La espiritualidad del subdesarrollo. Andrés Felipe Manosalva Correa
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Figura 7. Portada del 2 de abril de 1967 de El Catolicismo
Figura 8. Caricatura de un agricultor
Figura 9. “¿Cuál de los dos?”
Figura 10. “No hable así… hable así…”
Figura 11. “Colombia honra a los campesinos”
Figura 12. “El campesino ni siquiera gana”
Figura 13. “Y nuestros campesinos?”
Figura 14. Ilustración de un campesino
Figura 15. Fotografía de un campesino
Figura 16. Ilustración de un campesino
Figura 17. Fotografía de una pareja de campesinos
Figura 18. “Quieres saber si eres un buen campesino?”
Figura 19. “Queremos tierra propia”
Figura 20. Portada del 28 de junio de 1970 de El Catolicismo
Figura 21. “Partí de cero, estudié y le gané a la pobreza”
Figura 22. “Fotografías de campesinos”
Figura 23. Portada del 5 de marzo de 1967 de El Catolicismo
Figura 24. Fragmento de la portada del 16 de agosto de 1964 de El Campesino
Figura 25. “Pocos trabajan, muchos miran”
Figura 26. “Trabajar más seriamente y producir más, es una necesidad de Colombia”
Figura 27. Portada del 6 de septiembre de 1964 de El Campesino
Figura 28. Portada del 24 de septiembre de 1972 de El Campesino
Figura 29. Campaña de la Policía Nacional contra el alcoholismo
Figura 30. Portada del 1 de junio de 1969 de El Catolicismo
Figura 31. Publicidad de la Empresa de Licores de Cundinamarca
Figura 32. Publicidad de cerveza Club Colombia
Figura 33. Publicidad de cerveza Costeñita
Figura 34. “Más cerveza que leche consumen los bogotanos”
Figura 35. “Ociosos”
Figura 36. “El torneo interveredal de Guatavita”
Figura 37. “Censura de películas”
A mi madre, Nohra Correa Aristizábal
En 1956, un boletín de Acción Cultural Popular (ACPO) indicaba que millones de trabajadores del campo en Colombia eran analfabetos, tenían una alimentación deficiente, dormían en habitaciones antihigiénicas, usaban sistemas de cultivos rudimentarios, estaban sin medios para educar a sus hijos, trabajaban en tierras estériles, carecían de agua potable, sufrían enfermedades y eran víctimas de acaparadores, prestamistas y usureros.1 Sin embargo, a pesar de este difícil panorama, para el sacerdote fundador de ACPO, José Joaquín Salcedo, la pobreza de esta población se explicaba por su falta de conocimiento y su “carencia de actitudes orientadas hacia el éxito de la vida”.2 Este tipo de diagnóstico fue una constante en el semanario El Campesino, periódico católico que hacía parte del proyecto de ACPO y que pretendía estar al servicio de los hombres y mujeres del campo. Como veremos, otros órganos de prensa católica, entre ellos El Catolicismo y la Revista Javeriana, también abrieron espacio en sus páginas para expresar sus análisis respecto a la situación no solo de los trabajadores del campo, sino de los trabajadores en general.
Este libro se ocupa de las representaciones de los trabajadores en la prensa católica colombiana entre 1958 y 1981. Con base en el semanario El Campesino, el periódico El Catolicismo y la Revista Javeriana, me concentro en los discursos acerca de los trabajadores rurales y urbanos con el fin de dar cuenta del ideal de trabajador de la institución eclesiástica del catolicismo, no solamente en el tiempo de trabajo, sino también en su tiempo de ocio.3 De este modo, me propongo dilucidar el tipo o tipos de colombiano rural y urbano promovidos por la Iglesia a comienzos de los años sesenta, un momento histórico crucial, pues a la vez que el Concilio Vaticano II (1962-1965) redefinió la doctrina católica, nos encontrábamos en la Guerra Fría, y en el país surgieron y se profundizaron diferentes problemáticas que se mantienen hasta el presente.
La importancia de la Iglesia católica a lo largo de la historia de Colombia es evidente, no solamente en cuanto a su papel religioso, sino por su intervención en asuntos sociales, políticos y económicos de distinta índole.4 Para nadie es un secreto que miembros de la jerarquía eclesiástica han hecho parte de familias influyentes a nivel político y económico, que la institución ha tenido y aún tiene universidades y colegios propios, que la población católica ha sido la mayoritaria a lo largo de la historia del país y que la legislación colombiana ha sido a menudo favorable al catolicismo. Además, su liderazgo ha aparecido en coyunturas clave de los siglos XIX y XX, como las guerras civiles, la Regeneración, el Concordato (que legaliza su intervención), las reformas impulsadas por la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, el periodo de La Violencia, el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla y la instauración del Frente Nacional, entre otros escenarios.5 Un sector tan importante de la población como el de los trabajadores no fue ignorado por la Iglesia, sus problemas fueron considerados y discutidos públicamente de diferentes maneras, incluyendo, por supuesto, herramientas como las revistas y periódicos.
La prensa tuvo un papel muy importante en la formación de la opinión pública, pues fue ventana de debate entre las diferentes corrientes políticas del país.6 Por lo general, los jefes de los periódicos tuvieron una fuerte cercanía o hicieron parte de algún partido político. Casos típicos fueron el periódico El Tiempo y El Siglo, el primero de filiación liberal y de propiedad de la familia Santos, y el segundo de filiación conservadora y de propiedad de los Gómez.7 De manera que tener un órgano de difusión fue una prioridad para instituciones como los partidos políticos, los movimientos sociales o para la misma Iglesia católica, la cual estaba enfrentando un proceso de mutación religiosa propio de América Latina en la segunda mitad del siglo XX.8 La Iglesia buscó un apostolado más cercano a la población y la prensa fue una de sus estrategias para lograrlo.
El Catolicismo y El Campesino fueron los dos órganos de prensa de la Iglesia con mayor circulación en el país. Su contenido no se limitaba a la instrucción religiosa, sino que tenía un alto contenido acerca de la vida política, económica y social del momento. El Catolicismo pertenecía a la Arquidiócesis de Bogotá y El Campesino, al proyecto de educación rural que tuvo la Iglesia con ACPO. Por su parte, la Revista Javeriana era editada por la Compañía de Jesús. Esta revista fue considerada el órgano intelectual más importante de la Iglesia,