La espiritualidad del subdesarrollo. Andrés Felipe Manosalva Correa

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La espiritualidad del subdesarrollo - Andrés Felipe Manosalva Correa Colección Encuentros - Doctorado en ciencias sociales y humanas

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nacionales e internacionales de actualidad.9 Si bien su difusión no fue tan amplia, puesto que estaba más dirigida al sector religioso y académico, tuvo también repercusión sobre el movimiento social.10

      Vistos en conjunto, estos tres órganos de prensa brindan una perspectiva amplia de las operaciones de la Iglesia dentro de diversos grupos de población: un periódico rural —El Campesino—, que pertenecía a un proyecto de educación para el campesinado;11 un periódico perteneciente a uno de los distritos eclesiásticos más importantes del país, como la Arquidiócesis de Bogotá —El Catolicismo—;12 y una revista de una orden religiosa del prestigio de la Compañía de Jesús —la Revista Javeriana—.13

      Los asuntos estudiados en este libro comienzan en 1958 y finalizan en 1981. Tomé 1958 como punto de partida porque en ese año se fundó el semanario El Campesino, el cual contiene abundante información acerca del tema. Además, dicho año ofrece un momento de cambio político en el país, con la finalización de la dictadura militar (1953-1958) y el inicio del denominado Frente Nacional (1958-1974).14 Así mismo, en este periodo de más de dos décadas, el contexto internacional hace que confluyan el discurso desarrollista y el anticomunismo propio de la Guerra Fría, el cual se agudizó con la Revolución cubana (1959). A estos dos últimos episodios la prensa católica se refirió de manera constante. Adicionalmente, se presentó el hecho católico más importante del siglo XX: el Concilio Vaticano II (1962-1965); este evento trajo transformaciones importantes en la doctrina social de la Iglesia y permitió un cambio en el lenguaje y en el relacionamiento con otras religiones y cosmovisiones a nivel general.15 Respecto a este acontecimiento, fue importante observar cómo cambió el discurso, en algunos casos, de la prensa católica abordada durante y después del concilio. Por otro lado, estos años tuvieron gran importancia tanto para el campesinado como para las organizaciones de trabajadores en general, ya que se presentan, entre otras, una nueva ley de reforma agraria (1961), grandes desplazamientos de mano de obra del campo a la ciudad, fuertes movilizaciones, huelgas y paros que tienen su punto álgido en el año 1977, lo que llevó a la prensa a pronunciarse respecto a estos hechos. Se puso como límite temporal el año de 1981 pues aparecen nuevos lineamientos de la doctrina social de la Iglesia con la encíclica Laborem exercens, del papa Juan Pablo II. Así mismo, la jerarquía eclesiástica colombiana comienza a alertar sobre la existencia de nuevos y graves problemas en el país que hacen virar la atención de la prensa hacia estos.

      En el presente libro respondemos a la pregunta de cuáles eran las representaciones que hizo la prensa católica de los trabajadores rurales y urbanos en Colombia, con el ánimo de entender los proyectos de trabajador que se estaban planteando desde la oficialidad de la Iglesia católica. Se hace referencia a la oficialidad y a proyectos de trabajador (en plural) porque, como veremos más adelante, la Iglesia no ha tenido solamente una postura, sino que dentro de su estructura hay diferentes voces, debates e incluso contradicciones.16 Por ello fue necesario abordar más de un órgano de prensa. Lo anterior requirió del análisis de lo que se consideró como trabajo y ocio, porque las representaciones también hicieron referencia al uso del tiempo libre. Por otra parte, fue necesario analizar el discurso de la prensa, observando en este su contenido social, económico y político, pues en los artículos de opinión, noticias, imágenes, relatos, entre otros, se evidenció una aglomeración de voces, entre las que se encontraban poderes políticos y económicos tanto nacionales como internacionales.

