La historia cultural. AAVV

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La historia cultural - AAVV Historia

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de la historia cultural de las últimas décadas, por efecto de una variedad de estímulos y enfoques; principalmente, los que proceden de la emergencia de la historia de las mujeres y la historia de género (perspectiva que requeriría un tratamiento específico, pero cuya pertinencia es evidente cuando reparamos en cuántas cuestiones de identidad implica y la importancia que ha dado a la escritura femenina). Hay que mencionar la obra de un historiador cultural sui generis como Piero Camporesi, vagabundo de formación literaria, especialista en los marginales de otros tiempos y en las fronteras de los estudios del folclore.32 Lo vemos en las costumbres fúnebres de los reyes del Renacimiento, o en la sacralidad del poder en la Europa medieval y moderna, en la lectura que hace Ernst Kantorowicz.33 Domina asimismo las investigaciones inspiradas por Foucault,34 con una historia de la medicina reconstruida tanto desde el punto de vista de sus prácticas e instituciones35 como desde el de la producción y circulación de textos (historia del libro de medicina).36 Hasta la valiente investigación de un historiador contemporáneo –experto en la utilización de la documentación fotográficaque, para las guerras del siglo xx, ha reconstruido la historia del cuerpo del enemigo muerto, profanado de toda suerte y maneras, desde la exhibición en público a la aniquilación en una fosa común, que se corresponden con las diversas tipologías de la guerra.37

      Lo que hizo posible una experiencia como la de los dos libros de Ginzburg –de donde ha partido nuestro análisisfue, asimismo, el encuentro de un historiador de excepción con unos archivos particularmente ricos. El hilo conductor que atraviesa las investigaciones y los análisis lo constituyen la producción efectiva, la transmisión, la supervivencia, el (re)descubrimiento, la disponibilidad y la utilización oportuna de las fuentes aptas para contar el tipo de historia que nos ocupa, fundamento del que depende la propia posibilidad de esta empresa. Se trata, evidentemente, de materiales que, por sus características, deben ser capaces de transmitirnos un testimonio, por parcial que sea, de las representaciones que los hombres y las mujeres del pasado daban de sí mismos y del mundo. Sin quitar méritos a la iconografía u otro tipo de monumentos, lo esencial es, inevitablemente, la masa de documentos escritos, manuscritos o impresos, de la que hemos hablado. El subconjunto que representan las fuentes inquisitoriales ha demostrado una capacidad particular para reconstruir este tipo de informaciones: los materiales sobre los cuales se fundamentan no sólo las investigaciones de Ginzburg, sino también las de otros aquí citados pertenecen a este género. Es en este terreno donde se ha podido apreciar también el alcance de una experiencia espiritual heterodoxa como el quietismo38 o las particularidades de la circulación de la obra de Erasmo39 en Italia. En este aspecto, la apertura de los archivos romanos del Santo Oficio representa para los investigadores una ocasión histórica de renovar nuestro conocimiento del pasado.40 Al mismo tiempo, son necesarios, por parte del historiador, el interés y la capacidad de plantear a estas fuentes buenas preguntas. Un historiador que ha tenido ocasión de trabajar junto con Ginzburg ofrece un ejemplo especialmente útil. Después de haber abordado sistemáticamente en numerosos estudios el problema de los «tribunales de conciencia» establecidos por la Iglesia de la Contrarreforma, Adriano Prosperi propuso, en Dare l’anima (2005), un modelo ejemplar de escritura: un caso dramático –un proceso por infanticidiole ofreció la ocasión de conducir al lector por un viaje vertiginoso a través de siglos de reflexión filosófica y teológica alrededor de la naturaleza del alma y el origen de la vida.41 Fuera de este contexto, los capítulos que Prosperi dedica a las doctrinas del alma podrían corresponder a una perspectiva más traditional de historia de las ideas. Tal como se encajan dentro del libro, por el contrario, iluminan la tragedia de dos vidas rotas (el recién nacido y la madre condenada a muerte) y reflejan el conjunto de creencias y prácticas sociales que delimitaban la experiencia cotidiana y regulaban las decisiones posibles de todos los sujetos implicados. Y éste es el sentido mismo de la perspectiva de la investigación que aquí nos ocupa.

      *. Agradezco a Federico Barbierato, Lodovica Braida y Peter Burke sus estimables sugerencias.

