Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti

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Reparar (casi) cualquier cosa - Paolo Aliverti

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      7. Reparar es descubrir. Mientras arreglas algo, aprendes cosas maravillosas acerca de cómo funciona y no funciona.

      8. ¡Reparamos incluso cuando no hay crisis! Si piensas que este manifiesto tiene algo que ver con la recesión, es que no has entendido nada. No se trata de dinero, sino de mentalidad.

      9. Los objetos reparados son únicos. Incluso un objeto falso se convierte en original una vez reparado.

      10. Reparar nos hace libres. No seas esclavo de la tecnología, sé maestro. Si una cosa está rota, arréglala y será mejor. Si eres maestro, enseña al resto.

      11. Repara de todo, incluso bolsas de plástico... Pero te recomendamos que cojas una bolsa que dure y que la repares si es necesario.

      Y, por último, el lema:

       ¡No recicles, repara!

      Uno de los puntos del manifiesto subraya la importancia de reparar, a menudo confundida con sustituir piezas enteras de un objeto. La sustitución de la placa de la caldera rota por una nueva no es una reparación y, además, es una operación que puede realizar cualquiera. Y así debe ser por motivos económicos y prácticos. El técnico de la caldera no puede permitirse quedarse en cada casa que tenga la caldera rota intentando repararla. Vosotros moriríais de frío y él no podría garantizarse el número de intervenciones necesarias para pagarse el sueldo.

      Otro problema es la ausencia de reparadores. Antes era normal llevar el televisor averiado a arreglar; hoy en día, por muchos factores, antes se opta por tirarlo. Los electrodomésticos actualmente valen muy poco dinero y esto hace que sea tan antieconómico repararlos. Si un electrodoméstico complejo, como un teléfono móvil, puede llegar a costar menos de 50 Illustration, ¿cómo puede salir a cuenta repararlo? Esta tendencia, unida al uso de tecnologías electrónicas y de fabricación cada vez más avanzadas y miniaturizadas, ha hecho desaparecer literalmente el oficio de reparador de TV y de electrodomésticos. Hoy en día, aún es posible reparar las placas incluidas en los electrodomésticos, pero solo a nivel aficionado, y casi siempre con muchas dificultades. A menudo, los fabricantes utilizan piezas casi imposibles de encontrar, eliminan el texto que habla de los componentes o revisten las placas con un recubrimiento de resina. Algunas piezas, probablemente fabricadas a medida, desaparecen del mercado «oficial» a los pocos meses de su salida y prácticamente no se pueden encontrar.

      Los diseñadores de Platform21 han analizado los procesos de realización de los diseños y el papel de diseñadores y consumidores. Su manifiesto quiere hacer reflexionar al diseñador para intentar limitar la obsolescencia programada, cada vez más breve, que caracteriza todos los productos que nos rodean, acompañada por el empuje al reciclaje, siendo esto seguramente bueno, pero que nos induce a tirar los objetos más a la ligera. Desde hace unos años, en la escuela también se enseña la importancia de reciclar objetos, y no tanto de reutilizar o reparar. Reciclar significa simplemente tirar las cosas o llevarlas al punto de recogida ecológico y dejar que otras personas se ocupen de ellas, esperando que el plástico, el vidrio y los metales sean después realmente reutilizados para crear nuevos objetos para el consumo. Sospecho que el «reciclaje» que tanto nos inculcan sea un lobo con piel de oveja, un sistema ingenioso y perverso para animarnos a tirar las cosas rotas, sin siquiera considerar la posibilidad de una reparación.

      Entre el reciclaje y la reparación se encuentra la reutilización, la posibilidad de dar una nueva vida a objetos para tirar. Así, hay bancos que se pueden transformar en mesas y muebles con estilo «industrial», ropa vieja que puede volver a estar de moda con pequeñas modificaciones y engranajes y mecanismos que se transforman en joyas. Una vez el objeto ha sido consumido y reutilizado, ya podemos tirarlo a la basura, aunque el sistema de reciclaje de objetos, sobre todo tecnológicos, tiene sus fallos. No sé si habréis oído hablar alguna vez del RAEE (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos). Probablemente habréis visto este texto adicional en la factura del último electrodoméstico que hayáis comprado. Esta cuota, también denominada «ecoimpuesto», sirve para cubrir los costes de un futuro desmantelamiento del objeto, una vez se haya roto y tenga que tirarse. Se necesita un impuesto extra porque los electrodomésticos y los objetos electrónicos contienen un tipo de sustancias y metales que requieren tratamientos especiales para un correcto desguace, porque son elementos tóxicos y peligrosos para el ser humano y para el medio ambiente.

