Trayectorias y proyectos intelectuales. Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez

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Trayectorias y proyectos intelectuales - Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez Taller y oficio de la Historia

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peruano. La situación de profunda disputa intelectual y social en el mundo lo llevaron a sentar posición y ubicarse en defensa del marxismo y del camino revolucionario como alternativa, teniendo en cuenta las derrotas propiciadas al comunismo internacional debido, en gran parte, a la inmovilizadora y claudicante táctica reformista del socialismo de la Segunda Internacional y, por tanto, en discusión con ese “revisionismo” heredero de la interpretación del marxismo por parte de Lassalle, que aún era influyente en el mundo sobre sectores subalternos, y que desde la óptica de Mariátegui podía llevar a nuevos fracasos.

      Así es como Mariátegui en su libro Defensa del marxismo decidió precisar, entre otras cosas, lo que debía significar filosófica y metódicamente el materialismo histórico para aquellos que tenían una aspiración revolucionaria. Discutiendo con los que denomina revisionistas, como De Man y su texto Más allá del marxismo y Max Eastman y su Ciencia de la revolución, definió filosóficamente al marxismo retomando lo que Lenin había adjudicado, sus tres fuentes y tres partes integrantes, como una continuidad y superación de la tradición alemana en este campo, siendo la dialéctica su componente fundamental. Mariátegui afirmaba que la filosofía marxista se había constituido principalmente como antítesis de los desarrollos de Hegel, adoptando un punto de vista materialista.

      El método dialéctico no solamente difiere en cuanto al fondo del de Hegel sino que le es, aún más, del todo contrario. Para Hegel el proceso del pensamiento, que él transforma bajo el nombre de idea, en un sujeto independiente, es el demiurgo (creador) de la realidad, no siendo esta última sino su manifestación exterior. Para mí, al contrario, la idea no es otra cosa que el mundo material traducido y transformado por el cerebro humano. (citado en Mariátegui, 1981, p. 130)

      Sin embargo, si bien Mariátegui valoraba la parte filosófica y dialéctica del marxismo, no lo reducía a una filosofía, y sin caer tampoco en la tentación cientificista de precisarlo en el otro extremo como una simple teoría científica, entre ciencia y filosofía dialéctica, afirmaba que Marx creó un método de interpretación histórica de la sociedad que mantenía vivos sus contenidos teóricos al estar apegado al movimiento de masas y enriquecerse en el ejercicio de interpretación y transformación continua de la realidad. Mariátegui explicaba: “El socialismo, o sea la lucha por transformar el orden social de capitalista en colectivista mantiene viva esa crítica, la continúa, la confirma, la corrige” (1981, p. 41).

      Por tanto, asimilaba a su vez en su trasegar como teoría revolucionaria lo más sustancial y activo de la reflexión filosófica e histórica que le resultara contemporánea, no plegándose a ella, sino manteniendo su núcleo esencial, recogiendo lo más fructífero para abonar a la teoría transformadora. Fue el caso de Mariátegui acorde con su experiencia vivida sobre todo en Italia y el Perú, con autores como Bergson y Sorel, sumado a que en el conjunto de sus estudios retomó a filósofos, literatos y teóricos importantes de su momento, nacionales o internacionales, incluso autores que consideraba revisionistas, para dar fuerza a sus argumentos, conociendo sus vertientes teóricas, criticándolas y, de ser necesario y valido, dándoles una interpretación desde el ala marxista por lo que le podían significar y por lo que significaban en la batalla de ideas que se libraba en los ámbitos nacional y mundial.

      Metódicamente, en discusión con el revisionismo, Mariátegui afirmaba que el marxismo como doctrina política y social, acorde con su tiempo, estaba basado en la historia y la ciencia. Rechazando el cientificismo de igualar las ciencias naturales a las ciencias sociales, abogaba acorde con su tradición teórica por la autonomía del método para entender los fenómenos sociales, y explicaba que por parte del marxismo este consistía en comprenderlos sin deshacerlos de sus contenidos económicos. Mariátegui afirmaba: “Marx demostró que las clases idealizaban o enmascaraban sus móviles y que, detrás de sus ideologías, esto es, de sus principios políticos, filosóficos o religiosos, actuaban sus intereses y necesidades económicas” (1981, p. 9).

