Trayectorias y proyectos intelectuales. Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez

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Trayectorias y proyectos intelectuales - Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez Taller y oficio de la Historia

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ello, desarrolló una inquietud que con su exilio voluntario se concretó como formación marxista en Europa, transitando en estas dos primeras partes de su vida por una oscilación entre los dos primeros momentos gramscianos resaltados para interpretar su trayectoria como pensador.

      En diálogo con el panorama material e intelectual de la época, apuntalando un equilibrio crítico en sus ideas con su retorno al Perú, afloró su producción original desde el marxismo, se consolidó como intelectual orgánico de las clases subalternas de su país, es decir, partiendo de lo definido por Gramsci (2001), como un especialista difusor, inclusive, un alto creador de ideas que tenían como objetivo dar homogeneidad y conciencia de la función de grupos sociales que desempeñan una labor importante en la reproducción material y espiritual de una sociedad, pero que los subalternos, a diferencia de los hegemónicos, no se encuentran unidos ni dirigen el sentido de un determinado momento histórico, no son Estado, aunque como explotados y oprimidos pueden llegar a construir y ejecutar una acción política unificada e independiente y, por tanto, convertirse en bloque histórico emancipador y hegemonía alternativa (Gramsci, 2000), permitiéndosele en general la formulación de una innovadora lectura de su realidad nacional y el planteamiento de una solución socialista a las problemáticas que presentaba, que lo llevaron a ubicarse en el final de su vida en un momento cada vez más definido de elaboración de pensamiento propio.

      La inquietud socialista

      En el siglo XIX, con un repunte en el mercado internacional del guano y el salitre, el territorio costero del Perú empezó a desarrollar núcleos primitivos de acumulación capitalista, a los que posteriormente se empezaron a unir la producción de azúcar y algodón. Dichos capitales estimularon el comercio interno, que evidenciaba la dependencia nacional a la burguesía industrial europea en cuanto a las importaciones que realizaba para su funcionamiento, que, además, afianzaban la dependencia ya existente debido a la deuda por empréstitos hechos a Inglaterra y Francia.

      La desorganización y corrupción administrativa de los sucesivos regímenes militares hizo que la burguesía naciente influenciada por la difusión del positivismo se hiciera al gobierno en 1872 a través del recién creado Partido Civil, sin tocar bajo su mandato los intereses de los terratenientes ni tampoco la deuda externa a pesar de las penurias económicas. A final de la misma década y principios de la siguiente, con la pérdida de los territorios costeros con Chile a causa de la guerra del Pacífico, se enterró cualquier proyecto de desarrollo nacional capitalista, el recurso natural motor que impulsaba localmente esas relaciones de producción se perdió o se concesionó a empresas extranjeras en cubrimiento de la deuda externa, profundizada a causa del episodio bélico.

      El Partido Civil se plegó en adelante al régimen militar y señorial que asumió la conducción del país y que fue derrocado por el Partido Demócrata al mando de Nicolás de Piérola bajo una sublevación triunfante en 1895, en un periodo de relativa reactivación económica, que posibilitó la construcción de una nueva pero precaria estructura política e institucional que permaneció hasta 1919.

      El Gobierno de Piérola tuvo como bandera la atracción de la inversión extranjera al país, continuando el régimen económico dependiente que se venía consolidando. El Perú, inserto en el tránsito de los siglos XIX al XX, hizo que con la pérdida social de una posibilidad de desarrollo autónomo capitalista en adelante este fuera impulsado en el ámbito nacional por la iniciativa del capital extranjero, haciéndose esta la relación de producción dominante en el país a finales del siglo XIX.

      Con el capital extranjero controlando mayoritariamente el desenvolvimiento económico nacional y la burguesía local obligada a una acumulación dominada o marginal, el capitalismo de iniciativa extranjera no rompió con las relaciones precapitalistas existentes, sino que las condicionó de manera que le fueran favorables en la obtención de mayores márgenes de ganancia, quedando una vez más intacto el terrateniente, que se inclinó en este proceso a desarrollar la producción agropecuaria (que en una porción se enfocaba a satisfacer las necesidades de los enclaves y los centros urbanos en crecimiento), y a partir de su actividad también comercializar los productos industriales importados de las economías de los países hegemónicos mundialmente.

