Espais i imatges de la Generalitat. AAVV
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El edificio de la Generalitat después de la Germanía
El quebranto de la Germanía dejó maltrecho el reino, y las obras interrumpidas quedaron como una herida más del citado conflicto. En repetidas ocasiones el humanismo erasmista criticó las discrepancias en el cristianismo y alentó la unidad para hacer frente a los turcos. Buen testimonio lo proporciona Juan Luis Vives en su diálogo sobre las disensiones de Europa y la guerra contra los otomanos, firmado en Brujas en octubre de 1526. En su repaso a los desacuerdos entre cristianos expone cómo ante la marcha del rey hacia Alemania para tomar posesión del imperio:
se produjeron levantamientos en España, de la plebe contra la nobleza, de unas ciudades contra otras […]. Eso fue locura y no disensión, pues la multitud no sabía qué quería, por qué habían tomado las armas ni en favor de quién luchaba; los nobles no ignoraban cuál era su recompensa en la guerra.
Por las comunidades y Germanías quedan «los reinos saqueados, la nobleza quebrantada y arruinada, las ciudades antes florecientes están igualadas con el suelo, los campos esquilmados y desiertos».18 Precisamente, de manera contemporánea a estas palabras, los mismos diputados, a finales de 1525, debatieron si vender el inacabado conjunto de su sede. Así quedó durante años, en opinión de José Martínez Aloy: «para demostrar que las conquistas y grandezas de Carlos I se realizaban á costa de muchos sacrificios por parte de sus pueblos».19
La Germanía fue un lastre para la economía, y por ende para el desarrollo artístico que venía produciéndose. Con el tiempo, y a tenor de su papel en el conflicto, la Generalitat, como manifestación de la estructura estamental del reino, adquirió un mayor poder de representatividad, que puso de manifiesto durante el siglo a través de la arquitectura y el arte. Eso sí, adaptándose a las posibilidades financieras que en buena medida venían establecidas por la situación socio-político-militar. Testigo de ello es el proceso constructivo del edificio de su sede. Así, tras años de represión y compensación de la Germanía, una pandemia en 1523/24, el levantamiento morisco en las sierras de Espadán y Bernia en 1525/26 y la epidemia de 1530/31, los diputados decidieron reemprender las obras en 1533. Mosén Joan Baptista Corbera asumió la responsabilidad de la cantería del edificio, que en 1535 se acometía, principalmente en el studi nou y la escribanía, bajo el modelo de las obras iniciadas décadas atrás con especial protagonismo de su padre. De las obras de albañilería se responsabilizó Joan Navarro. En cuanto a la carpintería, Genís Linares realizó el artesonado y Juan Cardona comenzó a dorarlo, aunque esta labor se paralizó y su conclusión se produjo en 1575. En 1539 se decidió obrar el estudio pequeño (retret del studi nou). Se trabajó en las ventanas y en 1542 en las rectangulares sobre las de corbes. El torreón avanzó lentamente y con interrupciones. El 29 de noviembre de 1549 se indicaba que la sala mayor de la casa, que era la del torreón, debía acabarse, «la qual sala és molt bé e cosa necesària sia acabada per honra de la casa e regne»;20 es decir, de la misma institución y del reino al que servía y, por ello, representaba. Antes, argumentaban, no se pudo hacer por los cerca de 15.000 ducados que tuvieron que emplear en artillería y defensa del reino ante las amenazas de la armada turca, muy extendidas en 1543 y 1547. En 1567 se trabajó la estructura de la propia torre para poner solución a las filtraciones de un remate con galería y merlones. Los maestros de la citada fábrica, el carpintero Gaspar Gregori, el cantero Miquel Porcar y el albañil Andreu Serrano aconsejaron rehacer la torre desde el techo de la Sala Nova. En estas labores destacó la dirección de Gregori, que presentó un nuevo diseño, y la ejecución de Porcar y el albañil Joan Vergara.21 Las obras se detuvieron con el alzamiento de los moriscos en las Alpujarras granadinas en 1567, y se reanudaron con determinación bajo el sistema del destajo entre 1573 y 1577. En 1575 se acabó de dorar el artesonado del estudi nou major, que pasó a denominarse daurat, y en 1579 se remató el torreón con tejado a cuatro aguas de tejas doradas de Manises. En este tiempo dorado, la institución emprendió obras tan representativas para la ciudad como el baluarte y Casa de Armas.
