Sed de más. John D. Sanderson
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[…] Leopoldo está tan contento con La mano en la trampa que no quiere hacer Martín Fierro. ¡Qué me decís! Gaffet desespera.20
Néstor Gaffet, cofundador de Ángel, desesperó tanto que dimitió, y la productora se desmanteló, todo porque Torre Nilsson pospuso el proyecto de Martín Fierro, que finalmente no dirigiría hasta 1968, en favor de Setenta veces siete simplemente para volver a trabajar con Rabal.
El nuevo proyecto era un encargo a mayor gloria de la actriz argentina Isabel Sarli, quien, tras media docena de tórridas películas dirigidas por su mentor, apoderado y posterior marido, Armando Bo, pretendía dar el salto a un cine «serio» de la mano del cineasta argentino del momento. El proyecto se basaba en «Sur viejo» y «El prostíbulo», dos cuentos de Dalmiro Sáenz incluidos en un volumen con el mismo título que la película, así que esta vez Guido se limitó a colaborar en el guión junto a otros cuatro firmantes, incluido el propio director. Planteada la trama argumental, la disputa entre dos hombres por una mujer, Rabal tenía libertad absoluta por parte de Torre Nilsson para elegir entre los dos personajes. El actor español llegó a Buenos Aires con su hermano, sin ninguna mediación de Muñoz Suay, y tomó la decisión sin titubear:
Leí el guión y sí, elegí el amante, que tiene dos convenientes, que es más brillante para el público y que me permite pasar las Navidades con vosotros, pues cuando volvamos de Bariloche hacia el 15 de diciembre, ya tendré casi terminado lo grande de mi personaje. Cenamos esa noche con los T. Nilsson, el productor e Isabel Sarli, que es una muchacha muy simple y sin muchas luces, pero consciente y modesta, si bien su popularidad es inmensa.21
Aunque el productor era el argentino Antonio Motti, que le había hecho la «propuesta Sarli» a Torre Nilsson, es fácil deducir que Rabal se refería a Armando Bo, que no dejaría a su representada y futura esposa un minuto sola ni en Buenos Aires ni en la remota localización de Bariloche, donde se rodaron las numerosas inhóspitas tomas de exteriores.
La trama oscila entre los espacios reflejados en los dos cuentos de Sáenz, un presente en el burdel donde Laura (Isabel Sarli) ejerce la prostitución, con escenas de estudio rodadas en Buenos Aires, y un argumentalmente predominante flashback filmado en Bariloche, tierra de nadie que transmite una efectiva sensación de aislamiento salvaje, en la que se da rienda suelta a pasiones desenfrenadas. La película comienza con un hombre que llega a caballo al burdel y elige a la protagonista para que le acompañe. En un lúgubre cuarto yace y habla con Laura mientras ella juguetea ausente con los bordes de la colcha, y la situación se repite con sucesivos clientes dentro de una misma escena continuada en la que solo cambian las caras de los varones, transmitiéndose hábilmente la rutina de su profesión. En un momento determinado mira a la cámara, en un plano picado hacia la cama, al advertir un agujero negro en el techo, su contraplano. Se asusta y le pide al cliente que se quede, pero él ya ha concluido y se marcha, así que sale precipitadamente a arrebatarle uno a otra compañera. Ahora ella sí busca conversación, sin éxito, con lo que entramos en un primer flashback.
Pedro (Jardel Filho) entra en una cantina en medio del desierto y pide provisiones para pasar un largo invierno. El matrimonio al frente del establecimiento le recibe con cautela al creer que es un ladrón de caballos, pero su hija Laura se siente atraída por el forastero que la podría sacar de su monótona existencia. Él duerme en el establo y marcha al día siguiente sin dirigirle la palabra. Tras una elipsis temporal facilitada por un breve inciso en el presente del burdel, él regresa a la cantina un año después. La expectante Laura roba provisiones para él y es descubierta, así que acabará llevándola consigo a otro lugar tan aislado, polvoriento y rutinario como el que deja atrás, donde Pedro pretende criar ganado pese a la ausencia de agua. Empezará a cavar un pozo en las cercanías de la escuálida casa con la esperanza de encontrarla.
