La historia cultural. AAVV
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Hemos hecho alusión al compromiso de una editorial italiana con la publicación de estudios dedicados a la historia de la edición, del libro y de la lectura. A ello hay que añadir, al menos, otra empresa, la Storia d’Italia de la editorial Einaudi, que comienza en los años setenta y sirve de catalizador y de escaparate para una tendencia importante de la historiografía italiana de esos años –más próxima a la historiografía francesa de la misma época–; hasta tal punto que una serie de investigadores de la École des Hautes Études en Sciences Sociales tienen un papel destacado en el listado de aportaciones a una iniciativa paralela, y no menos influyente, del editor turinés en el transcurso de los mismos años, la Enciclopedia (16 volúmenes, 1977-1984). La Storia d’Italia comienza con un volumen dedicado a los «caracteres originales» (1972), en el cual los aspectos culturales de la identidad nacional pasan al primer plano. Después de un primer tomo dedicado a la historia del paisaje, la económica, social, política y jurídica, le sigue un segundo volumen, dedicado casi completamente a aspectos culturales: desde lo aparentemente provocador, por parte de Carlo Ginzburg, entre folclore, magia y religión, hasta el estudio de lengua, dialecto y literatura (Alfredo Stussi), el examen de los casos del arte (Giulio Carlo Argan y Mauricio Fagiolo) y de la escena (Alessandro Fontana).19 La continuación de la iniciativa editorial mantendría la atención en ese campo temático con la publicación incluso de volúmenes, dentro de la serie de los Annali, dedicados a la relación entre cultura y poder, una variación del discurso sobre instituciones y profesiones intelectuales particularmente apreciada en la reflexión de esos años.20 Con esta alusión no pretendemos identificar simple y llanamente las investigaciones de los años setenta y ochenta con perspectivas metodológicas en parte diferentes y que no emergieron verdaderamente hasta más tarde (reduciendo las primeras al rango de «precursoras»). Sugerimos solamente que, mediante los cambios de estilo en la investigación y la comunicación de sus resultados, se ha prestado de forma continua una especial atención a los hechos culturales en la historiografía italiana. Si lo olvidamos, corremos el riesgo de imaginar que los desarrollos más recientes han visto la luz de manera inexplicable en un desierto y que son exclusivamente un producto de importación. De este modo, como hemos dicho, la historia intelectual es un componente tradicional de la investigación histórica italiana, incluso es en ella moneda corriente la atención específica hacia la edición y las formas de organizar la circulación de las ideas. Marino Berengo, un historiador muy influyente en la formación de generaciones posteriores de investigadores, dedicaría a la opinión pública su memoria de licenciatura (en 1953, con Cantimori) y se ocuparía, lógicamente, de temas como los periódicos y los libreros, abordando la Restauración como un momento clave en la separación entre intelectuales y poder;21 y Alberto Tenenti, que, con sus estudios sobre el sentido de la muerte en el Renacimiento, ofrece una contribución directa del lado italiano a este ascendiente de la historia cultural moderna que fue la historia de las mentalidades, se dedicó asimismo a estudiar a los tipógrafos.22 Renato Pasta, también investigador de la historia de la edición, contribuyó de manera significativa en este dominio al introducir a los italianos en la lectura de un maestro en la materia como Robert Darnton.23 En Italia, al igual que en otras partes, el estudio de los diversos tipos de textos en circulación ha llevado a prestar atención a publicaciones populares como los almanaques;24 o también a las octavillas y panfletos que difundían la imaginación profética o la sátira anticlerical.25 Respecto a los usos impensados de los textos, se ha constatado que hojas y libros de magia, y también copias impresas o manuscritas de oraciones e invocaciones, los podían llevar como talismanes o tragárselos directamente –prácticas a las que los tribunales de la Inquisición se hubieron de oponer.26
Además de la atención prestada a los diversos grupos sociales, la historia cultural tiene una sensibilidad especial hacia los encuentros entre culturas y conflictos que se suscitan por la movilidad geográfica de individuos y pueblos. En este campo los investigadores italianos han encontrado también en la época de los descubrimientos un terreno particularmente fértil.27
Hacer historia cultural no significa, naturalmente, ocuparse de la comunicación y trabajar sobre textos exclusivamente, sino que comporta también una indagación en una pluralidad de fuentes que pueden explicar costumbres y estilos de vida28 y permiten poner de manifiesto las distintas formas de sociabilidad. En el panorama italiano de los centros de investigación es asimismo más que raro, casi único, el hecho de que se preste atención específica a la historia y la cultura del juego.29
El tema del paisaje, que hemos visto al aludir a la identidad italiana, tal como la presenta el volumen inicial de la serie de la editorial Einaudi, ha sido también apreciado por la historiografía francesa de los primeros Annales y constituye, a su manera, un tema preferente de los estudios italianos.30 Podemos preguntarnos cuál es su parentesco con la esfera de la cultura: se entenderá si consideramos las relaciones entre las comunidades humanas y el medio ambiente, la huella que han dejado las primeras en el mundo que habitan y los condicionamientos impuestos por el segundo, hasta el punto de caracterizar de forma inequívoca civilizaciones, estilos de vida y representaciones del mundo. Es en esta perspectiva donde se sitúan los análisis de uno de los más originales especialistas italianos en la Edad Media, Vito Fumagalli, investigador de la historia rural atento a los detalles del paisaje vegetal, pero también investigador apasionado de las huellas dejadas por los hombres, con predilección por los perdedores. A él se le debe una feliz serie de volúmenes, concebidos específicamente para no especialistas, en cuyo núcleo se encuentra, sobre todo, la reconstrucción del «clima» de la época que estudia: modos de vida, ciudad y naturaleza,