La imagen urbana del edificio de la Generalitat
La sede de la Generalitat no gozó de una imagen capaz de caracterizar el perfil de la capital valenciana, aunque sí se integró en su corografía. No la encontramos especificada en la primera vista de la ciudad, la contenida en la crónica en castellano de Pere Maria Beuter de 1546, y solo de manera algo confusa en sus límites y distinción respecto a la Casa de la Ciutat aparece en la vista más naturalista de Anton van der Wyngaerde de 1563. El artista flamenco rotula sobre ambos edificios las palabras que los identifican: Consejo y Deputación. En este, con sesgo aristocrático, refleja la torre almenada que después se recrecería y se remataría con cubierta de tejas doradas en consonancia con las techumbres de su interior.
Figura 1. Xilografía con la vista de Valencia en la obra de P.A. Beuter, Primera parte de la Coronica General de toda España, y especialmente del reyno de Valencia (1546).
Figura 2. Anton van der Wyngaerde, detalle de la vista de Valencia, 1564.
En el caso de una urbe fluvial, el lugar idóneo para destacar el edificio en el perfil de la ciudad hubiera sido uno de los principales accesos del frente definido por el río Turia, como, por ejemplo, sucedía con la Diputación General de Aragón en Zaragoza, abierta al Ebro, junto a una de las principales entradas y donde, además, su cromático y heráldico tejado contribuyó a significar un espacio que no podía rivalizar en altura con los campanarios y otros elementos de la arquitectura religiosa. Otra opción para realzar la citada sede hubiera sido abrirlo a uno de los más diáfanos y transitados espacios urbanos, pero tampoco fue el caso valenciano, como sí sucedió con la Lonja en la plaza del Mercado y con la Casa de la Ciutat en la plaza de la Seo. De hecho, la Generalitat se dispuso próxima a la sede municipal, que gozaba de preeminencia urbana. Este edificio, con sus dos torres, era visible desde el escenario de los más solemnes actos festivos en el centro histórico, espiritual y político de la ciudad. Desde esta plaza, la Generalitat quedaba oculta tras el inmueble de la sede municipal, ambos separados por una estrecha calle. El porte urbano de la Generalitat se reducía a la visión del edificio en la confluencia de las calles que partían de los principales portales de la capital: el de Quart y la calle Caballeros para la comunicación con el oeste, y el de Serranos y la calle de San Bartolomé con el norte. La torre del edificio no se erigía hacia esta confluencia de importantes vías, sino hacia el propio edificio municipal. Así puede apreciarse bien en el primer plano conocido de la ciudad, el realizado por Mancelli en 1608, aunque la representación del edificio es sumamente descuidada; por ejemplo, su torre se sitúa sin detalle en el lado contrario.
La presencia social del edificio de la Generalitat queda manifiesta en su relación con el callejero y con el mundo festivo. Algunas provisiones citan el tramo de la calle Caballeros contiguo a los inmuebles de las sedes municipal y general como de les Corts. Así aparece en bandos del siglo XV. Marcos Antonio de Orellana esgrime que esta denominación se debía a que Jaume I habría celebrado aquí las primeras cortes del reino, así como a que en este lugar se hallasen los tribunales inferiores, conocidos como corts.22 Ocasionalmente es denominada calle de la Diputació, como en 1518, cuando los diputados decidieron hacer una torre cuyo interior acogiera una gran sala de reuniones en consonancia a las aspiraciones de reforzar su carácter representativo. Poco después, al evocar el asalto de los agermanados a la casa del conde de