Viajes y viajeros, entre ficción y realidad. Autores Varios

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Viajes y viajeros, entre ficción y realidad - Autores Varios Oberta

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todo para huir de la peste en su ciudad natal (Núremberg), y aprovecharon la ocasión para hacer el esfuerzo de conocer tierras y gentes de las zonas más remotas de Europa. Tras Lyon, Narbona y Perpiñán, llegó a la Península Ibérica y visitó Figueres, Girona, Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia, Almería, Granada, Sevilla, Lisboa, Coimbra, Oporto, Santiago de Compostela, Finisterre, Salamanca, Ávila, Toledo, Madrid, Alcalá de Henares, Guadalajara, Hita, Tudela, Barcelona y Pamplona, desde donde se dirigió de nuevo a Francia y, tras un desvío por Brujas, Malinas, Worms y Frankfurt, llegó de vuelta a su ciudad, Núremberg (Halm, 2001, n.º 107: 264-265). El relato de su viaje contiene todavía muchas más descripciones de lugares, pero para nuestros fines basta con diseñar un bosquejo a mano alzada de su viaje para percibir lo amplio del radio por el que se movió él, como la mayoría de los demás peregrinos, para visitar y, aparentemente sin esfuerzo, descubrir para sí grandes extensiones de la Península Ibérica.

      Aunque la mayor parte de los monjes estaba sometida al mandato de la stabilitas loci, hubo alguna orden, como la de los Siervos de María, que concedió gran movilidad a sus miembros si ésta respondía a ideales religiosos. Hermann Künig von Vach, que se unió a esta orden en 1479, emprendió en 1495 una peregrinación a Santiago de Compostela. Tras haber visitado procedente de Einsiedeln muchos lugares en Francia, cruzó los Pirineos por Roncesvalles y se dirigió entonces, entre otras, a las siguientes ciudades: Pamplona, Burgos, León y Santiago de Compostela; después volvió a León y Burgos para regresar poco a poco a casa pasando en Francia por Burdeos (Halm, 2001, n.º 108: 267-268).

      Algunos viajeros parecen haber perseguido objetivos casi planetarios en la medida en que se esforzaron por visitar el máximo de países posible en el mismo viaje. Arnold von Harff, un caballero del Bajo Rhin al servicio del duque Wilhelm IV de Jülich, realizó en 1496 un viaje de estas características y pasó por Italia, Siria, Egipto, Arabia, Etiopía, Nubia, Tierra Santa, Turquía, Francia y España. Su relato de viaje, extraordinariamente detallado, debía evidentemente servir como guía turística dedicada por él a su señor y a su esposa Sybilla. Harff coleccionó incluso muestras de idioma árabe, sirio, etíope, hebreo, armenio, turco, húngaro, euskera, serbocroata, albanés y griego, aunque no de español o portugués. Su fascinación estaba motivada por lo novedoso de la fauna y flora, las costumbres y las situaciones exóticas de los países que visitó.

      No hay otro escritor de viajes de la Baja Edad Media que haya hecho un informe de sus experiencias tan exhaustivo y hasta con el detalle técnico más nimio. Sin embargo, no debemos cifrar muy altas nuestras expectativas de encontrar afirmaciones relevantes en cuanto a la mentalidad, ya que Harff destaca en primer lugar –como se observará después en el Fortunatus– la distancia que hay entre los diferentes lugares aunque no escatima esfuerzos para dar el nombre de los poblados más pequeños (pp. 227-228). Como debía ser normal para un cristiano de la Baja Edad Media, la atención de Harff se centra sobre todo en iglesias, retablos, santuarios, etc., pero junto a esto comenta también las prácticas de ejecución, sobre todo las que le parecen crueles en España: «Item in Hyspanyen deyt man gar strenglich justicien» («En España se ajusticia con especial rigor», p. 228), sin interesarse por el trasfondo y procediendo más fenomenológica que analíticamente. Parece ser que le escandalizó haber visto incluso a mujeres bamboleándose en la horca, algo que el ilustrador representó eficazmente en una drástica escena. Cuando el autor se centra más en una ciudad, como en el caso de Burgos, sólo informa de que es una ciudad bonita, que está sometida al rey de Castilla, que posee una catedral considerable, que está encabezada por un obispo, que además tiene un palacio real y que está situada junto a un río (229-230). Harff se queja amargamente del hospedaje en España, ya que los albergues no incluían la comida en el precio: más bien se hacía necesario comprarla en la calle. También le atormenta que el huésped tenga que pagar aparte la ropa de cama, algo que en su conjunto le lleva al juicio de que «ist Hyspanien gar eyn buesser lant, as ich in der Turkijen mit der cristenheyt funden hane ind dae man eyns mans me spottet dan in Hyspanien» («España es un país mejor que el que he encontrado en Turquía con la cristiandad, y [no hay lugar] donde se burlen más de uno que en España», 230).

      En Galicia le llama la atención que todas las mujeres llevan aros de oro o plata en las orejas (231), pero su atención recala principalmente en la dotación de las iglesias, algo que, lógicamente, está cercano a su condición de peregrino. Se informó especialmente sobre las reliquias de Santiago de Compostela y menciona la cuestión polémica de si los restos del apóstol están en verdad enterrados allí o en Tolosa, en el Languedoc (p. 233). También fue importante para él la posibilidad de conseguir allí una concha como acreditación de su peregrinación (233-234), cuando el resto de las ocasiones apenas habla de las gentes o de la cultura extraña que le rodeaban. También se puede decir esto de otros apartados de su descripción, y no deja entrever nada de su postura personal sobre la cultura y la sociedad de España o Portugal. Visto en su conjunto, su interés narrativo no se refiere prácticamente nada al entorno, sino, en primer lugar a sí mismo como viajero, de manera que en su informe de viaje nos topamos frecuentemente con largas listas de lugares de estancia que marcaron la ruta, sin poder extraer mucha más información sobre otros aspectos relevantes. Si contemplamos, por el contrario, el relato que hace Harff de otras partes de su peregrinación mundial, descubriremos diferencias considerables, como en el caso de cuando nos habla en Siria de los jardines, el paisaje, la estructura de gobierno o la praxis comercial (por ejemplo, p. 196). Cuando el autor nos da informaciones más exactas sobre el mundo en España, éstas se refieren a iglesias y conventos, por ejemplo: «vff eyn halff ijle ouer dat wass Moneta lijcht eyn schoyn kartuyser kloister vff eynem kleynen berge, heischt ad mille flores. dae inne lijgen alle die koeninck ind konincgynnen van Kastilien begrauen» («en una península sobre el río Moneta se alza un hermoso monasterio cartujo sobre un montículo, llamado Miraflores. Allí están sepultados todos los reyes y reinas de Castilla», p. 230).

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