Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti
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Por desgracia, Apple marca el ritmo para todos los fabricantes de portátiles y, con sus ordenadores tan sutiles, traza una senda hacia la cual el resto de fabricantes se están encaminando. Por lo tanto, en un futuro, será cada vez más difícil reparar ordenadores, porque nos han acostumbrado a quererlos bonitos, sutiles y no actualizables3. A nosotros los reparadores, o aspirantes, no nos queda otra que luchar con el ingenio para reparar objetos «con caducidad», creados con materiales de baja calidad y piezas no accesibles. Será difícil difundir los ideales del manifiesto y hacerlos llegar a oídos de diseñadores y empresas, pero cabe esperar que nos pueda echar una mano la Unión Europea o algún estado más iluminado que los otros, como Suecia, donde se ha presentado una ley según la cual aquel que lleve a reparar un bien en lugar de comprar uno nuevo pagará menos impuestos.
La ley sería aplicable a cualquier tipo de objeto, sea tecnológico o no. Quien repare en vez de tirar podrá disfrutar de una reducción sobre el IVA que va del 25 al 12 %. Además, los gastos por la reparación podrán ser deducidos en la declaración de impuestos. Ignoro si la ley ha sido finalmente aprobada, pero es importante destacar que algo se está moviendo. Es cierto que, si las cosas deben cambiar, todos debemos poner de nuestra parte y no podemos esperar que la iniciativa llegue de los gobiernos. Todos podemos empezar a reparar nuestros objetos y poner nuestro grano de arena.
El Montalbano de la electrónica
Reparar no es nada fácil: os lo aseguro. Se necesita mucha paciencia y no se puede tener prisa por desenroscar y asaltar con el destornillador en mano un objeto roto. Debéis reflexionar con calma y buscar información. El modo de actuar de un reparador es similar al de un investigador de policía. El comisario Montalbano, creado por Camilleri, es un óptimo ejemplo en el cual inspirarse. Una reparación es un «caso» por resolver y requiere ingenio y paciencia. Es necesario observar y comprender para crearse el esquema de la situación y, además, como en cualquier delito, las cosas no son nunca lo que parecen. Buscad manuales y documentación sobre el objeto y preguntad a quien os lo traiga: «¿Por qué se ha roto?», «¿Cómo se estaba utilizando?», etc.
Me arrepiento cada vez que llega una placa con una avería evidente y rápidamente exclamo: «¡Ah, esta es fácil!». Incluso detrás de un fusible quemado se podría esconder cualquier otra causa. ¿Por qué se ha quemado? Una vez nos llegó una máquina para pulir metales. Era una caja azul con un motor en su interior y unas correas que mueven un brazo sobre una placa pulidora giratoria. La máquina tenía solo un diodo quemado. Lo sustituimos y volvió a funcionar. Pocos meses después, la máquina volvió a llegar con el mismo problema. Estaba claro que la parte quemada era solo el síntoma de algo más profundo. Un análisis más profundo reveló poleas y correas sueltas que producían una alta fricción. El motor debía trabajar forzado, requería más corriente y, por tanto, el componente predispuesto a su protección se quemaba.
Reparando se aprende. Cuanto más reparéis más expertos llegaréis a ser. En algunos ámbitos, es posible identificar «patrones» que se repiten y pueden facilitar las cosas. La mayor parte de los electrodomésticos se rompen porque se estropea el módulo de alimentación conmutado, que, aunque puede variar bastante entre casos distintos, tiene siempre la misma estructura. En los distintos modelos veréis que el módulo de alimentación ha sido creado utilizando uno u otro circuito de regulación, con distintos valores de resistencia y condensadores, pero el funcionamiento básico y la estructura serán siempre iguales. El reparador experto sabe reconocer estos «signos», estas «estructuras», que se definen como «patrones» y que son como un lenguaje mediante el cual se fabrican las cosas. Reparadores, médicos, mecánicos y jugadores de ajedrez se parecen un poco en lo que hacen. Daniel Kahneman, en Pensar rápido, pensar despacio, escribe: «Para ser un experto en diagnóstico, un médico necesita conocer una larga serie de nombres de dolencias, en cada uno de los cuales la idea de la enfermedad se asocia a sus síntomas, posibles antecedentes y causas, posibles evoluciones y consecuencias, y posibles intervenciones para curar o mitigar esa enfermedad. Aprender medicina consiste en parte en aprender el lenguaje de la medicina».
