Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti

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Reparar (casi) cualquier cosa - Paolo Aliverti

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compraron uno de los nuevos MacBook para analizarlo e intentar saber cómo repararlo. Desgraciadamente, el informe de reparación fue muy negativo. El nuevo MacBook con pantalla de retina ha sido definido por ellos como el portátil menos reparable que habían visto nunca. La pantalla es todo un conjunto con el cristal, las RAM están selladas directamente sobre la placa madre y no se pueden sustituir o ampliar y la batería está pegada.

      La ley sería aplicable a cualquier tipo de objeto, sea tecnológico o no. Quien repare en vez de tirar podrá disfrutar de una reducción sobre el IVA que va del 25 al 12 %. Además, los gastos por la reparación podrán ser deducidos en la declaración de impuestos. Ignoro si la ley ha sido finalmente aprobada, pero es importante destacar que algo se está moviendo. Es cierto que, si las cosas deben cambiar, todos debemos poner de nuestra parte y no podemos esperar que la iniciativa llegue de los gobiernos. Todos podemos empezar a reparar nuestros objetos y poner nuestro grano de arena.

      Reparar no es nada fácil: os lo aseguro. Se necesita mucha paciencia y no se puede tener prisa por desenroscar y asaltar con el destornillador en mano un objeto roto. Debéis reflexionar con calma y buscar información. El modo de actuar de un reparador es similar al de un investigador de policía. El comisario Montalbano, creado por Camilleri, es un óptimo ejemplo en el cual inspirarse. Una reparación es un «caso» por resolver y requiere ingenio y paciencia. Es necesario observar y comprender para crearse el esquema de la situación y, además, como en cualquier delito, las cosas no son nunca lo que parecen. Buscad manuales y documentación sobre el objeto y preguntad a quien os lo traiga: «¿Por qué se ha roto?», «¿Cómo se estaba utilizando?», etc.

      Me arrepiento cada vez que llega una placa con una avería evidente y rápidamente exclamo: «¡Ah, esta es fácil!». Incluso detrás de un fusible quemado se podría esconder cualquier otra causa. ¿Por qué se ha quemado? Una vez nos llegó una máquina para pulir metales. Era una caja azul con un motor en su interior y unas correas que mueven un brazo sobre una placa pulidora giratoria. La máquina tenía solo un diodo quemado. Lo sustituimos y volvió a funcionar. Pocos meses después, la máquina volvió a llegar con el mismo problema. Estaba claro que la parte quemada era solo el síntoma de algo más profundo. Un análisis más profundo reveló poleas y correas sueltas que producían una alta fricción. El motor debía trabajar forzado, requería más corriente y, por tanto, el componente predispuesto a su protección se quemaba.

      Reparando se aprende. Cuanto más reparéis más expertos llegaréis a ser. En algunos ámbitos, es posible identificar «patrones» que se repiten y pueden facilitar las cosas. La mayor parte de los electrodomésticos se rompen porque se estropea el módulo de alimentación conmutado, que, aunque puede variar bastante entre casos distintos, tiene siempre la misma estructura. En los distintos modelos veréis que el módulo de alimentación ha sido creado utilizando uno u otro circuito de regulación, con distintos valores de resistencia y condensadores, pero el funcionamiento básico y la estructura serán siempre iguales. El reparador experto sabe reconocer estos «signos», estas «estructuras», que se definen como «patrones» y que son como un lenguaje mediante el cual se fabrican las cosas. Reparadores, médicos, mecánicos y jugadores de ajedrez se parecen un poco en lo que hacen. Daniel Kahneman, en Pensar rápido, pensar despacio, escribe: «Para ser un experto en diagnóstico, un médico necesita conocer una larga serie de nombres de dolencias, en cada uno de los cuales la idea de la enfermedad se asocia a sus síntomas, posibles antecedentes y causas, posibles evoluciones y consecuencias, y posibles intervenciones para curar o mitigar esa enfermedad. Aprender medicina consiste en parte en aprender el lenguaje de la medicina».

      Hace unos meses me pidieron que reparara un horno industrial. Las placas eran simples, con componentes dispuestos solo por una cara. La placa tenía problemas de alimentación que resolví sustituyendo los condensadores que ya estaban gastados. Así volvió a funcionar, pero las temperaturas que emitía eran 100 °C superiores respecto a la normativa. La sección dedicada a la medición de la temperatura utilizaba chips y muchos componentes electrónicos, como resistencias, condensadores y algún transistor. Empecé a razonar acerca de las señales, las sondas de temperatura, eventuales pistas rotas, etc.

      Nada que hacer: la temperatura con el horno apagado era siempre de 110 °C. Entonces empecé a pensar que quizás estaba en grados Fahrenheit en lugar de Celsius, pero aun así no tenía sentido. Desesperado, empecé a desmontar cada uno de los componentes para comprobarlo. Me pareció algo estúpido porque normalmente el componente dañado, en este tipo de averías, es bastante evidente y sobre la placa no se veían «señales» útiles. Todos los componentes estaban intactos. Quedaba solo un gran condensador SMD de papel film, sin ningún texto, que no me hizo sospechar porque lo comprobé y, en efecto, devolvía un valor. Sin embargo, al extraerlo, me di cuenta de que la temperatura señalada pasaba a 0 °C. La causa de todo era aquel condensador, que se había dañado de un modo concreto perdiendo parte de su capacidad. No era evidente que estuviera dañado pero su valor era desconocido.

      Fui probando, sustituyéndolo con otros condensadores que tenía en el taller hasta obtener una lectura correcta de unos 30 °C. En este caso, tuve que bajar y volver a subir los «niveles de reparación» para poder llegar a la solución.

      Para completar un trabajo, se necesita mucha determinación. Normalmente se procede por intentos y se necesita más de uno antes de llegar a la

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