La historia cultural. AAVV

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La historia cultural - AAVV Historia

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cultural a través de la «nueva historia política».20 El itinerario de Jean-François Sirinelli, que nació recién terminada la Segunda Guerra Mundial (1949), es bastante representativo de una generación de historiadores contemporaneístas que decidieron ampliar cronológicamente el conjunto de su investigación, desde el período de entreguerras hasta el «tiempo presente», abandonando las orillas de la historia económica y social con el fin de participar en una rehabilitación de una historia de lo político, pronto fecundada por el ascenso espectacular de la historia cultural. Alumno de René Rémond, Jean-François Sirinelli eligió en 1973 un tema para tesis de Estado dedicado a los khâgneux y normaliens21 en el período de entreguerras. Defendido en 1986, este comprometido trabajo es también un intento deliberado de historia «sociocultural». Proporciona asimismo al autor la ocasión de aplicar instrumentos conceptuales (el relieve dado a las generaciones, el estudio de itinerarios cruzados, la observación de estructuras de sociabilidad) que serán utilizados seguidamente en otros terrenos. Esta tesis, en general acogida como un análisis de historia política, asimilación reforzada por el desarrollo contemporáneo de una historia social de los intelectuales madurada por la sociología de Pierre Bourdieu,22 se mantiene, sin embargo, atenta a la cuestión de la movilidad social y a la inserción de los intelectuales en el seno de la sociedad de la Tercera República.23 Por otra parte, Jean-François Sirinelli no queda atrapado en esta forma de historia de los intelectuales, a la que él en gran medida contribuyó a estructurar en 1986 con la organización de un seminario en el Institut d’Histoire du Temps Présent del CNRS . La atención que se presta a los fenómenos de mediación, de circulación y de recepción se podía ya percibir en este trabajo de doctorado y permitía su aplicación a otros terrenos. Esta propuesta marcaría toda una corriente de la historia cultural en Francia en el transcurso de los años ochenta y noventa, principalmente entre los especialistas del siglo xx.

      A partir de los años noventa Jean-François Sirinelli aboga con firmeza por una fecundación recíproca entre la historia cultural y la historia política.24 La noción de «cultura política», préstamo de la ciencia política, y a la que JeanFrançois Sirinelli junto con otros, como Serge Berstein especialmente, recurren con profusión, permite progresos historiográficos indiscutibles. El autor es también uno de los que intentan un mejor asentamiento de cierta historia cultural, hecha posible a partir de entonces por una coyuntura intelectual que se caracteriza por la rehabilitación del «sujeto pensante y actuante». Esta voluntad pasa por la construcción de una definición operativa. Iniciada dentro del marco de la Histoire des droites en France (1992), esta reflexión, en el seno del seminario que promueve Jean-François Sirinelli desde 1989 junto con Jean-Pierre Rioux,25 dio lugar a una fórmula más escueta:

      La historia cultural, es decir, hacer la historia de la circulación del sentido en el seno de una sociedad, entendiendo por sentido tanto la dirección como la significación. Una de las definiciones posibles de la historia cultural es, efectivamente, que es una doble historia del sentido y queda plenamente justificado llamar la atención sobre los dos aspectos de una misma palabra: la significación se modifica con la circulación, y los fenómenos de representaciones colectivas estudiados no pueden estar disociados de los movimientos cinéticos que les atañen.26

      Sus investigaciones se van centrando cada vez más en el período posterior a 1945. Es uno de los primeros historiadores franceses en trabajar sobre los años sesenta y en reflexionar sobre la historia de la «cultura de masas».27 Esta inversión de esfuerzos del historiador en los años sesenta, en la que le han tornado el relevo hoy sobradamente generaciones de historiadores más jóvenes, permite a Jean-François Sirinelli interrogarse sobre la posibilidad de construir una «historia del tiempo presente» que adopta los métodos de la antropología histórica. La respuesta obtenida es prudentemente reservada. El «pacto antropológico» está fundado, recuerda el autor, en el distanciamiento, geográfico o cronológico. Sin embargo, como indica Jean-François Sirinelli, esto no impide que se trate probablemente de una de las principales claves historiográficas de los próximos años. Añadamos que la relación con las otras ciencias sociales es uno de los desafíos que se le plantean al historiador del tiempo presente. Esta situación, apuntada por los historiadores desde hace dos décadas, es un parámetro tanto más sensible por cuanto que los historiadores abordan períodos, desde los años sesenta hasta hoy en día, que han sido objeto de una amplia investigación por parte de las ciencias sociales, principalmente la sociología, que se institucionaliza en Francia a finales de los años cincuenta. El desarrollo de la historia cultural contribuye a desplazar los compartimentos disciplinarios que ya no se siguen correspondiendo con las prácticas de los investigadores, aunque conserven toda su legitimidad y eficacia académicas.28