      Un informe publicado en enero de 2017 por el Comité de vigilancia de residuos RAEE calcula que en 2016 se produjeron, en Italia, 283.089 toneladas de residuos especiales: casi 5 kilos por persona, aunque parece que esta estimación sea por defecto. El comité de vigilancia y control del Ministerio de Medio Ambiente indica que seis de cada diez electrodomésticos no son desmantelados correctamente y basta con dar una vuelta por cualquier calle de las afueras de nuestra ciudad para darnos cuenta de que estos datos son reales. Algunos caminos rurales parecen vertederos con auténticas montañas de electrodomésticos apilados que no siempre son abandonados por ciudadanos de a pie: a menudo, detrás de estos vertederos, están negocios ilegales y bien organizados. Otro sistema para hacer desaparecer la basura electrónica o e-waste de manera aparentemente más «limpia» es enviarla a África, donde se recoge en sitios como Agbogbloshie, suburbio de la ciudad de Accra, en Ghana, donde hay uno de los vertederos electrónicos más grandes del mundo, con 70.000 personas trabajando en la extracción manual de metales. La zona también se conoce como «Sodoma y Gomorra» y recibe millones de toneladas de residuos tecnológicos al año.

      El manifiesto nace por casualidad en un periodo de crisis, en el que ciertas tendencias solo se acentúan. El problema que evidencia es que los consumidores no tienen el control de los objetos que compran. No saben cómo están hechos, no pueden abrirlos, no pueden, eventualmente, mejorarlos y, por tanto, son esclavos de ellos. Los diseñadores y las empresas tienen grandes responsabilidades en este círculo que se ha creado; el manifiesto las evidencia, alentando a los diseñadores a hacer objetos reparables y lo más «abiertos» posible, es decir, documentados y accesibles.

      ¿Por qué utilizar engranajes de plástico en una batidora? ¿Por qué colocar componentes sensibles al calor junto a piezas que se sobrecalientan? ¿Por qué termosellar las cubiertas y no utilizar simplemente tornillos? Muchos objetos se crean con malicia y con su fecha de caducidad ya codificada en su proyecto: se llama obsolescencia programada y dicen que tiene su origen en los tiempos de las primeras bombillas, cuando se reunieron todos los productores para constituir un acuerdo y definir la duración máxima de estos objetos en 1.000 horas, cuando algunas podían llegar incluso a las 2.500. El acuerdo tenía como objetivo uniformizar al máximo las características de los productos, entre las cuales garantizar la duración mínima, que, sin embargo, fue entendida por muchos como la duración efectiva.

      Actualmente, para ningún fabricante sería admisible hacer una cosa así, aunque por varios motivos es sencillo introducir rupturas programadas. Los mismos componentes electrónicos, como los condensadores electrolíticos, tienen una duración predeterminada que puede afectar la funcionalidad de un producto. En el peor de los casos, estas averías «a tiempo» pueden ser introducidas dentro del firmware cargado en los microcontroladores omnipresentes. Es muy sencillo programar que, tras un cierto número de horas de trabajo, la placa empiece a funcionar mal o a disminuir sus prestaciones. El consumidor que desea «salvar el mundo» y al que, por tanto, le interesan fines «ecológicos» y la salvaguardia del medio ambiente, debería buscar, según el manifiesto, solo productos que se presten a ser reparados y tener un espíritu más crítico. Son conceptos muy bonitos y que encienden nuestra chispa revolucionaria, pero desgraciadamente muy difíciles de realizar. Las empresas no deberían adoptar nunca políticas de este tipo, sobre todo en periodos de crisis como el de estos últimos años.

      iFixit es un sitio que desde hace años publica manuales gratuitos para la reparación de cualquier

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