Psicología y economía. Tomás Bonavía Martín

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Psicología y economía - Tomás Bonavía Martín Educació. Sèrie Materials

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opera en sistemas dinámicos, es flexible y variable, y por tanto, es extremadamente difícil lograr generalizaciones que reproduzcan interrelaciones estables.

      En definitiva, los seres humanos somos capaces de utilizar las experiencias pasadas y de desarrollar hábitos, talantes y estilos de vida, disponiendo de un extenso margen de maniobra dentro de los límites fijados por los factores exógenos. El reconocimiento de estos principios, ha suscitado recientemente el interés de algunos economistas (Lewin, 1996; Rabin, 1998), para ir constituyendo lo que Katona denominara una «economía con psicología», en la que se trata de averiguar lo que acontece cuando los ciudadanos adoptan decisiones económicas y se conducen respecto a los bienes materiales. Conductas humanas, al fin y al cabo, que desempeñamos cotidianamente como ciudadanos, consumidores, empresarios, empleados o en la vida pública.

      La consecuencia más substancial de lo expuesto (Webley y Walker, 1999) es el progresivo abandono del método apriorístico por el que se establecen las condiciones ideales para ir aproximándose a las reales. Desde este punto de vista, se debería renunciar a contestar a la pregunta ¿cómo deberían comportarse los seres humanos para sacar el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo? El nuevo interrogante, desde la perspectiva de una economía con psicología debería ser ¿qué tipos de conducta son las que aparecen y qué clases de decisiones se toman bajo muy diversas condiciones y por distintos grupos de personas?

      De responder rigurosamente a este interrogante y sus derivaciones subsecuentes tendría sentido una economía con psicología. Como fuere que lo es, ya se puede ir constituyendo y promoviendo un cuerpo de conocimientos contrastable orientado a explicar la conducta económica. La investigación psicológica de los procesos económicos es posible porque la conducta humana se expresa en forma de regularidades medibles en contextos delimitados. Ya hace tiempo que la evaluación de las diferencias perceptivas, los motivos, los valores, las actitudes y un amplio etcétera de constructos psicológicos son objetivamente evaluables. Y lo que es más, todo ello, a consecuencia de la acelerada progresión de la estadística, del análisis correlacional multivariado y estructural, y del desarrollo de la psicología experimental tras la que es posible llegar a establecer relaciones de causalidad.

      Tal parece que la economía sin la psicología no ha podido explicar con eficacia algunos procesos económicos importantes. Pero ¿qué ocurre con una psicología sin economía? Pues más de lo mismo. Cuando desde la psicología se ignoran los procesos económicos y su influencia sobre la conducta social, se pierde la oportunidad de analizar amplia y profundamente algunos de los aspectos más comunes del comportamiento humano.

      Esto es, existe una influencia de la conducta de las personas sobre la economía de igual forma que ésta afecta la conducta de los seres humanos. Este doble objeto de análisis, economía con psicología y psicología con economía, se relaciona estrechamente con numerosas parcelas de la vida social y económica, predominando en cuestiones tales como la salud, la compra, el trabajo, el ahorro y la educación. En definitiva, los conocimientos derivados de la psicología económica pueden resultar pertinentes para estudiar, entre otras cosas, el consumo, los procesos de socialización de los niños, las psicopatologías del trabajo, la influencia de la publicidad, las fluctuaciones económicas y su influencia sobre la salud, la conducta prosocial y aún un largo etcétera.

      No toda psicología es clínica ni toda psicología clínica lo es de fenómenos psicopatológicos excepcionales. Existe también una psicología de la salud cuyo fin es asegurar una conducta sana, en lo cotidiano y lo social, y que no tiene por qué ser excepcional o basarse exclusivamente en lo patológico. En ella o sobre ella actúan acontecimientos económicos cuyo conocimiento puede ayudar a mejorar su desarrollo. Qué decir de la presión fiscal, el desempleo, las pautas de inversión, las fluctuaciones de la bolsa y el crecimiento de PIB (Producto Interior Bruto), ¿no son éstos índices y datos macroeconómicos que afectan nuestras vidas y que actúan e influyen sobre la conducta de los ciudadanos? La psicología también se construye investigando la conducta más convencional y cotidiana. Aquella que, de una u otra forma, provoca niveles de satisfacción o insatisfacción vital en los seres humanos. Objeto éste –el bienestar– que no puede sustraerse a la investigación e intervención psicológica.

