Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti
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Yo acompaño todas las reparaciones con papeles, en los cuales dibujo la placa y anoto el estado de cada componente que compruebo. Así siempre sé, de un vistazo, qué he «tocado» y qué falta por comprobar. Sin embargo, a veces, es preciso saber aceptar una derrota y evitar maldecirse inútilmente, sobre todo si trabajáis como reparadores profesionales, en cuyo caso, desgraciadamente, deberéis mantener la cuenta de las horas pasadas en una reparación y de la factura que presentaréis al cliente.
Admito que es muy difícil y, a veces, incluso yo sobrepaso el límite insistiendo en algunos trabajos. En ciertas ocasiones puede valer la pena por motivos «estratégicos» o profesionales, pero debéis valorar bien cada situación. Si sabéis que resolviendo el problema podréis conseguir un nuevo cliente que os proporcionará otros trabajos, en tal caso se puede incluso arriesgar a ir más allá del límite que os deberíais haber puesto al inicio, así como en aquellos casos en que al final conseguiréis más competencias. Las horas pasadas así son una inversión en vuestra habilidad.
Figura 1.3 – Una de las placas del horno industrial junto a su hoja de trabajo y a algunos componentes desmontados.
Reparar requiere humildad para entender el trabajo que tenemos delante. Un objeto roto esconde un mundo en su interior: ha sido diseñado por un equipo de ingenieros que han trabajado en él durante meses. Han tomado decisiones que pueden haber sido dictadas por múltiples factores, sobre los cuales no podemos hacer nada. Solo podemos constatar la avería e intentar ponerle remedio. Poder acceder a los mecanismos internos nos da la oportunidad de aprender cómo están hechas las cosas, cómo funcionan y por qué se rompen. Aunque después quizás no lo consigamos, habremos aprendido algo y, cuando se aprende, hay que ser siempre humildes.
Por último, y esto lo doy por descontado, un reparador o aspirante a reparador no debe tener miedo a ensuciarse las manos, a trastear con nuevos instrumentos, a abrir y curiosear. Hay días en que llego a casa con las manos sucias y os aseguro que, mientras me las lavo, siento una gran satisfacción por mi trabajo.
Desmontar objetos
Para reparar algo, muchas veces es necesario desmontarlo. El problema normalmente está dentro, en algún mecanismo que se ha roto o atascado, o bien en alguna placa que ya no funciona. Armados con destornilladores y alguna otra herramienta, debemos abrir el envoltorio, el chasis, para descubrir el origen del problema. Mientras que antes era todo más sencillo, hoy en día abrir un objeto puede ser una auténtica misión imposible. Los objetos contemporáneos no se diseñan para ser reparados. No se prevé la posibilidad de abrirlos y hacerlo implica la posibilidad de dañarlos. Las empresas tratan de limitar el uso de tornillos: son feos estéticamente (o al menos así nos lo hacen pensar) y son un coste a eliminar. Por eso, los tornillos desaparecen para dejar sitio a superficies lisas y sin ninguna fisura, ni puntos de apoyo ni de apertura.
Precisamente en julio de 2017, sobre este tema, el Parlamento Europeo aprobó una serie de recomendaciones para las empresas fabricantes. Una recomendación es solo un consejo y, desafortunadamente, no es vinculante, pero al menos es un paso importante. Estas indicaciones solicitan que los dispositivos sean resistentes, de calidad y fácilmente reparables. Los fabricantes deberían proporcionar una extensión de la garantía si la reparación requiriera más de un mes. Los consumidores deberían poder acudir a reparadores independientes; además, los componentes vitales y perecederos de los objetos, como las baterías, deberían poder ser extraídos con facilidad y los recambios, reparables a precios asequibles.
Actualmente, para abrir algunos productos tecnológicos como teléfonos, tabletas y ordenadores se necesitan herramientas concretas que se introducen en las fisuras y liberan las lengüetas invisibles de cierre. Si os falta alguna herramienta, esperad y conseguidla o pedidla prestada. Trabajar con instrumentos improvisados conlleva un riesgo porque podríais causar daños y roturas.
Es importante adoptar un enfoque riguroso y ser ordenados. Si no os queréis olvidar el típico tornillo al finalizar el montaje, documentad todo lo que hacéis. Utilizad vuestro teléfono para sacar fotos y registrar las fases de apertura del objeto. Para cerrarlo, simplemente tendréis que seguir los pasos en sentido opuesto. En caso de duda, las fotos os ayudarán a entender y a recordar. Si hay detalles importantes, sacad fotos más detalladas. Antes de manipular una placa electrónica, la fotografío entera por delante y por detrás y, después, saco una serie de fotos de su superficie desde más cerca y ampliadas, de manera que se vean claramente todos los componentes.
Reparar es como conducir una investigación policial. Mis trabajos siempre van acompañados de un montón de hojas y apuntes. En las hojas escribo lo que he visto, siglas, piezas de recambio, trazo dibujos y esquemas sobre los cuales razonar para resolver el problema.
Figura 1.4 – Una foto tomada de una secuencia de desmontaje: los cables y las tarjetas están marcados con letras y números para reconocerlos posteriormente.
Trabajo manual y creatividad
Me estoy dando cuenta de que un capítulo como este va más allá de mis capacidades. Yo soy una persona práctica y poco «filosófica». Estudié geometría y me faltan algunas bases como latín y griego. Además en la escuela no estudié filosofía, aunque he intentado recuperar estas carencias después de mis estudios oficiales. Hay personas que, cuando afirmas no conocer estas materias, te miran horrorizadas, como si fuera un pecado. Tiempo atrás me sentía casi culpable, pero pensándolo bien, si el sistema escolar no ha previsto hacer que las estudiara, ¿qué culpa tengo yo?
El hecho es que todo nuestro sistema cultural pone como máxima ambición la graduación y desprecia el trabajo manual. En abril de 2017, Eurostat presentó un ranking en el que Italia ocupa el penúltimo lugar entre los países europeos por número de graduados con una cifra igual al 26 %, mientras que el objetivo europeo es del 40 %.
¿Pero realmente se necesitan tantos graduados? Probablemente en Europa la situación es otra y aquel que consigue graduarse tiende a obtener un trabajo mejor, bien pagado y satisfactorio. En Italia las cosas son un poco distintas y la realidad es, a menudo, degradante. Desde que me gradué, creo que he utilizado las competencias aprendidas en ingeniería como máximo un 5 %. No más. El resto lo he tenido que aprender por mí mismo y, a menudo, he tenido que hacer referencia a cosas que no requerían un grado para ser entendido y aprendido. Entre estas competencias incluyo las de gestionar proyectos y programar, cosas que he aprendido como autodidacta. En cuanto a la programación, siempre he sido un apasionado de los ordenadores y he tenido la suerte de tener profesores que en la escuela media y superior (en los años 80 y 90) me enseñaron informática utilizando el BASIC y el Pascal. Hoy en día, por desgracia, las cosas son muy distintas y la informática que se enseña en las escuelas se limita al uso del ratón y de algunos programas editores de vídeo: ¡nada que ver con programar! En recursos humanos buscan siempre, preferiblemente, personas graduadas, como si el graduado fuera una garantía o una referencia. Sin embargo, al final, siempre se acaba realizando tareas poco creativas y bastante degradantes. Mi último empleo como trabajador dependiente fue cada vez a peor con el paso del tiempo. Me llamaron de una empresa que trabajaba en el sector del transporte y acepté de inmediato porque la propuesta me pareció