscabo de la condición humana? A nuestro parecer, existe en Millas una preocupación relevante sobre la democracia como el riesgo que debe asumir una sociedad que busca preservar la integridad de todos los sujetos y, al tiempo que intenta defender la pluralidad, busca también devolver el rostro individual a cada sujeto de la comunidad.

       4. De la democracia

      Uno de los modos de resistir a los ídolos y fetiches ideológicos del siglo XX, fue la defensa que hizo Millas de la democracia. Según el análisis de Figueroa, Millas expresa en distintos textos, y en particular en su famoso discurso que diera en el teatro Caupolicán a propósito del plebiscito constitucional de 1980, Con reflexión y sin ira, su compromiso con la democracia como un verdadero proyecto moral de sociedad. Hay que recordar que el contexto en que pronuncia su discurso, la dictadura se encuentra en todo su apogeo, son siete años que la Junta Militar gobierna de facto y el plebiscito tiene el objetivo principal de asegurar a Pinochet otros diecisiete años más en el poder, además de implementar el modelo liberal en Chile.

      Millas, por lo tanto, en sus diversas reflexiones sobre democracia, y en particular en su discurso, considera que esta forma de organización, si bien se caracteriza por el dinamismo ínsito de toda sociedad, es decir, es un modelo con imperfectas realizaciones históricas, que trae aparejado el riesgo, sin embargo, es el único camino posible según el chileno para que se logre una forma de convivencia que busque dejar fuera el dogmatismo, el autoritarismo y las prácticas de dominación, características ya descritas respecto a las ideologías y la violencia. En el fondo, la defensa de Millas respecto a la democracia como un proyecto moral, se debe a su temor y análisis respecto a la condición espiritual de su época, es decir, seres incomunicados, ajenos al bien colectivo, embotados por el hábito de la indiferencia política o paralizados por el miedo de la dictadura. Si dicha indiferencia genera las condiciones de una sociedad fragmentada, insolidaria y con atrofia para la capacidad crítica, este sistema político es el símbolo del riesgo que se debe asumir, comprometiéndose a permitir la convivencia integral de todos. Lo expresa Millas, de la siguiente manera:

      El ideal democrático es un ideal sencillo y permanente: es la comunidad de hombres que, desiguales como personas, convierten sus desigualdades naturales en fuentes de dinamismo y, corrigiendo las desigualdades antinaturales, buscan un mínimo de concordia para vivir en común34.