La rutina se rompe un día en el que aparece un grupo de jinetes persiguiendo a un ladrón al que hacen caer de su caballo cerca de la casa. En un cambio de plano le vemos tumbado en el suelo y descubrimos que es Rabal, cuyo personaje, Pascual, sigue huyendo a pie hasta que recibe un disparo y cae al agujero del pozo. Así describía el rodaje a su esposa:
Hoy también he trabajado de lo lindo, pero a mí, esto, ya sabes que me gusta muchísimo. Hemos empezado –conmigo– después de comer y hemos rodado escenas muy espectaculares. Con el doble ya habían hecho «cuando caigo del caballo» que le tiran a las patas unas boleadoras, cuando le rodean los caballos y luego yo he hecho los planos en los que no había peligro, aunque sí polvo y tierra. Mi caída desde cerca, como voy corriendo y me tiran otras boleadoras a mi pierna y vuelvo a caer y otra vez, a echar a correr y luego «cuando me dan un tiro en el hombro» y me caigo al pozo. Esto ha salido estupendo.22
Mientras Pedro comenta con los perseguidores los motivos de la cacería del ladrón, Laura salta dentro del pozo, le echa polvo y tierra a Pascual por encima y sale para anunciar que ha muerto. La pareja se compromete a enterrarle para que los jinetes puedan marcharse, pero Pedro también tiene que partir inmediatamente. Laura regresará al agujero, donde el confuso Pascual no entiende por qué le ha salvado la vida; ella deja entrever que necesita que la saquen del hastío. Se establece una ajustada química entre ambos actores, con un intercambio de miradas y posturas que anticipa la pasión posterior, bajo una acertada dirección de Torre Nilsson. Pedro regresa y tiene una escena íntima con Laura, en quien observamos que piensa en el recién llegado aún oculto en el pozo. Tras un breve lapsus con el presente del burdel, en el que ella sigue mirando el agujero en el techo, a la mañana siguiente Pedro se dispone a enterrar el cadáver, pero Pascual ha conseguido arrastrarse fuera del agujero. Rabal sacaba conclusiones:
Mi papel es muy bonito. Los dos, el de Jardel también lo es, pero tiene el inconveniente que «su mujer» se va con mi personaje, que aparece de una manera legendaria en la película y acapara el interés. Había el peligro, haciendo el marido, de que el otro personaje robara la atención y por lo tanto la película. Por eso me decidí por éste. Además es más corto y me dejará antes libre. Se llama Pascual y aparezco en un caballo. Soy un cuatrero, ladrón de caballos, me disparan, dan por muerto y me dejan ahí en el rancho, donde este matrimonio busca agua y cava un pozo. Deciden por consejo de ella, al ver que no he muerto, dejarme allí con ellos para que les ayude a hacer el pozo. Entonces empezará el drama, la pasión y la ambición entre estos tres personajes primitivos en la desolación de la Patagonia, entre el polvo y el viento. Como verás esto del viento me preocupa. Sí, quizá luego no será nada, pero es que te asomas a la puerta y es un aire que se vuela todo.23
Laura (Isabel Sarli) y Pascual (Rabal) se atraen en Setenta veces siete. Foto: Araucania Films.
El pequeño gran drama personal del actor parecía causarle una mayor tensión que el que sufría su personaje en la película, pero cuatro días después la calma había vuelto gracias a la intervención de su hermano: «El pelo ha ido muy bien. Damián, buen peluquero, lo clavó con tachuelas, eso parecía. Eso era lo que más me preocupaba y eso ha ido fenomenal, y el rodaje, claro».24 En cuanto a la trama, como contaba Rabal, Pedro le perdona la vida a cambio de que le ayude con el agujero del pozo, que se hará progresivamente más profundo. Pascual, por su parte, se desliza por la noche en el habitáculo de la pareja y se besa con Laura, pero ante un movimiento brusco del dormido Pedro, Pascual sale apresuradamente y Laura queda abrazada al otro. En la sucesiva escalada de tensión, Pedro sale del pozo y descubre una cantidad importante de dinero oculto en un cinturón de Pascual, así que propone