Viajes y viajeros, entre ficción y realidad. Autores Varios

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Viajes y viajeros, entre ficción y realidad - Autores Varios страница 12

Автор:
Серия:
Издательство:
Viajes y viajeros, entre ficción y realidad - Autores Varios Oberta

Скачать книгу

alemanes, pero éstos siempre fueron acompañados por comerciantes.[11] El comercio internacional, no obstante, está con frecuencia sujeto a grandes fluctuaciones, algo que se puede observar viendo los flujos de mercancías entre Lisboa y Colonia, ya que los comerciantes portugueses asumían, como es natural, el transporte y se dirigieron a las grandes ferias de la Champagne y Flandes, desplazando en parte a Colonia sin afectar en modo alguno al contacto entre los mundos ibérico y germano-parlante (Hirschfelder, 1994: 8-10). A finales del siglo XIV aparecen en Barcelona una serie de comerciantes de Colonia que rápidamente establecieron contactos económicos también con Zaragoza y otras ciudades aragonesas. Como afirma una fuente de 1428, serán sobre todo los productos metalúrgicos los que gocen de mayor aceptación en los mercados españoles, así como artículos de cuero, cintas, anteojos, sombreros de fieltro, cadenas y libros impresos (por ejemplo, Paternóster).[12]

      Al mismo tiempo, Valencia gozaba de buena fama como puerto de paso para el tráfico comercial desde y hacia Barcelona. A los representantes de la Liga Hanseática les gustaba utilizarlo porque el gran liberalismo de la política económica creaba condiciones favorables para los negocios. También los primeros impresores de libros alemanes que fueron a España, entre los que destacaron Lambert Palmart y Hermann Lichtenstein, se establecieron preferentemente en Valencia. Otros centros impresores importantes donde los artesanos alemanes dejaron su impronta son Sevilla, Burgos, Granada, Zaragoza, lo que, por supuesto, no quiere decir necesariamente que estas personas contribuyeran al intercambio o al comercio internacional (Classen, 2003a). Sin embargo, su existencia en España confirma en qué medida este espacio del suroeste europeo era accesible también para las gentes de la región del norte de los Alpes.

      Por una parte, nos encontramos, por tanto, con comerciantes alemanes, por otra parte con numerosos peregrinos que querían visitar Santiago de Compostela. Después hay que considerar el grupo bastante amplio de artesanos que se podía encontrar en toda España y en parte también el grupo algo más reducido de artistas (juglares, músicos, poetas, etc.) para los que no había prácticamente fronteras nacionales, culturales o lingüísticas apreciables (Salmen, 1983: 197).

      El medio textual más importante para poder valorar con mayor exactitud el grado en que se conocía en Alemania la Península Ibérica durante la Baja Edad Media lo constituyen los relatos de viaje, sorprendentemente numerosos. Tras la caída de Akko en 1291 y con ello también tras el fin de las Cruzadas, los intereses de los cristianos europeos cambiaron, de forma que ya no se continuó con los intentos de recuperar Tierra Santa por medios militares, aunque siguieron los esfuerzos por conseguir acceso a los Santos Lugares. Por este motivo, a partir de entonces comenzó un intenso tráfico de peregrinos muy marcado finalmente por motivos turísticos, tal como reflejan los detallados textos, de redacción cada vez más florida. Resulta digno de mención que ya no se dirigían sólo a Jerusalén, sino que se visitaba también Santiago de Compostela, algo casi tan fatigoso como el viaje por el Mediterráneo oriental. Aquí quisiera seguir las rutas fundamentales emprendidas por los que se dirigieron a España, lugar donde se encontraba el tercer santuario europeo en importancia (Estepa Díez, Martínez Sopena y Jular Pérez-Alfaro, 2000). Por ejemplo, entre 1428 y 1432 Peter Rieter fue, junto con el viejo Paumgartner y Gabriel Tetzel de Núremberg, a Santiago, visitó también Finisterre, Astorga, Zaragoza y Montserrat, para desde allí ir por Francia a visitar Roma (Halm, 2001, n.º 73: 75). En 1446, Sebastian Ilsung, miembro de una conocida familia patricia de Augsburgo, viajó a Santiago y eligió la ruta siguiente: viniendo de Francia se dirigió a Barcelona, Montserrat, Tortosa, Zaragoza, Olite, Burgos, León, Santo Domingo de la Calzada y llegó después a Santiago (Halm, 2001, n.º 36: 102).

      En las notas autobiográficas de su diario, Niklas Lankman von Falkenstein hace un informe detallado de su prolongada peregrinación a Lisboa, que tuvo lugar entre marzo de 1451 y el 19 de junio de 1452. Ésta le llevó a España y Portugal pasando por Francia. Cruzó los Pirineos por Roncesvalles e hizo estación en las siguientes ciudades: Narbona, Perpiñán, Girona, Barcelona, Zaragoza, Lleida, Navarra, Santiago de Compostela, Burgos, León, Oporto, Coimbra y Lisboa. El camino de vuelta pasó por Granada, Gibraltar, Ceuta y después, en barco, por Marsella para dirigirse desde allí por tierra a su patria (Halm, 2001, n.º 47: 121).

      Leo von Rožmital, caballero de Bohemia, inicia el 25 de noviembre de 1465 su extensa peregrinación que le lleva, en primer lugar, a atravesar toda Alemania para llegar a Calais, donde hace la travesía a Inglaterra para llegar desde allí en barco a España. En esta travesía lo abordan piratas, pero cuando éstos ven sus salvoconductos se arrepienten de lo que han hecho y llegan a ofrecerle incluso llevarlo sano y salvo a su destino. En la Península Ibérica va primero a Burgos, después a Salamanca, Braga, Santiago de Compostela, Finisterre, luego de nuevo a Santiago, Padrón, Braga, Évora, Mérida, Toledo, Calatayud, Zaragoza y después de regreso a Francia, pasando por la Provenza al norte de Italia, donde hace estación en Milán, Treviso, Padua, Venecia, Mestre y Treviso para regresar desde allí a su tierra (Halm, 2001, n.º 63: 157).

Скачать книгу