Espais i imatges de la Generalitat. AAVV
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Figura 3. Antonio Mancelli, Nobilis ac Regia Civitas Valentie in Hispania, 1608. Detalle de la zona de la Catedral, Ayuntamiento y Generalitat.
El edificio, por lo tanto, tuvo una discreta relación con el callejero urbano. No obstante, la denominación de Corts, que hacía referencia a los tribunales de justicia, pudo interpretarse por algunos como referencia a la sede de reunión de los estamentos del reino con representación en las cortes. Del mismo modo, resulta revelador que se excluyera el edificio de los itinerarios organizados por la ciudad con motivo de las entradas reales y de ilustres personajes.26 Muy ilustrativa resulta la entrada en Valencia del citado duque de Melito como virrey, pues si bien su recorrido previsto era ir desde el portal de Quart hasta la catedral para jurar los fueros por la calle Caballeros, la Junta dels Tretze no lo permitió. Lo interceptaron en la plaza del Tosal y, argumentando que los personajes ilustres, hacían otro recorrido, lo llevaron por la calle de la Bolseria, la plaza del Mercado y las calles de San Vicente y de la Corretgeria.27 Por el contrario, la ubicación del edificio hacía inevitable que tuviera una notable inserción en el universo festejante de la ciudad. Ante la celebérrima procesión del Corpus, en la plaza de la Seo los eclesiásticos tenían privilegiado sitial, mientras que en el tramo llamado de les Corts al inicio de la calle Caballeros lo tenían la Ciutat y la Generalitat. En otras ocasiones, la citada calle o la plaza homónima del lado contrario eran espacios reservados a las principales instituciones del reino. Si como se ha citado, en 1518 se decidió hacer el torreón de la sede, en 1525 consta la realización de un cadafal en una de las ventanas de la sala gran nova para que diputados y familias pudieran contemplar la procesión de la fiesta del Corpus, para lo que entoldaron los muros inacabados.28 El «balcón dorado» lo realizó Pere Cerdà de 1580 a 1585 y fue dorado por Luis Mata.29 Mientras que el del tercer piso fue ejecutado por Juan Armaolea en 1581. Se hizo frecuente que las autoridades, como los virreyes y sus familias, acudieran a contemplar la procesión del Corpus desde las ventanas del edificio y que, con motivo de estas ilustres visitas, se les obsequiara con representaciones teatrales, música y, en ocasiones, baile.30 También la Diputación recibió a las autoridades con motivo de procesiones extraordinarias. De manera explícita se señala con la entrada del cuerpo de san Mauro en 1599, la canonización de san Ignacio de Loyola en 1622, la beatificación y canonización de san Juan de Mata y Félix de Valois en 1668 y la canonización de san Francisco de Borja en 1671, entre otras.31
A finales del siglo XVI el estudiante Miguel de Vargas, en su loa de Valencia, incluyó el edificio de la Generalitat entre los destacados de la ciudad, y especificó que sobre todo era valorado por sus techos dorados.32 Si bien el edificio en sí despertó el interés de algunos viajeros, caso del francés Des Essarts en 1659, otros fueron críticos con él, caso del pastor luterano alemán Carl Christoph Plüer en 1768. Sin embargo, entre los que lo visitaron fue unánime el reconocimiento a su contenido. Por ejemplo, el archiduque Maximiliano de Austria, después emperador de México, en su visita a la ciudad en junio de 1852 alabó las hermosas techumbres de la casa municipal, que le recordaban las del palacio ducal de Venecia, así como las de la Generalitat, entonces palacio de la Audiencia (antigua Diputación), donde encuentra «uno de esos artesonados que parecen reventar en oro y que tan claramente manifiestan la auténtica riqueza y lujo, frente a los cuales los nuestros parecen perendengues». Además, alaba los retratos murales, puesto que en su opinión permiten con frescura y viveza la inmersión en la fisonomía y la historia de España en un momento de evidente orgullo.33
Figura 4. Tomas Vicente Tosca, Valentia edetanorum… 1704. Detalle de la zona de la Catedral, Ayuntamiento y Generalitat.