      Si bien se acaba de mencionar que Millas entendía la democracia como un riesgo, esta expresión no es del todo precisa. Hay que destacar que defendió una democracia sin apelativos ni apellidos, especialmente en la época en que se perfiló como un disidente de la dictadura, la cual se proponía instalar la denominada “democracia protegida”. Si en el régimen dictatorial de la Junta de Gobierno la mayoría de los intelectuales que sobrevivían, se convirtieron en complacientes panegiristas o en instrumentos del poder, Millas representó una de las pocas voces públicas contrarias. En ese sentido, nuestra interpretación del por qué Millas se dedicó a defender en este período histórico con tanto ahínco esta forma de gobierno, demuestra por qué puede ser considerado un intelectual heterodoxo: Millas antagonizó cualquier asomo de ideología, plasmada en una intolerancia mesiánica como lo fue la dictadura de Pinochet, o en pereza escéptica como característica negativa de la masificación, y en general, como él mismo describe en Idea de filosofía, fue antagónico a cualquier tipo de conformismo ideológico, sea tradicional, conservador o revolucionario35. A nuestro parecer, y lo hemos sostenido desde un comienzo, Millas fue contrario a cualquier proyecto ideológico, ya sea el fascismo, el marxismo y, en buena hora, del capitalismo y las tesis liberales que se estaban imponiendo en el Chile de los ochenta, debido a que cualquiera de estas cuatro ramas ideológicas socavan las bases de una democracia sensata, restringiendo, limitando o derechamente suprimiendo lo que nosotros podemos sentir, disponiéndonos solo para sentir repulsión e indignación frente a cierto modo de expresión de violencia. Pero que, al anverso, nos incita a sentir frialdad injustificada sobre un ser humano que ha visto despojada su calidad de víctima, ya sea que consideremos la violencia en su manifestación física como el aniquilamiento de otro humano, o entendida como el impedimento y la coacción de expresar la libertad humana en una sociedad que reconozca la diferencia, o bien, como el impedimento a reconocer y corregir una desigualdad: “De esta manera, la violencia es una forma de explotación total del hombre por el hombre, mucho más general y profunda que la explotación del trabajador en algunas sociedades capitalistas”36, la democracia se convierte en su antípoda. Y es antagónica esta organización social, porque intenta en sus bases racionales, atentar contra la confusión ideológica que racionaliza falsamente el recurso moralista invocador de paz mientras ejerce la aniquilación selectiva de poblaciones –terrorismo de izquierda, o terrorismo oficial, para Millas no hay diferencia37–, o cuando confunde guerra con paz, libertad con tortura; en cambio, devuelve el rostro a las víctimas, reconociendo la interdependencia y la vulnerabilidad de la cual ninguno de nosotros está ajena. En otros términos, la democracia reconoce que nuestra supervivencia está supeditada a nuestra sociabilidad. Frente al fenómeno del ensimismamiento, mal propio de la sociedad moderna de masas, las distancias materiales y culturales de una sociedad solo se podrían aminorar a través del proyecto político democrático, ya que este compromete la construcción moral de la sociedad. Una sociedad en que se conviva sin ejercicios de dominación, en que se aspire a alcanzar la convivencia integral mediante el reconocimiento del derecho a ser individuo, una verdadera experiencia ética en que nos asumamos libres en relaciones intersubjetivas necesita de un modelo procedimental que permita o proponga la real comunicación entre los ciudadanos. Este modelo es el democrático, el cual, como reconoce Millas, no carece de defectos, sin embargo, “sus defectos se corrigen en virtud de su propio dinamismo, porque su esencia está en el anti-dogmatismo, el anti-mesianismo, el antipersonalismo”38.

       5. Interdependencia y víctimas

      En el libro sobre la defensa de la Universidad, en su discurso a los alumnos de Inglés de la Universidad de Chile, Millas termina su exposición con lo siguiente: “Sois responsables de un todo humano, con una responsabilidad que comenzó ya y que se extiende más allá de vosotros mismos, hasta la vida de vuestros propios hijos”39. Afirmar en este caso, nuestra responsabilidad con los otros es aceptar la idea de que nuestra supervivencia depende de nuestras relaciones políticas y reconocer nuestra estrecha relación con los demás. A nuestro juicio, no es otro el propósito que busca Millas con tanta insistencia a lo largo de su bibliografía cuando pregona por una Filosofía que se comprometa con la vida cotidiana, la democracia como un riesgo necesario para sostener la individualidad en lo social, y en específico, al transparentar el modo cómo las ideologías enmascaran o justifican la violencia con propósitos instrumentales. Afirmar nuestra responsabilidad con un todo humano debería conducirnos a reflexionar sobre la manera cómo me relaciono con el prójimo, el modo cómo evito ejercer violencia de manera directa e indirecta, o también supone cuestionar de qué modo se ejerce ocultamente una violencia selectiva y diferencial en que ciertas personas, víctimas de ideologías sistematizadas, son manipuladas como instrumentos para el fin propagandístico de una utopía. En Idea de la individualidad, libro del joven Millas que se edita por primera vez en 1943, el chileno manifiesta dicha preocupación al resumir su objeto de análisis y en lo que debiese aportar su libro, y se resume en la simplicidad de lo individual del hombre, la prioridad de los valores y resolver ciertos aspectos de su conflicto con las fuerzas impersonales del colectivo40. Millas reconoce en la introducción que la individualidad es un drama, ya que no está jamás hecha de un modo definitivo, se hace continuamente, por ende, lo precario de la condición del hombre nos exige el deber moral de formarnos una conciencia espiritual potente, para de ese

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