Psicología y economía. Tomás Bonavía Martín
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La economía se organizó como un saber estructurado, construyendo conceptos basados en la propia lógica del sistema económico pero, ante todo, en los conocimientos de la experiencia práctica (véase, por ejemplo, el caso agrícola en los fisiócratas, la renta en Ricardo o el estudio de la población en Malthus; para una primera aproximación se puede comenzar por el glosario). La psicología fuertemente ligada a la filosofía –a concepciones metafísicas y teológicas– promovía la introspección como el procedimiento para descubrir una naturaleza humana inmutable e idéntica para todos. No contaba con un objeto de estudio bien delimitado y su método no pasaba de de ser un medio de especulación intelectual no susceptible de verificación empírica. Habría que esperar.
Entretanto la economía ya emancipada de la filosofía iniciaba un camino de largo y profundo desarrollo. Junto a ello, los primeros autores en psicología se alejaban cada vez más, la apartaban, de las ciencias sociales. Tal distanciamiento ha sido ampliamente descrito por Katona (1961) y Reynaud (1964). Señalaremos sintéticamente algunos de sus aspectos caracterizadores:
1. En los laboratorios experimentales, los psicólogos de finales del siglo XIX e inicios del XX, concentraron su atención en los procesos psicofísicos y fisiológicos. La franja que así se constituía entre estudiar fenómenos, tales como el tiempo de reacción, e investigar el posible efecto de la conducta social sobre fluctuación de los precios, por ejemplo, era cada vez más grande e insalvable.
2. Asimismo los psicólogos orientaron su preocupación hacia la conducta anormal. Las posibles evidencias conseguidas sobre el efecto de los motivos inconscientes o la enfermedad mental, muy difícilmente podrían emplearse para explicar los cambios periódicos del gasto y el ahorro. Ni el psicoanálisis ni el conductismo favorecieron el intercambio entre la psicología y las ciencias económicas. Más opuestamente, su preponderancia favoreció el efecto contrario; y lo que es más lamentable, la justificación de una confluencia inútil. La diferencia, y el consiguiente alejamiento, entre ambas ciencias se propició desde la emergencia de un reduccionismo psicológico inaceptable pero que sorprendentemente se ha prolongado hasta nuestros días.
3. Además, para la mayor parte de los científicos sociales los factores psicológicos eran indeterminados y dudosamente medibles. Lo que situaba la psicología en un lugar irreconciliable respecto de la economía. Ésta pretende el establecimiento de una ciencia exacta, basada en un sistema lógico de principios económicos capaz de producir leyes de validez general, lo que no podía lograrse desde la primera.
Por lo demás, desde mediados del siglo XVIII las doctrinas económicas han condicionado fuertemente el desarrollo económico y social, afectando sobremanera la vida de los ciudadanos. Hasta tal punto que, según Keynes, las ideas económicas y, según Marx, los intereses sociales son el «motor de la historia». Tales supuestos o hipótesis debidamente desarrollados constituyen las doctrinas económicas que han influido decididamente en los grandes cambios, progresos, reformas y revoluciones (sociales y tecnológicos) que han sucedido en el mundo desde su formulación.
A partir de entonces, cuatro han sido las doctrinas económicas más sobresalientes; o al menos las que más destacan de entre las demás. Se trata del liberalismo, el marxismo, el keynesianismo y el monetarismo (Estefanía, 1995).
Hoy las doctrinas económicas representan una combinación de ideología política y práctica económica. Las políticas económicas aplicadas por los gobiernos han trascendido sus límites ideológicos de tal suerte que las ideas provinientes de estas corrientes se combinan de diferentes modos. Hoy por hoy, la economía y las ideas de sus más ilustres autores en forma de doctrinas, modelos y teorías representan un componente esencial e influyente de la vida en sociedad. La economía es una disciplina independiente, vigorosa y repleta de reflexiones que a todos nos afectan. Este cambio de siglo no sólo es el del conocimiento, la comunicación y la informática, también lo es de la economía en su más amplio sentido.
