Gerencia de programas sociales. Enrique Vásquez H.

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Gerencia de programas sociales - Enrique Vásquez H.

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2017a, 2017b, 2017c).

      Otra estrategia aplicada en el exterior fue capacitar mediante diferentes modalidades al beneficiario por un período máximo de tres meses otorgándole una subvención llamada beca de capacitación. Esta estrategia, realizada por la propuesta mexicana Bécate, era equivalente a entre uno y tres salarios mínimos. Las capacitaciones se ofrecían en cinco modalidades. La primera estaba orientada al sector productivo y se enfocaba en aquellas personas jóvenes que poseían un negocio pequeño y estaban interesadas en aprender nociones técnicas y administrativas para un mejor manejo de este. La segunda era llamada capacitación mixta, dado que involucraba tanto a las empresas como a los beneficiarios. Aquellos empresarios que se encontraban en un período de expansión en la inversión de su compañía solicitaban este tipo de becas para poder entrenar a jóvenes desempleados, a quienes después contratarían (Secretaría del Trabajo, 2015; OIT, 2007, p. 61).

      La tercera capacitación consistía en brindar herramientas para el autoempleo. Estuvo enfocada en personas que contaban con conocimientos y estudios, pero a quienes se les dificultaba insertarse en el mercado laboral. El objetivo principal era reentrenar a los usuarios y actualizar sus conocimientos para que lograran ser empleados. La cuarta, se basaba en apoyar a los beneficiarios sin trabajo dándoles la oportunidad de practicar en áreas técnicas y administrativas de pequeños negocios, en los cuales podrían ser contratados al finalizar el período de capacitación. Por último, en la quinta, se atendía, en centros públicos o privados autorizados, a aquellas personas que tenían la necesidad de fortalecer y complementar sus conocimientos y aptitudes laborales (Secretaría del Trabajo, 2015; OIT, 2007, pp. 62-63).

      Otra estrategia que se promovió fue la capacitación de jóvenes desempleados mediante el desarrollo de habilidades blandas y duras, junto con prácticas laborales posteriores, en el programa Juventud y Empleo de República Dominicana (Martínez, 2011). La mejora del conjunto de aptitudes necesarias para la empleabilidad se llevó a cabo en dos módulos. El primero, llamado Desarrollo de Competencias Básicas, se enfocaba en fortalecer los valores, las actitudes y las competencias de los beneficiarios por un período de 75 horas. El segundo, denominado Capacitación Técnica Teórico-Práctica, era realizado en coordinación con el empresario que sería el futuro empleador y respondía a cubrir las necesidades técnicas esenciales para el trabajo asignado por un período de 150 horas. Posteriormente, se realizaba una fase de pasantía en la cual los jóvenes eran entrenados en el campo laboral en empresas que requerían personal y se encontraban dispuestas a capacitar a los participantes (Banco Mundial, 2008, pp. 3-4).

      Por último, la iniciativa Youth Employment Strategy, en Canadá, ejecutaba programas integrales para que los jóvenes pudieran desarrollar habilidades y obtener experiencia laboral relacionada con carreras profesionales. Esta iniciativa brindaba servicios a sus usuarios por medio de tres líneas. La primera de ellas, Skill Links, consistía en intervenciones de largo plazo y estaba encargada de potenciar habilidades ocupacionales para aquellas personas que presentaban grandes barreras para lograr ser empleadas. La segunda, Summer Work Experience, se basaba en brindar oportunidades de corto plazo para aquellos jóvenes que buscaban retomar su educación con experiencias de trabajo de verano. La tercera, Career Focus, se enfocaba en brindar prácticas relacionadas con carreras profesionales para que los usuarios tuvieran las herramientas necesarias y se sintieran motivados a cursar estudios más avanzados (OCDE, 2008, p. 150).

      Adicionalmente, para el correcto desarrollo de políticas públicas inclusivas es necesario reconocer la importancia de un elemento: el territorio. Es necesario entender que no existe un territorio único, sino una infinidad de ellos, y en cada uno habitan poblaciones con tradiciones, intereses y expectativas diferentes (Dillón & García, 2012). En el caso peruano, para lograr un desarrollo regional equitativo, la incorporación de un enfoque de territorialidad es clave (Garay, 2017). La diversidad étnica y cultural puede ser un obstáculo en el momento de instaurar una política homogénea, razón por la cual se deben tomar en cuenta las características de cada grupo poblacional que se espera beneficiar (García, 2017). Para ello, los Gobiernos locales y regionales se convierten en actores clave en el proceso de articulación y mejoramiento de políticas sociales (Vargas & Clausen, 2018). El concepto de territorialidad involucra la creación de estrategias diferenciadas para reconocer la diversidad de los beneficiarios (Vargas, 2018b).