      Sin embargo, Mariátegui enunciaba que existían algunos intelectuales que habían exagerado interesadamente dicho determinismo de lo económico en Marx, adjudicándole, más que una mentalidad dialéctica, una mentalidad mecanicista propia del siglo XIX. Incluso se afirmaba que el marxismo condenaba la voluntad humana a estar sometida absolutamente a leyes económicas que se realizaban por medio de la lucha de clases; sin negar como válida la crítica para la ortodoxia socialdemócrata de estirpe lassalleana, Mariátegui, por el contrario, argumentaba: “El marxismo, donde se ha mostrado revolucionario —vale decir donde ha sido marxismo— no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y rígido” (1981, p. 67).

      En un rescate de la subjetividad, Mariátegui explicaba cómo las acciones de los agentes no eran meros efectos estructurales y, por el contrario, recobraban una importancia definitiva en los procesos sociales. De este modo, hacía explicito que “el carácter voluntarista del socialismo no es, en verdad, menos evidente, aunque sí menos entendido por la crítica, que su fondo determinista” (Mariátegui, 1981, p. 69). Así, no se trataba de reducir todo fenómeno social a su explicación puramente económica, sino que consistía en encontrar sus causas económicas “en última instancia”, es decir, como totalidad dialéctica materialista.

      Y lo que era válido en el análisis histórico, lo era también para la proyección del proceso transformador de la realidad, para el marxismo metódicamente “la premisa política, intelectual, no es menos indispensable que la premisa económica” (Mariátegui, 1981, p. 88). No era suficiente la condición económica para una transformación socialista, era además necesaria la conciencia de clase, la organización y la acción de los trabajadores. De esta forma, se demostraba cómo el marxismo no era una simple economía positivista y evolucionista, como la que promulgaba el parlamentarismo socialista, con la que, además, apaciguaba la acción política de los trabajadores.

      Al igual que en lo filosófico, en lo metódico y en sus hallazgos, el marxismo no era una teoría acabada ni estática, no se podía afirmar:

      Que el marxismo como praxis se atiene actualmente a los datos y premisas de la economía estudiada y definida por Marx, porque las tesis y debates de todos sus congresos no son otra cosa que un continuo replanteamiento de los problemas económicos y políticos conforme a los nuevos aspectos de la realidad. (Mariátegui, 1981, p. 77)

      Para Mariátegui, apegado al movimiento de masas en la historia, el marxismo manteniendo su núcleo esencial, se critica, se complementa y se realiza.

      A diferencia del intelectual servil a la “inteligencia pura” de Berl, es decir, intelectuales sin partido por encima de los conflictos sociales, como antiacademicista, Mariátegui afirmaba que el marxismo debía enriquecerse con la labor desarrollada por intelectuales apegados en sus reflexiones al movimiento de masas como criterio práctico y rasero crítico de sus construcciones intelectuales y previsiones científicas, al contrario del “libre pensador” de Berl, que daba vueltas en sus interpretaciones y no estaba exento de repeticiones que carecían de referencias, al realizar estudios que, además, no se debían preocupar por el desenvolvimiento futuro de la realidad; para Mariátegui, el marxismo no era posible como conocimiento si no era elaborado a partir de una dinámica permanente entre la teoría y la práctica:

      Marx y Engels realizaron la mayor parte de su obra, grande por su valor espiritual y científico, aun independientemente de su eficacia revolucionaria, en tiempos que ellos eran los primeros en no considerar de inminencia insurreccional. Ni el análisis los llevaba a inhibirse de la acción, ni la acción a inhibirse del análisis. (Mariátegui, 1981, p. 18)

      Así, queda claro a partir de su obra y su experiencia práctica, acorde con el momento vivido, qué le significaba a Mariátegui el marxismo en términos filosóficos y metódicos en un punto alto de madurez de sus ideas, que le facilitó, como base particular y potente, el entendimiento innovador de su realidad nacional específica, para así señalarle un camino socialista.

      Economía y política en Mariátegui

      Como

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