      Historia cultural, Linguistic Turn y Cultural Studies

      Los trabajos de Jean-François Sirinelli ilustran una de las formas de historia cultural y política en lo sucesivo perfectamente instaladas en el paisaje historiográfico francés. Hay un gran desfase con las corrientes anglosajonas influenciadas por el Linguistic Turn y los Cultural Studies, principalmente norteamericanos. La introducción en Francia a principios de los años noventa del debate americano en torno al Linguistic Turn («giro lingüístico») comparte ante todo un cuestionamiento de la historia social clásica, y son pocos los historiadores (exceptuando a Roger Chartier) que reivindiquen la historia cultural cuando toman partido sobre el asunto. La historia no es más que un género literario como cualquier otro y la crítica del texto se impone como práctica preferente. La alianza con la filosofía se acompaña de una vuelta a la prioridad de la teoría. También en este caso la influencia real de este replanteamiento merece ser evaluada en su justa medida: en conjunto, bastante modesta en el paisaje historiográfico francés. Como respuesta, varios historiadores franceses (François Bédarida, Roger Chartier, Antoine Prost) subrayan la diferencia fundamental entre literatura e historia: la exigencia de verdad demostrada. El pasado que la disciplina se da como objeto es una realidad totalmente exterior al mero discurso. Esta realidad debe ser controlada y comprobada por procedimientos intelectuales –el método histórico– que se encuentran en el corazón de cualquier planteamiento científico.

      La escasa acogida de los Cultural Studies es, asimismo, especialmente sorprendente. Sólo dos de los clásicos de los Cultural Studies serán traducidos al francés y finalmente de forma muy tardía. El libro esencial de Edward P. Thompson, La formation de la classe ouvrière anglaise, obra fundadora de la historia «desde abajo», que desplaza la mirada hacia las condiciones de cristalización de un grupo social, esperará veinticinco años para ser presentada al lector francés (1963/1988). Igualmente, The Uses of Literacy, publicada por Richard Hoggart en 1957, no se tradujo hasta 1970. Además, las modalidades de traducción de la obra de Richard Hoggart, publicado en la colección «Le sens commun», dirigida por Pierre Bordieu en Éditions de Minuit, y precedida por una larga presentación de Jean-Claude Passeron, contribuyen a proponer a los lectores una perspectiva esencialmente sociológica de La culture du pauvre. El desfase cronológico es también sorprendente: la recepción francesa tiene lugar a principios de los años setenta, precisamente cuando la influencia de Hoggart se atenúa dentro de la corriente de los Cultural Studies. En esta fecha la lectura de Hoggart ofrece a los historiadores franceses una puerta de salida para el debate sobre la «cultura popular». Ésta permite «caracterizar, subraya Jacques Revel, las prácticas populares por medio de las actitudes y los usos que se podían describir e interpretar sin haber de apelar a una autenticidad popular ni, a la inversa, a los meros efectos de la dominación sociocultural».29 La primera selección de textos de Stuart Hall no ha sido traducida hasta el año 2007.30

      Erik Neveu aventura cuatro razones importantes para explicar esta débil acogida en Francia: la lengua, que sigue siendo una barrera indiscutible y que no facilita la difusión de los trabajos nacidos en los márgenes del sistema universitario británico; un terreno ocupado por algunas revistas, como Communications y Actes de la Recherche en Sciences sociales; las diferencias nacionales en materia de división de las especialidades académicas, y la singular articulación del compromiso político

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