de vida. Los equilibrios de estas poblaciones bacterianas del intestino se establecen al inicio de la vida del individuo, son características propias y pueden ser muy estables durante su vida, aunque pueden variar, sobre todo en las personas de más edad. También se ha demostrado que diferentes dietas pueden alterar los equilibrios de los microorganismos que se adaptan al contenido de los alimentos. No es lo mismo el tipo de bacterias que hay en las personas que tienen una alimentación típica del norte de Europa o en países donde se utilizan muchas especias, como la India, por ejemplo. También se sabe que, si bien las poblaciones bacterianas de los individuos pueden ser diferentes, sus funciones globales en la digestión suelen ser comunes.
Durante la vida de las personas puede pasar que alguna bacteria o virus altere los equilibrios que hay en el intestino y entonces se producen enfermedades, que denominamos gastroenteritis o colitis. Para corregirlo pueden ser necesarios tratamientos con antibióticos, que acaban teniendo efectos importantes sobre el conjunto de los microorganismos, y suele ser importante dejar pasar un tiempo para que se restablezcan las poblaciones anteriores. Para evitarlo o corregirlo se han desarrollado sustancias que pueden suplementar la dieta que nos provienen de poblaciones de bacterias, los llamados probióticos, o que favorecen la proliferación de las bacterias que son más favorables en la vida en el intestino, los llamados prebióticos. Incluso se están haciendo trasplantes de poblaciones bacterianas extraídas de las heces de personas sanas a otros que tienen problemas intestinales. Mantener unas adecuadas poblaciones de bacterias en el intestino ha demostrado ser una necesidad para que los individuos disfruten de una buena salud.
Se ha demostrado también que las poblaciones bacterianas del intestino se relacionan de manera intensa con las células del intestino y que los mensajes que se intercambia el cuerpo humano con estas poblaciones tienen una influencia probada con procesos del organismo como el sistema inmunitario, pero no solo con este. Cada vez se van encontrando más procesos en los que intervienen sustancias que están producidas por los microorganismos del sistema digestivo, que pueden incorporarse en el cuerpo a través del intestino e intervenir en procesos biológicos. Su intervención en el desarrollo de la obesidad u otros trastornos alimentarios parece probable, pero se han relacionado con otros trastornos. Estas cuestiones, dado que son muy recientes, son objeto de investigación activa.
El proceso de la digestión le cuesta energía al organismo y, cuando se produce, una gran parte de la actividad del cuerpo está dirigida a su buen funcionamiento y a que se complete dicho proceso de manera correcta. Hay varios órganos que producen las enzimas que degradan y transforman los nutrientes. El transporte de estas enzimas por las paredes del intestino es un proceso delicado, y desde el intestino, aquello que se ha digerido se transporta al organismo. En primer lugar se dirige al hígado a través de la llamada vena porta. El hígado tiene múltiples funciones en nuestro cuerpo. Una es actuar sobre aquellas sustancias que pueden ser tóxicas para algunas células y convertirlas en sustancias inocuas, y la otra es la de almacenar algunas de las sustancias que se han digerido, como es el caso de ciertos azúcares. Hacia el intestino y el hígado se dirige una parte de la circulación sanguínea durante la digestión, razón por la cual el resto del cuerpo se puede sentir privado de energía y de riego sanguíneo y nos puede producir un cierto sopor. Esta sensación y la de saciedad dan lugar a una cierta necesidad de reposo después de la digestión, lo que en ciertas culturas se convierte en la siesta o en un periodo de reposo después de la comida.
En resumen, durante el trayecto desde la boca hasta el ano, los alimentos sufren la acción de diferentes enzimas que los desmenuzan en sus componentes elementales, que después servirán para construir nuevas moléculas o para extraer la energía que contienen. Las paredes del intestino son un filtro esencial para que estos componentes penetren en el sistema circulatorio del organismo. Aquello que no se digiere acabará siendo expulsado por el ano. En el interior del cuerpo, las sustancias que han entrado en el organismo se repartirán por las células de los diferentes órganos que las necesitan pero toman también caminos diferentes. Ciertos excesos en las sustancias circulantes pueden ser problemáticos para el cuerpo, y en relación con esto, el riñón se encarga de que los niveles de sustancias circulantes sean los correctos y elimina excesos de sustancias que hemos digerido y que otros procesos celulares producen en exceso. En conjunto, los mecanismos de control que llevan a cabo los diferentes órganos permiten lograr un equilibrio global en el organismo, que denominamos un estado saludable.
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