1.2.3 Economía y psicología: dominios y confluencias
Lo expuesto también afecta a la conducta económica y por consiguiente a la materia que aquí vamos caracterizando. Vamos a incidir en esto ahora, puesto que si es cierto que la economía se ha constituido en una ciencia independiente no lo es menos que, si bien más tarde, ha sucedido algo similar con la psicología. Veremos las contribuciones que la psicología puede hacer a la economía desde la perspectiva del crecimiento y el proceso de especialización que se produce en estas ciencias, a partir del convencimiento de su proximidad y objetivos similares. Lo que permitirá comprender, más adelante, el surgimiento y desarrollo de esta disciplina llamada psicología económica.
De natural el proceso de especialización disciplinar conlleva cierta oposición. Incluso una actitud crítica, tanto en relación a supuestos y teorías anteriores como en lo que se refiere a disciplinas próximas o vecinas. Éste es un proceso bien descrito por la filosofía de la ciencia, al que no queda ajena la economía; ni, por supuesto, la psicología. El resultado, en general y para el crecimiento de la ciencia, estrictamente y mucho mejor dicho de las ciencias, es la aparición de debates y conflictos respecto de los dominios y objetivos de cada una de ellas.
La psicología social ha tenido que abrirse camino dotándose, de similar manera que la economía, de un objeto de estudio y un método riguroso capaz de generar conocimientos sujetos a comprobación y contraste empírico. Más adelante en el capítulo tercero volveremos sobre ello; por el momento baste con indicar que desde finales del siglo XIX, sociólogos y psicólogos vienen poniendo en duda el concepto de hombre económico y los modelos matemáticos que pretenden explicar y prever la conducta resultante.
La consecuencia más destacada para lo que vamos analizando es el debate y los problemas sobre los dominios y las fronteras. Dificultades que se hacen más engorrosas conforme avanza la investigación psicológica y a medida que se van superando los estadios descriptivos y taxonómicos para orientarse hacia las búsqueda de modelos explicativos más consistentes.
Así las cosas, el concepto de frontera disciplinar es cuanto menos restringente. Toda frontera sugiere un límite, lo que a la vez implica limitaciones; es decir, ajustarse al dominio disciplinar. Pero también, para los reduccionistas, excesos, si fuera el caso que, según ellos, se superara cierta barrera disciplinar. Sin embargo, difícilmente se pueden poner inconvenientes a que los especialistas de disciplinas cercanas hagan incursiones en los dominios de las otras. Cuando esto se produce las ciencias suelen acelerar su progreso.
Ciertamente, los mecanismos de préstamo e incorporación de constructos, conceptos, teorías y modelos de unas a otras disciplinas o especialidades es harto frecuente. Y puede que incluso sea indispensable para la génesis y desarrollo de conocimientos originales e innovadores. Como ilustración cabe decir que la civilización china, en su época de máximo explendor, realizó importantes contribuciones al saber humano como, por ejemplo: la pólvora, el sismógrafo, la porcelana, el estribo, el carruaje impulsado por el viento, los tipos móviles para la imprenta, el golf, el cañón, el globo, la función de precisión, la brújula (que, por cierto, señalaba el sur), la imprenta, la vela de popa, el paracaídas, el cuentakilómetros, el timón, el planeador, el lanzallamas, el fuelle de doble pistón, el cohete-misil, el trinquete, el papel moneda, los naipes y la hélice. ¿Cuáles son las razones por las que poseyendo tal cantidad de medios, conocimientos y tecnologías no se desarrollara, tal y como ocurrió en Europa, la Revolución Industrial? Sencillamente, se «cerraron sobre sí mismos», se aislaron. Aquélla fue una sociedad autoritaria y muy jerarquizada. Pero lo fundamental fue consecuencia de lo anterior: los conocimientos no se podían compartir ni intercambiar
En psicología social, por ejemplo, las teorías expresadas por Kurt Lewin utilizan constructos