Tras haber trabajado en muchos casos, reconoceréis determinados problemas simplemente por el sonido que produce el dispositivo o por cómo se calienta o, incluso, por pequeñas señales casi insignificantes. No es exactamente intuición, como descubrió Herbert Simon estudiando varias muestras de ajedrez y demostrando que después de haber jugado múltiples partidas, se empezaba a percibir el tablero y las piezas de un modo distinto al del resto de jugadores «comunes». Para el experto basta con una pequeña pista para acceder a la información que ha acumulado durante la práctica y que le proporciona la respuesta. Para llegar a estos niveles, se necesitan muchas horas de trabajo. ¿Cómo debería afrontar este «entrenamiento» un aspirante a reparador? Mi enfoque personal ha evolucionado con el tiempo y he aprendido de muchos errores cometidos. Para ser rápidos y eficientes, es preciso poder ver las cosas en su conjunto, comprendiendo el funcionamiento (y el mal funcionamiento) de un objeto en su totalidad. Antes de llegar a esta visión global, se pueden cruzar varios niveles de comprensión y análisis. Desde la visión global, se puede descender a una visión modular, que podrían ser las piezas funcionales de forma individual como placas4 o mecanismos independientes, es decir, pasar a analizar las placas por separado, identificando las distintas funciones existentes (trabajando a nivel de esquema eléctrico) para llegar al componente individual. Los principiantes solo pueden empezar por el nivel más bajo e intentar ir subiendo. Frente a una placa electrónica rota, pueden empezar a buscar los componentes quemados y dañados y empezar a comprobarlos con la esperanza de que el problema se limite a esas pocas partes visibles. Por el contrario, el experto procede «bajando» desde el nivel más alto hasta aquellos cada vez más bajos, a los cuales solo recorre en casos desesperados.
Hace unos meses me pidieron que reparara un horno industrial. Las placas eran simples, con componentes dispuestos solo por una cara. La placa tenía problemas de alimentación que resolví sustituyendo los condensadores que ya estaban gastados. Así volvió a funcionar, pero las temperaturas que emitía eran 100 °C superiores respecto a la normativa. La sección dedicada a la medición de la temperatura utilizaba chips y muchos componentes electrónicos, como resistencias, condensadores y algún transistor. Empecé a razonar acerca de las señales, las sondas de temperatura, eventuales pistas rotas, etc.
Nada que hacer: la temperatura con el horno apagado era siempre de 110 °C. Entonces empecé a pensar que quizás estaba en grados Fahrenheit en lugar de Celsius, pero aun así no tenía sentido. Desesperado, empecé a desmontar cada uno de los componentes para comprobarlo. Me pareció algo estúpido porque normalmente el componente dañado, en este tipo de averías, es bastante evidente y sobre la placa no se veían «señales» útiles. Todos los componentes estaban intactos. Quedaba solo un gran condensador SMD de papel film, sin ningún texto, que no me hizo sospechar porque lo comprobé y, en efecto, devolvía un valor. Sin embargo, al extraerlo, me di cuenta de que la temperatura señalada pasaba a 0 °C. La causa de todo era aquel condensador, que se había dañado de un modo concreto perdiendo parte de su capacidad. No era evidente que estuviera dañado pero su valor era desconocido.
Fui probando, sustituyéndolo con otros condensadores que tenía en el taller hasta obtener una lectura correcta de unos 30 °C. En este caso, tuve que bajar y volver a subir los «niveles de reparación» para poder llegar a la solución.
Para completar un trabajo, se necesita mucha determinación. Normalmente se procede por intentos y se necesita más de uno antes de llegar a la