La arquitectura como monumento e imagen
Como ya desarrollamos en otro foro al tratar la semiótica urbana,34 la arquitectura tiene menos capacidad de transmitir mensajes que las artes figurativas, pero su carácter público le otorga mayor y más generalizada facultad para incidir en los sentimientos humanos, creando objetos simbólicos que evidencian el trasfondo cultural que los genera. En líneas generales, la ubicación del Palau de la Generalitat, las dimensiones del edificio, el diseño y altura de su torre, la riqueza de sus artesonados, etc., ponen de manifiesto su rivalidad con la Casa de la Ciutat. Ambas instituciones, cada una con su particular función, fluían entre la lealtad al monarca y la contención a su autoritarismo, todo legitimado en el derecho foral. Sus diferencias se acusan a comienzos del siglo XVI y tiene su cenit en torno a la Germanía, lo cual era reflejo de la representación política de cada institución y de su conformación representativa. En la Diputació, que es reflejo de la estructura feudal del reino, se decide hacer una torre y una amplia sala de reuniones, y cuando se activa la Germanía el virrey traslada su residencia enfrente de la misma, mientras que en la Casa de la Ciutat, donde hay una mayor presencia de los sectores sociales productivos, se produce una tensión para que su participación sea ejecutiva.
La ciudad de Valencia adquirió una imagen que surgió de cierta mixtura y colaboración institucional, no exenta de controversia. Las recaudaciones de la Generalitat al servicio de la política del rey, pero administradas por y, en la medida de lo posible, en beneficio del reino, y cuya sede se ubica contigua a la de la sede del cap i casal, supuso numerosos conflictos y, sobre todo, complementariedades, como las generadas por las competencias en obras públicas de comunicación y defensa. Las empresas constructivas de caminos, puentes, portales, murallas, baluartes y Casa de Armas definieron la imagen de la ciudad y del reino. Así se aprecia en las crónicas, en los diarios de viajeros y en las vistas de la capital. En estas obras confluían las directrices reales, la financiación municipal y la general, y en ellas afloraban ciertas rivalidades y mixturas entre la Ciutat y la Generalitat, con sedes contiguas, así como con el rey que solicitaba unos ingresos para su política, pero cuya gestión correspondía al reino e intentaba acomodar a sus intereses.
Ciudad y reino confluyen en acciones en la misma urbe y la imagen de la ciudad se funde con la del reino. En la Generalitat el brazo real se representa mediante el ángel custodio con el escudo de la capital, la institución costeó la reconstrucción de puentes sobre el Turia tras la riada de 1517, así como el baluarte (1543-1544), la Casa de Armas (1574-1577, ampliada en 1585) y el nuevo baluarte (1577-1580). Estas obras se entendieron como imágenes de la ciudad, con independencia de la entidad que las hubiera financiado, aunque las armas de la institución dejaban constancia orgullosa de ello. El baluarte de 1544 es uno de los elementos destacados en la xilografía de la obra de Beuter en su edición de 1546, y el nuevo baluarte y Casa de Armas se convirtieron en un hito que se mostraba con orgullo a los visitantes ilustres. La financiación del municipio y reino concurrían en las mismas obras y las experiencias del pasado afloraron en estas últimas. Así, Vespasiano Gonzaga, virrey de Valencia entre 1575 y 1578, antes de apoyar las referidas construcciones emprendidas durante su gobierno, defendió que con dinero de la Generalitat se fortificara el palacio del Real frente a posibles enemigos externos de la ciudad. Además, de modo velado, tal y como exponía al monarca, pretendía convertirlo en ciudadela que lo protegiera frente a los enemigos internos que pudieran surgir a la gestión de los oficiales reales. Las razones esgrimidas por el virrey recuerdan aspectos presentes en la Germanía o las comunidades: tensiones por la defensa de los fueros, roces con los moriscos y rechazo a los nombramientos de extranjeros como oficiales reales.35