La espiritualidad del subdesarrollo. Andrés Felipe Manosalva Correa
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La hegemonía no es posible sin la labor de los intelectuales, pues tanto en las instituciones de tipo religioso como en la prensa se desarrolla una constante elaboración intelectual. Desde la perspectiva gramsciana, en las clases o grupos de clases se generan los agentes encargados de esta labor, quienes son los que teorizan y buscan organizar los procesos productivos, sociales o culturales: “El empresario capitalista crea junto con él al técnico de la industria, al científico de la economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etcétera, etcétera”.27 Los intelectuales entonces son agentes necesarios para la reproducción de determinado sistema económico, pues no se requiere solamente a los que piensan la organización económico-social, sino también a quienes legitimen dicha organización, de otro modo no podría ejercerse la hegemonía.28
Gramsci indicaba que uno de los grupos típicos de intelectuales eran los eclesiásticos, quienes, por un largo periodo (el feudalismo e incluso después) habían desarrollado la ideología religiosa, la filosofía, la ciencia y, así mismo, monopolizaron y organizaron la escuela, la justicia, la asistencia, entre otros.29 Como es bien sabido, la Iglesia en Colombia ha intervenido en el sector educativo, ha sido un agente cultural y ha tenido influencia en la generación de opinión, por tanto, se considera que su papel intelectual fue clave en el periodo de estudio de esta investigación.
Vale recalcar que los intelectuales no son monopolio de una clase social específica, sino que surgen en cualquiera de ellas. Los intelectuales entonces no tienen una labor pasiva y neutral frente a los procesos sociales, sino que ellos desarrollan la ideología y organización de la clase que representan. Para el caso de este libro se observó el papel de los intelectuales dentro de la prensa, lo que nos sirve para mostrar el rol que cumplió la institución en este proceso.
Adicionalmente, con base en las ideas de Émile Durkheim y Serge Moscovici, se desarrolló el concepto de representación para el conjunto de ideas que se tenían desde la prensa católica acerca de los trabajadores. La prensa representó a los trabajadores de determinadas maneras, caracterizándolos a partir de su género o su espacio de trabajo (rural o urbano).
Durkheim desarrolló el concepto a finales del siglo XIX en su obra Las reglas del método sociológico, donde expuso qué era y qué no era lo social, generando una frontera con lo biológico y lo psicológico.30 En primer lugar, desarrolló la idea del hecho social, que tiene que ver con las ataduras que vienen de afuera del individuo, formas de sentir y de pensar que son externas, generadas desde lo social e independientes de manifestaciones individuales. Los hechos sociales son anteriores a un individuo particular y por tanto se imponen más allá de sus resistencias individuales. A partir de lo anterior, y en segundo lugar, Durkheim desarrolló el concepto de representación social, el cual proviene de las condiciones en las que se encuentra el cuerpo social y por tanto son de carácter colectivo: emociones y tendencias colectivas. Las representaciones sociales, por tanto, se generan a partir de hechos sociales, cosas que están en lo social y que se les otorga un sentido o significado social. La representación es, entonces, la idea colectiva que hay sobre determinado hecho social, sin que necesariamente se haya adquirido a través de un método científico o un acercamiento riguroso, y es diferente de una representación individual. El sociólogo francés enfatiza en la diferencia entre lo colectivo respecto a lo individual, pues este último no es una simple sumatoria. Dice Durkheim: “Para comprender la manera en que la sociedad se representa a sí misma y al mundo que la rodea, es la naturaleza de la sociedad y no la de los particulares lo que hay que considerar”.31 Siguiendo esta idea, ¿podríamos hablar de una representación individual de la Iglesia? No, esta no es una persona, es un grupo de ellas que responde a un sector o a diferentes sectores de la sociedad, por consiguiente, tiene y exhibe representaciones de lo social.
