Etnografía y espacio. Natalia Quiceno Toro
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12. Emilio Piazzini, “Buscando el lugar de los espacios y las materialidades en los estudios de la ciencia”, Documentos de Trabajo INER, no. 2 (2015).
13. Ingold, “Against Space”.
14. Pablo Jaramillo, “Etnografías en transición: escalas, procesos y composiciones”, Revista Antípoda, no. 16. (2013): 13.
15. Jaramillo, “Etnografías en transición”, 14.
16. Ibid., 15.
17. Piazzini, “Buscando el lugar”, 1.
18. Margarita Serje, “La invención de La Sierra Nevada”.
19. Emilio Piazzini, Eulalia Hernández, William Posada y Ximena Urrea, “Espacio, tiempo y sociedad. A propósito de una ruta de investigación”, RegionEs, Vol. 7, no. 2 (2012): 79-98; Piazzini, “Buscando el lugar”.
20. Gillian Hart, “Desnaturalizar el despojo: una etnografía crítica en la era del resurgimiento del imperialismo”, Revista Colombiana de Antropología, Vol. 52, no. 2 (2016): 163.
21. Marilyn Strathern, “Os limites da autoantropologia”, Cap. 4 em O efeito etnografico e outros ensaios, trad. Iracema Dulley, Jamille Pinheiro e Luísa Valentini (São Paulo: Cosacnaify, 2014), 133. Primeira edição: 1987.
22. Strathern, “Os limites da autoantropologia”, 133.
23. Ibid., 135.
24. Ibid., 136.
25. Ibid., 12.
26. Ibid.
27. Luis Guillermo Vasco, “50 años con los indios. La vida de un etnógrafo” (Conferencia dictada en la Universidad Javeriana, Bogotá, 2016).
28. Luis Guillermo Vasco, “Replanteamiento del trabajo de campo y la escritura etnográficos”, en Entre selva y páramo. Viviendo y pensando la lucha india (Bogotá: icanh, 2002), s. p., http://www.luguiva.net/libros/detalle1.aspx?id=271&l=3.
29. Jeanne Favret-Saada, “Être Afecté”, Gradhiva. Revue d’Histoire et d’Archives de l’Anthropologie, no. 8 (1990): 6.
30. Tim Ingold, “Conociendo desde dentro: reconfigurando las relaciones entre la antropología y la etnografía”, Etnografías Contemporáneas, Vol. 2, no. 2 (2015): 221.
1. Desplazar lo efímero. Etnografía y modos locales de relación con la diferencia en contextos de ferias en los Andes del sur
Lucila Bugallo1
Francisco Pazzarelli2
DOI: https://doi.org/10.17533/978-628-7519-01-5_1
Introducción
Escribir o hablar sobre etnografía es siempre bastante difícil, dado que es una práctica que solo se entiende, justamente, practicándola. Posee pautas, procedimientos, técnicas; pero así y todo su característica y valor principal provienen del hecho de ser un trabajo artesanal. Es artesanal, pero como práctica es metódica y rigurosa. Al mismo tiempo, nos toca personalmente y nos modifica; nos transforma como personas, para siempre. Nos transforma porque nos desplaza, nos saca de nuestro propio eje, tanto personal como social y nos lanza hacia otros universos de prácticas y sentidos. Es una experiencia que se nos hace cuerpo, relaciones, memoria; se nos hace gusto. La primera experiencia etnográfica es la del descentramiento y, posiblemente, también del encantamiento. Después vienen otras, quizás más cortas, quizás menos centrales, pero siempre intensas.
Se trata de un “método” en el que la “herramienta” es el mismo, la misma investigadora; esto puede resultar asombroso, incluso extraño y sospechoso desde posiciones positivistas. Ser herramienta significa que todos nuestros sentidos, nuestro interés y atención están puestos en el trabajo, en la relación con otros, al igual que nuestra capacidad de afectar y ser afectados.3 Los deseos, expectativas, incomprensiones de los otros, así como de quien hace la etnografía, se entrecruzan, se encuentran e influyen. Se nos atribuyen varios lugares y posiciones que no siempre son fáciles de contradecir o rechazar. Las relaciones que entablamos traducen muchos de nuestros intereses, pero también muchas más cosas: la propia historia de un grupo, los entramados en que se vio inserto, los devenires de las desgracias y opresiones que nos precedieron. ¿Cómo podemos encarnar tantas historias? ¿Cómo asumirlas, cómo rechazarlas? Los y las etnógrafas somos herramientas: percibimos, nos interesamos, nos conmovemos, analizamos, nos insertamos en relaciones, nos comprometemos, a la vez que intentamos desarmar algunas madejas enredadas y desactivar antiguas prácticas colonialistas. Muchas veces es difícil y, a pesar de las primeras décadas de su desarrollo,4 todavía confiamos en que la etnografía puede convertirse en una práctica descolonizadora que ayude a revisar nuestros estereotipos de conocimiento.5 Y para ello es necesario comprometernos con ella, enteramente.
Como sugiere Alejandro Haber6 en relación con las teorías locales que se reproducen en la práctica, y nos conectan en la relación sin hacerse explícitas de manera verbalizada, la etnografía supone adquirir un conocimiento que solo puede ser aprendido en las relaciones y nunca por fuera de ellas.7 El resultado será lo que permitan las relaciones generadas, mantenidas y vividas. Nada más ni nada menos. Ese posiblemente sea, a nuestro entender, un aporte importante de la reflexividad en el método etnográfico: considerarse en las relaciones que se construyen y despliegan en los hilos cruzados de las múltiples reflexividades.
Teniendo en cuenta estas ideas, nuestro objetivo en este ensayo es presentar y discutir algunas relaciones entre “espacio” y “etnografía” desde nuestra experiencia de campo. Pero, antes que discutir los métodos y desafíos de hacer etnografía sobre el espacio (algo sobre lo cual existe una copiosa bibliografía), nos interesa reflexionar acerca de las formas en que ciertas espacialidades, especialmente aquellas conectadas con ferias de intercambio, nos confrontan en nuestras experiencias de campo y nos obligan a modular constantemente nuestras perspectivas. La pregunta aquí sería ¿por qué el análisis de una feria y de sus espacialidades podría ser de importancia para pensar el trabajo etnográfico? Aquí proponemos que las prácticas, operaciones, emociones y disposiciones que los espacios efímeros de las ferias habilitan y promueven8