      1. Un criterio elemental de selección será centrarse casi exclusivamente en monografías y grandes obras, puesto que no hay lugar aquí para explorar, ni siquiera de forma superficial, la esfera de los ensayos más breves. No obstante, es cierto que son precisamente algunas revistas –y la primera entre ellas Quaderni storici, abanderada de la nueva historia italiana en la escena internacionallas que han tenido un papel protagonista en la promoción y el estímulo de algunas de las orientaciones de investigación esbozadas aquí, funcionando también como importantes foros de debate metodológico.

      2. Véase, por ejemplo, Angelo D’Orsi: Intellettuali nelNovecento Italiano, Turín, Einaudi, 2001; Mario Isnenghi: Intellettuali militanti e intellettuali funzionari, Turín, Einaudi, 1979. El segundo autor ha sido también un referente para otro asunto muy apreciado en la historiografía contemporánea francesa, el de los intelectuales: I luoghi Della memoria, por Mario Isnenghi, 3 vol., Roma-Bari, Laterza, 1996-1997.

      3. Carlo Ginzburg: I Ъenandanti, Turín, Einaudi, 1966; íd.: Il formaggio e i vermi, Turín, Einaudi, 1976.

      4. A propósito del panorama italiano de los estudios, véanse también las aportaciones de Carlo Dionisotti y Luigi Balsamo; cf Mario Infelise: Per una storia della comunicazione scritta, epílogo a la traducción italiana de Frédéric Barbier: Storia del liЪro, Bari, Dedalo, 2004, pp. 543-560; 552-560.

      5. Armando Petrucci: «Alle origini del libro moderno. Libri da banco, libri da bisaccia, libretti da mano», en Italia medioevale e umanistica 12, 1969, pp. 295-313 (más tarde en Armando Petrucci: LiЪri, scrittura e puЪЪlico nel Rinascimento. Guida storica e critica, Roma-Bari, Laterza, 1979, pp. 137-156); íd.: «Studi medievale», en Scrittura e liЪro nell’Italia altomedievale, s. III, 10/2, 1969, pp. 157-213 y 14; 1973, pp. 961-1.002 (reproducido en parte en Guglielmo Cavallo: LiЪri e lettori nel medioevo. Guida storica e critica, Roma-Bari, Laterza, 1977, pp. 3-26); Armando Petrucci: LiЪri, editori epuЪЪlico nell’Europa moderna. Guida storica e critica, Roma-Bari, Laterza, 1979.

      6. Giulia Barone y Armando Petrucci: Primo non legger. BiЪliotheche e puЪЪlica lettura in Italia dal 1861 ai nostri giorni, Milán, Mazzotta, 1976; Armando Petrucci: Scrivere no. Politiche della scrittura e analfaЪetismo nel modo d’oggi, Roma, Editori Riuniti, 1987.

      7. Armando Petrucci y Carlo Romeo: «Scriptores in urbibus», en AlfaЪetismo e cultura scritta nell’Italia altomedievale, Bolonia, Il Mulino, 1992, p. 239.

      8. Armando Petrucci: La scrittura. Ideología e rappresentazione, Turín, Einaudi, 1986; íd.: Le scritture ultime, Turín, Einaudi, 1995. Para una bibliografía completa véase Marco Palma: Bibliografia degli scritti di Armando Petrucci, Roma, Viella, 2002.

      9. Attilio Bartoli Langeli: La scrittura dell’italiano, Bolonia, Il Mulino, 2000.

      10. Marina Roggero: Le carte piene di sogni, Bolonia, Il Mulino, 2006.

      11. Cf Alessandro D’Ancona: Origini del teatro italiano. Studi sulle Sacre rappresentazioni, Turín, Loescher, 1891 (reedición facsímil: Roma, Bardi, 1971); Paolo Toschi: Le origini del teatro italiano, Turín, Einaudi, 1955.

      12. Marina Roggero: Le carte piene di sogni, Bolonia, Il Mulino, 2006.

      13. N. del T.: en castellano en el original.

      14. Gigliola Fragnito: La BiЪia al rogo, Bolonia, Il Mulino, 1997.

      15. Mario Infelise: Prima dei giornali, Roma-Bari, Laterza, 2002.

      16. Federico Barbierato: Politici e ateisti. Percorsi della miscredenza a Venezia tra Sei e Settecento, Milán, Unicolpi, 2006.

      17. Sandro Landi: Il governo delle opinioni:

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