Por otro lado, Moscovici recoge en parte las ideas de Durkheim, pero las dota de un mayor diálogo entre lo colectivo y lo individual, relacionando lo psicológico con lo social.32 El autor cuestiona que la concepción de Durkheim es muy amplia, pues pretende abarcar todo lo que se considera social, por lo que Moscovici aduce que es difícil determinar representaciones colectivas de lo religioso, científico, mítico, entre otros elementos, pues estas son heterogéneas y no pueden definirse con solo algunas características generales. Más bien señala que se deben entender como formas específicas de comprender y comunicar lo que sabemos.
Para Moscovici las representaciones son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados, pues están relacionados con formas particulares de entender y comunicar la realidad.33 Por eso los cataloga como producciones sociales, pero se diferencia de Durkheim en que estas se configuraban a partir de una construcción social donde los individuos son en conjunto productores de ideas acerca de objetos, comportamientos, realidades, entre otros.34
Por su parte, Wolfang Wagner, Nicky Hayes y Fátima Flores,35 inspirados en Moscovici, le dan al aspecto social y cultural una fuerte relevancia. En primer lugar, situados en la teoría de las representaciones sociales, estos autores afirman que detrás de las representaciones individuales existe un trasfondo social amplio que tiene una trayectoria histórica de larga duración. Las concepciones del mundo, del trabajo, del ocio, son cosas que vienen construyéndose socialmente y que se sitúan en lo individual de una manera constante y también cambiante.
La representación social se caracteriza por ser una especie de imagen en la que operan lo estructural, lo cognitivo, lo afectivo, lo metafórico, entre otros. Cuando se habla de lo estructural, los autores se refieren a una descripción que contiene una red de afirmaciones sobre determinado tema, problema, objeto u otro asunto de relevancia social que forma un “constructo parecido a una teoría”.36 Lo afectivo también está presente, pues desde lo metafórico e icónico, que en muchas ocasiones remplazan el lenguaje, hay relaciones que afectan a los individuos en su cotidianidad.
Siguiendo con lo anterior, la representación no es una proposición, sino más bien un intricado más complejo donde lo simbólico también se incluye en las representaciones que median entre el individuo y el grupo social. La representación, por tanto, no surge de la observación directa de objetos o fenómenos, sino que se produce gracias a la relación que hay entre el individuo, la sociedad y lo que es representado. Al representar una forma de comportamiento, no se tiene en cuenta solo lo que determinada persona observa, sino cómo lo observa y por qué lo observa de esa manera, por lo que se tiene en cuenta que el pensamiento está mediado por un contexto. Dicen Wolfang, Hayes y Flores: “Existen gatos y gatos sagrados, bloques de apartamentos y edificios majestuosos”.37
Estas representaciones tienen efectos pragmáticos, pues no solo se trata de la existencia de la representación, sino que esta puede tener consecuencias sobre las interacciones sociales entre grupos, sobre formas de comportamiento individuales y colectivas, o en el acercamiento o alejamiento de otros grupos o instituciones sociales, así como afirma la identidad y justifica la discriminación. Concluyendo con una mirada amplia sobre el asunto, dice Dan Sperber:
El término “representación social” identifica el proceso del origen, cambio y elaboración de la descripción icónica […] de las cosas en el discurso de los grupos sociales. […]. Utilizando la analogía de la expansión de una enfermedad, podemos hablar de un proceso epidemiológico, en el curso del cual, nuevas o cambiadas representaciones sociales llegan a establecerse en el sistema de conocimiento de los miembros de un grupo.38
Al hablar de las representaciones, se puede observar cómo desde la materialidad de la prensa católica se exhiben ideas específicas sobre el trabajador rural y urbano, y sobre el uso de su tiempo libre. Como ya indiqué, no es mi objetivo analizar las representaciones generadas por los habitantes urbanos o rurales, ni cómo estas se desarrollan, sino específicamente las que la prensa católica emite en sus páginas: el interés está en la prensa y su mensaje. Es importante señalar que estas representaciones fueron elaboradas en la prensa usando dos vías: una primera,