Etnografía y espacio. Natalia Quiceno Toro

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Etnografía y espacio - Natalia Quiceno Toro Investigación

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A diferencia de los mercados estables, las ferias de las que hablaremos tienen una vida corta: se desarrollan una vez por año, duran una semana aproximadamente y se montan y desmontan con rapidez. No se constituyen en espacios previamente diferenciados: en general, se trata de algún lugar despejado, una plaza o las calles de alguna localidad que se transforman durante unos días. De la misma manera en que los patios de las casas y los corrales se vuelven espacios para el despliegue de prácticas rituales religiosas (corpachadas y señaladas de animales),23 para luego volver a ser los espacios cotidianos de siempre (donde se cocina, lava la ropa o se ordeñan animales), así también los espacios donde se levantan los puestos de las ferias vuelven después de unos días a ser simplemente las calles de un pueblo o un descampado. Se trata de un espacio-tiempo limitado, donde se articulan y condensan muchas y variadas gentes, productos, sabores, olores; se combinan productos, partes de cuerpos vegetales, minerales y animales que viajaron con los propios oferentes, o bien son resultado de intercambios previos. Ese espacio atrae y concentra varios otros espacios, que suponen relaciones, distancias, recorridos y ecologías diferenciadas. Lo efímero, entonces, es una característica principal de estas ferias y define el tipo de trabajo a realizarse.

      La Feria del Jampi

      Retomamos la etnografía de esta circulación en abril de 2019. En principio, nos interesaba conocer los circuitos en los que los puneños habían estado insertos desde épocas coloniales, valorar la importancia de ciertos ingredientes rituales y de curación que, por medio de otros transportes, continúan llegando actualmente desde el sur boliviano e indagar acerca de las relaciones actuales de las poblaciones de las tierras altas de Jujuy con las transacciones que allí ocurrían. Durante el trabajo, terminamos de confirmar que la Feria de Huari era, en realidad, la Feria del Jampi (o Hampi, traducido generalmente como medicina tradicional), una feria anual que hasta hace poco tiempo se realizaba durante la Pascua y la semana subsiguiente, pero en los últimos años se realiza en los días previos al domingo pascual. Forma parte así de las ferias características del final de la época húmeda.

      Una mañana, por ejemplo, una mujer joven había llegado para vender achacanas, unos pequeños cactus silvestres que crecen en la altura. Su “puesto” era muy simple: sentada sobre un pequeño banquito, ofrecía “montoncitos” (una de las medidas utilizadas en las ferias) de cactus ubicados sobre un paño, así como agua de achacana que había preparado previamente en una jarra y la vendía por vasos. Conocíamos la achacana porque en la puna jujeña también se la recolecta y consume de diferentes maneras. Intercambiamos algunas palabras sobre el tema con la vendedora y con otra que tenía un puesto cercano, pero que no conocía la planta. Le pedimos un vaso de agua de achacana y nos quedamos bebiendo junto a ella. En esos pocos minutos, pudimos participar de la curiosidad que generaba ese cactus en varios de los que pasaban; paraban a preguntar y al menos dos mujeres, que era la primera vez que veían la planta, se llevaron un montoncito, junto con algunas indicaciones sobre su uso. Las preguntas que se hacían eran del mismo tipo que las que habíamos escuchado en otros puestos, directas y simples: ¿y ese qué es?, ¿ese para qué es? La vendedora respondía “es remedio” e inmediatamente indicaba para qué afecciones se utilizaba y cómo prepararlo. En cada una de estas interacciones nos quedaba claro que los asistentes

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