      En Argentina, se llevó a cabo el programa Manos a la Obra, orientado a promover los emprendimientos productivos de población de bajos ingresos. Este tenía planeado operar posteriormente a un diagnóstico de necesidad de desarrollo local, con el objetivo de poder potenciar inserciones productivas a la cadena de valor. El indicador variaba según el lugar y, para poder estudiarlo y atenderlo de manera efectiva, se trabajaba en conjunto con Gobiernos e instituciones regionales. Así, se esperaba que el programa definiera las prioridades de cada territorio a partir de sus características. En la práctica, sin embargo, esto fue difícil de llevar cabo (Ciolli, 2017).

      En el Perú, al año 2019, el concepto de territorialidad está comenzando a ser reconocido e incorporado, a veces de manera muy sutil, como parte fundamental del desarrollo de políticas públicas. Sin embargo, es necesario seguir reforzando la necesidad de desarrollar diferentes enfoques y estrategias para poder atender objetivos regionales diversos (Vargas, 2018a).

      Como se ha podido ver, la iniciativa nacional presenta diversas semejanzas y diferencias con las instituciones extranjeras respecto a los servicios ofrecidos para los jóvenes desempleados. Se puede resaltar de manera positiva el enfoque de «la demanda genera su oferta», con el cual se concebían cursos ad hoc para que el joven fuera prontamente empleable por las empresas, al menos en teoría. Es destacable que, aparte de realizar capacitaciones meramente en oficios, se impulsaran cursos en emprendimiento que permitían a los jóvenes formar pequeños negocios, y que así lograran autoemplearse. Sin embargo, las evidencias de éxito rotundo o impacto incuestionable en la promoción de micro- y pequeños negocios de larga vida son limitadas o casi inexistentes. Ello hace pensar que es momento de identificar otras acciones más costo-efectivas de lucha contra el desempleo juvenil.

      Una herramienta rescatable sería otorgar becas, como se hacía en el extranjero. Estas podrían servir como incentivos y permitirían ayudar a atraer a una mayor cantidad de usuarios con más motivación para los cursos brindados. Otra estrategia aplicable podría ser potenciar con un mayor énfasis, dentro de los cursos técnicos o de emprendimiento, el desarrollo de habilidades blandas, como en República Dominicana. Resulta vital que, más allá del conocimiento práctico riguroso, se puedan potenciar las competencias básicas, los valores y las actitudes necesarios para un trabajo.

      1.3 La comunicación pertinente

      Projoven fue un programa de la década de 1990 que contaba con una unidad ejecutora encargada netamente de la comunicación y difusión de los contenidos relevantes (MTPE & BID, 2004, pp. 35-36). El avance de la tecnología de la información reciente ha permitido que el ministerio responsable del programa actual, Jóvenes Productivos, pueda desarrollar estrategias y materiales accesibles sobre la empleabilidad de los jóvenes y la cantidad de beneficiados. Sin embargo, los contenidos de las capacitaciones específicas acordes con las competencias relevantes que demandaban las empresas eran de dominio de los proveedores. Por ello, el programa nacional precisa términos de referencia acordes con las competencias y habilidades que las empresas esperarían en los jóvenes capacitados.

      Parte del enfoque de inserción en trabajo dependiente incluye realizar las capacitaciones en función de la demanda del mercado. De este modo, se incorporan las características y necesidades del mercado local (MTPE, s. f. [a]).

      Por el lado orientado al emprendimiento, el componente de información y capacitación es clave. Las capacitaciones, además, deben estar orientadas al aprovechamiento de las ventajas comparativas de la región y la abundancia relativa de ciertos recursos. Asimismo, se deben tomar en cuenta las diferencias existentes en los jóvenes beneficiarios y optar por un enfoque multidimensional que incorpore, además de capacitación técnica y financiera, el componente

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