      En lo relativo a los asuntos teóricos, el principal referente para esta investigación fue Antonio Gramsci, quien proporciona una base teórica adecuada para el abordaje de la prensa, la religión y sus instituciones.17 A partir del concepto de hegemonía se observó cómo desde una institución religiosa se aplicaron, sobre los trabajadores, ideas particulares articuladas con otros sectores hegemónicos de la sociedad.18

      La hegemonía es el liderazgo de una clase social o grupo de clases sobre otra en términos ideológicos y culturales. Esta se compone tanto de la coerción, que es el uso de la fuerza para lograr fines determinados, como del consenso, que es la aceptación e interiorización de la ideología y la cultura dominantes por medio de la persuasión a un grupo o grupos sociales dominados. La hegemonía no es posible solo con la coerción (lo cual sería dominación) o solo con el consenso: requiere ambas.19 Este proceso es liderado por una clase social o bloque de clases que, con la ayuda de diferentes instituciones, adscritas o no al Estado, llevan a cabo un proceso constante de construcción de hegemonía. Son típicas instituciones de coerción las fuerzas militares y de policía, junto con los órganos judiciales, mientras que más amplias y diversas son las encargadas del consenso: la escuela, la universidad, los partidos políticos, los centros culturales y, por supuesto, los medios de comunicación y la Iglesia.

      La hegemonía requiere una conexión entre la clase dirigente y los dirigidos, es decir, debe existir cierta afinidad cultural, cierta identificación que haga posible el consenso. Para Gramsci, el tema de la lengua y el lenguaje era muy importante, pues de este modo se podía acceder a las masas. Los periódicos eran herramientas útiles para dichos propósitos. Frente a esto, Gramsci señalaba:

      El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tomen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales la hegemonía será ejercida, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, esto es, que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo; pero también es indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden afectar a lo esencial, porque si la hegemonía es ético política, no puede dejar de tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica.20

      En el caso de El Campesino, por ejemplo, es evidente que el uso de las palabras fue poco complejo, hubo aportes periodísticos desarrollados por el propio campesinado y afirmaciones repetidas sobre el papel del semanario en la defensa de los intereses de los habitantes del campo, lo que podía llevar a una mayor identificación del lector con la dirección del periódico católico.21

      Vale agregar que la hegemonía es la compleja interacción entre la base económica y la superestructura en manos de una clase o grupo de clases para favorecer sus intereses. Los elementos que intervienen en ella son denominados por Gramsci bloque histórico.22 De este bloque hacen parten los medios de comunicación, como la prensa, e instituciones, como la Iglesia, los cuales desempeñan un papel fundamental en la reproducción de la base económica. Pero hay que señalar que estas instituciones no son homogéneas, pues se pueden evidenciar en estas resistencias de agentes subalternos.23

      Para Ernesto Laclau y Chantal Mouffe es importante observar cómo las luchas por la hegemonía traen consigo articulaciones diversas entre diferentes grupos para enfrentar otros grupos antagónicos.24 Las instituciones no necesariamente hacen parte de una articulación particular, sino que dentro de ellas puede haber grupos con diferentes intereses que se articulan con otros. En la Iglesia católica, por lo tanto, pueden haber diferentes articulaciones, por un lado, de quienes ejercen la hegemonía a favor de sectores políticos y económicos particulares y, por otro, del lado del sector antagónico, de quienes se oponen a los primeros.25

      Abordar dicho proceso desde el punto de vista de la hegemonía permite analizar no solo el aspecto sociocultural, sino también su relación constante con la base económica. Es crucial prestar atención a la concepción dialéctica, en la que se entiende que, aunque un discurso sea en apariencia estrictamente económico, contiene aspectos políticos, sociales o culturales, de la misma manera que un discurso político comprende otras dimensiones. Cuando se representa al trabajador o se apuesta por una idea de ocio o de trabajo, se está poniendo en consideración no solo lo social o económico, sino también lo político y cultural.26 Para el objetivo de esta investigación se puede observar que la promoción de un determinado tipo de individuo rural y urbano requiere una constante campaña, que tiene efectos en lo político y económico. Así, las representaciones que tienen los lectores se buscan transformar

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