      También los psicólogos deberíamos ir tomando cierta distancia del concepto de hombre enfermo (si se nos permite tal acepción sólo para contraponer a la de homo oeconomicus la de homo infirmus: «el que no esta firme»). Demasiado tiempo presente en nuestra manera de abordar la acción psicológica. Nuestro objeto de estudio no es sólo la conducta desajustada sino también la conducta humana en general. Y en ella influyen constantemente los fenómenos económicos.

      Bien pudiera argumentarse que la economía y la psicología son disciplinas tan vastas y complejas que un conocimiento apropiado de cada una de ellas podría llevar toda una vida. ¿Podría existir un experto en ambas materias? Es altamente improbable. Apenas es posible dominar algunas cuestiones o especialidades de la economía. Lo mismo ocurre con la psicología.

      Sin embargo, los límites y fronteras entre ambas disciplinas son muy ambiguos y arbitrarios. Es un problema del que no está exenta ninguna ciencia social (Gil et al., 2004). Pero, si bien es cierta la improbabilidad de encontrar expertos en ambas disciplinas, sí que es posible que algunas personas puedan estudiar conjuntamente algunos aspectos de la economía y de la psicología en vez de diferentes aspectos de cada campo por separado. No es exagerado suponer que sea posible adquirir una base formativa en ambas materias. Por lo que, consecuentemente, también es viable especializarse en psicología económica.

      Éste es el cometido de la psicología económica: adquirir una base de conocimientos estudiando conjuntamente algunos fenómenos de la economía y de la psicología. De igual modo, éste es el objetivo de este texto, que no es un manual en sentido estricto y que ve justificado así su contenido orientado a conceptuar la psicología económica, introduciendo a los estudiantes de psicología en esta materia y por qué no, a todos aquellos que de alguna manera, por su formación o intereses, estén preocupados por estudiar la conducta económica.

      Esta división del trabajo, que tantas ventajas trae a la sociedad, no es en su origen efecto de una premeditación humana que prevea y se proponga, como intencional, aquella general opulencia que la división dicha ocasiona: es como una consecuencia necesaria, aunque lenta y gradual, de cierta propensión genial del hombre que tiene por objeto una utilidad menos extensiva. La propensión es de negociar, cambiar o permutar una cosa por otra.

      No es nuestro propósito inquirir si esta propensión es uno de aquellos principios ocultos de que la naturaleza humana no puede darse, en su línea, ulterior razón, o si es, según parece más probable, una consecuencia de la razón del hombre, de su discurso y de su facultad de hablar. Lo cierto es que es común a todos los hombres y que no se encuentra en los demás animales, los cuales ni conocen, ni pueden tener idea de contrato alguno... El hombre con una razón superior a aquel instinto usa de las mismas artes con sus hermanos, y cuando no halla otro modo de inducirles a obrar conforme a sus intenciones procura granjearles la voluntad por medio de gestiones serviles y lisonjeras. Pero no en todos los tiempos se le ofrecen ocasiones oportunas de hacerlo así. En una sociedad civilizada se ve siempre obligado a la cooperación y concurrencia de la multitud, porque su vida toda apenas puede ser periodo suficiente para granjearse la voluntad de un grupo de personas... Pero el hombre se halla siempre constituido, según la ordinaria providencia, en la necesidad de ayuda de su semejante, suponiendo siempre la del primer Hacedor, y aun aquella ayuda del hombre en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su prójimo, por lo que la conseguirá con más seguridad interesado en favor suyo el amor propio de los otros, en cuanto a manifestarles que por utilidad de ellos también les pide lo que desea obtener. Cualquiera que en materia de intereses estipula con otro, se propone hacer esto: «dame tu lo que me hace falta, y yo te

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