      Mariátegui nació el 14 de junio de 1894 en Moquegua, en el seno de este contexto. Su madre Amalia la Chira y su padre Javier Mariátegui y Requejo, quien abandonó el hogar desde muy temprano debido a cuestiones de estatus y prejuicios religiosos hacia él, al ser nieto de un apóstata dirigente de la independencia peruana dentro de una sociedad profundamente religiosa.

      Mariátegui de niño sufrió un accidente que le lesionó una pierna y lo llevó a enclaustrarse en una clínica en Lima, abandonando la escuela a mediados del segundo año. Debido a su incapacidad física, que se hizo permanente, desarrolló una predilección particular por la lectura; el sufrimiento que le causaba su limitación además lo llevó a una profunda creencia religiosa. Para 1905, la lectura de la Biblia y de poesía, en especial la de Amado Nervo, ocupaban el centro de su formación intelectual.

      Con la partida de la casa de su hermana Guillermina en 1906, bajo una pobreza agobiante en el hogar, y con la presencia de su hermano menor Julio César, decidió buscar trabajo para ayudar a su madre, y por medio de Juan Manuel Campos, linotipista del periódico La Prensa y admirador de González Prada, logró entrar a desarrollar este mismo oficio en el mismo periódico.

      En su trabajo asistía a reuniones de los grupos anarquistas conformados por obreros, y por medio de ellos llegó a conocer directamente a Manuel González Prada, acercándose a él desde un interés más literario que político. Manuel González Prada representaba una corriente de pensamiento en el ámbito nacional que denunciaba la incapacidad y corrupción de la oligarquía, reflejaba la exclusión de las masas indígenas y su problemática económica y social, hacía un llamado a una nueva generación, y con las nacientes luchas obreras, incursionó el anarquismo en el Perú. Por medio de su hijo, Alfredo González, Mariátegui accedió a la biblioteca del maestro y a través de ella estimuló su intelecto. En casa de los González conoció a lo más representativo de las letras del Perú.

      A sus 16 años, por una recomendación de su doctor al director de La Prensa, Alberto Ulloa Cisneros, al ser políticamente copartidarios en oposición a Leguía, quien fue primer magistrado de 1908 a 1912, Mariátegui pudo desempeñar otro trabajo en el periódico que le exigía menos físicamente: fue el encargado de recoger los originales en las casas de los autores y llevarlos al periódico para su compilación. Con la complicidad de su nueva función, pasó clandestinamente un artículo que fue publicado y por el cual además fue duramente reprimido; sin embargo, abrió la posibilidad para que, en 1911, bajo el seudónimo de Juan Croniqueur, presentara un artículo formalmente y fuera incluido en la edición. Desde este momento fue ascendido a cronista en reemplazo de su maestro en dicho oficio, Hermilio Valdizán.

      El periódico y las tertulias literarias fueron su escuela, siendo, además, la meditación y el refugio en conventos una de sus actividades permanentes en dicha etapa de su vida. Dentro del contexto nacional también existían capas sociales influenciadas por el positivismo liberal con tendencia modernizante, que querían adecuar el país de la mejor manera para el desarrollo del capitalismo, a las cuales pertenecían políticos como Guillermo Billinghurst. Bajo el apoyo que dio La Prensa a la candidatura presidencial de Billinghurst, conoció en 1912 a Valdelomar, dirigente estudiantil con grandes cualidades literarias, quien fue enviado a Italia en tareas diplomáticas después de la victoria electoral, país donde también residía Valdizán, manteniendo Mariátegui correspondencia con ambos, lo cual lo puso en contacto con la realidad de este país.

      Para 1913, Mariátegui colaboraba con notas sociales en revistas como Mundo Limeño y Lulú, se interrogaba por lo culto y la belleza aristocrática, lo cual chocó en 1914 cuando a sus 20 años se convirtió en cronista parlamentario, oficio desde el cual se burlaba del gobierno de José Pardo, quien asumió el poder presidencial en este año después de que Billinghurst fuera tumbado por un golpe militar

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