Viajes y viajeros, entre ficción y realidad. Autores Varios

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Viajes y viajeros, entre ficción y realidad - Autores Varios страница 8

Автор:
Серия:
Издательство:
Viajes y viajeros, entre ficción y realidad - Autores Varios Oberta

Скачать книгу

sonaban en nuestros estómagos como granos de plomo sobre un pandero»),[6] E. E. Kisch, que acompañó como rasender Reporter nuestra contienda civil, escribía acerca de la nauseabunda cocina española, que hacía derivar de nuestras carencias: «Es gibt eine Küche für spanische Mägen, die ganze Gallonen von Olivenöl vertragen, während ein Quetschen Butter sie im Nu zum Erbrechen bringt. Sie sind nicht daran gewöhnt. Spanien ist nie ein Land der Viehzucht» (1937: 328). Johann Klein, industrial renano, informaba en una conferencia sobre su viaje español acerca de los caldos nacionales: «Der Wein ist zwar feurig, aber er hat kein Bukett und erreicht bei weitem nicht die Qualität unseres deutschen Gewächses» (1908: 17). H. Bahr, Wegbereiter de la literatura austriaca de fin de siglo, hospedado en Burgos en un hotel pretendidamente francés, aprovechaba para escribir contra la cocina española al poder degustar algo que pasaba por cocina francesa: a pesar de sus deficiencias, al menos, le liberaba de la cuisine espagnole, que no encontraría estómago europeo que la soportara. Frente a todas estas actitudes de nouvelle cuisine avant la lettre, Maximiliano de Austria, de viaje por Andalucía a mediados del XIX, era un fanático admirador de lo más racial de nuestra gastronomía, el cocido u olla podrida:

      Para conocer el gusto de los españoles en todas sus fases, habíamos encargado de comida una ollapodrida, uno de los platos más buenos y deliciosos que nunca haya disfrutado mi paladar. Una mezcla de diversos tipos de carnes, buenos embuchados y carne picada, sabrosa col y otras verduras, entre ellas, para horror de los lectores civilizados, cebolla y ajo (1999: 88).

      Lo que se daba era bajo y populachero, aunque no resultaba tan aburrido como normalmente lo es en Francia. Intervino un funambulista, después se dio una especie de sainete, después una «tonadille», que cantó sólo una mujer, después una pantomima, un ballet y finalmente ombres chinoises.

      La representación que comenta se podría inscribir en la tradición de nuestro teatro clásico, con todas sus partes concomitantes (loa, mojiganga, etc.). Bien es cierto que el teatro, desde la llegada de los Borbones a España, que protegieron a artistas extranjeros sin cuidar la creatividad nacional, había decaído. En una ciudad de provincias como Burgos, sin la tradición dramática madrileña, las compañías de comedias podían orientarse a lo popular. En todo caso, también las siguientes funciones a las que asiste en la Corte merecen su desaprobación.

      Por lo demás, casi todos ven el carácter árabe de nuestro modo de ser: «Südspanien lehrt mich, dass spanische Kutur, arabische Kultur ist, die zertrümmert wurde von Katholizismus» (1996: 221), afirma el converso (al protestatismo) Klemperer. En el Salon Royal de Granada asiste a una representación cuyo contenido le merece la más absoluta descalificación. «Es ist inhaltliche Primitivität mit kunstvoller ganz uneuropäischer, ganz arabisch synagogaler Ausführung» (1996: 221).

      La tauromaquia ha logrado más elogios que condenas, siendo aquéllos más entusiastas que éstas aniquiladoras, tal y como lo demuestra el estudio de Brüggemann al respecto. A la hora de presentar un testimonio favorable no se sabría cuál escoger. Los elogios de Maximiliano de Austria son posiblemente los más encendidos:

      ¡Qué sentido de fortaleza, qué magnifico desarrollo de fuerza y de habilidad se manifiesta en esta fiesta nacional! Amo la fiesta, durante la cual se muestra la naturaleza originaria del hombre en toda su verdad, más que en las diversiones afeminadas e inmorales de nuestros países, hundidos en el lodo del consumo (1999: 99).

      Por el contrario, Humboldt, a raíz de su visita a un antro flamenco en Málaga y luchando entre la admiración y la repulsa, hace un largo informe del que entresacamos algunos pasajes y al que añade un juicio que no tiene desperdicio. La situación no dejó de tener cierto suspense, ya que su mujer, que había llegado a España en estado de gestación, tuvo que vestirse de hombre para entrar en aquel lugar:

      Entre todas estas danzas la más característica y la que más agradable resulta es el fandango, baile de una gran rapidez, con giros diversos que alejan y acercan. En una palabra, es una danza con carácter, de naturaleza y esencia lasciva, aunque no tiene movimientos excesivamente procaces (...). No se trata de una sencilla explosión de alegría, sino, a juzgar por su naturaleza, de danzas muy pasionales y afectadas (...). Hay que reconocer que no es ni noble ni graciosa; es sólo una danza que sólo se puede dejar bailar a esclavos y esclavas para provocar excitación (Humboldt, 1998: 196).

Скачать книгу