Sed de más. John D. Sanderson
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No es necesario precisar a qué productora pertenecía la película proyectada en Río Hondo. Esta percepción del cine español era compartida en muy diversos ámbitos latinoamericanos. En un artículo dedicado al actor titulado «Rabal: Inteligencia, cultura», publicado en la prensa bonaerense diez días después del inicio del rodaje de La sed, ya se valoraba su talento en contraste con el cine del país del que procedía:
Es seguro que un cine más evolucionado que el español, a un actor de la inteligencia de Rabal le hubiera ofrecido una carrera más regular, en un plano de elevada y pareja jerarquía. En su patria le está reservada, empero, una tarea no menos noble: la de contribuir en gran medida a renovar el anticuado estilo de la interpretación cinematográfica, casi invariable hasta el presente.16
Cristóbal (Rabal) rechaza el ofrecimiento de Saluí/Magdalena (Olga Zubarry) para acompañarle en la misión en La sed/Hijo de hombre.
La espectacularidad de las escenas del bombardeo de la aviación boliviana sobre el centro de operaciones paraguayo mientras marcha el convoy de siete camiones cisterna permite valorar la efectividad de la producción en contraste con la escasez de medios mencionada por Rabal a Muñoz Suay. Apenas llevan «una legua y media» de viaje cuando un camión encalla en el barro, descubriéndose que Magdalena se ha incorporado secretamente a la expedición en dicho vehículo, cuyo conductor le pregunta «¿Estás naciendo de nuevo?», allanando el camino de su redención; Cristóbal la ve y la sube al suyo. Los incidentes durante el trayecto serán constantes, y tanto los accidentes como los ataques bolivianos se ruedan con gran verismo. Rabal lo comentaba así: «el día de trabajo de ayer, con el camión andando por un arenal, fue tremendo. Ojalá este esfuerzo se vea luego en la película, aunque el cine siempre prima más el peligro efectista que el peligro o trabajo verdadero».17 También le importaba que quedara constancia en la pantalla de su trabajo actoral, por lo que anotó en el guión su propuesta de quitarse el pañuelo que llevaba alrededor de la boca como protección contra el polvo para que se le pudiera ver la cara. Su sugerencia fue aceptada, y el pañuelo fue al cuello.
A diferencia de Azahares rojos, en la que Rabal introdujo modismos mexicanos con su acento español, al tratarse La sed de una coproducción, se observan rectificaciones en el guión de Rabal para utilizar un lenguaje más neutro aceptable en ambos países. Pero algunos tachones revelan que la autocensura seguía vigente a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, un término transnacional como recular, referido a maniobras de conducción, es cautamente reemplazado por retroceder y marcha atrás en el guión para no ofender a los guardianes morales que esperaban en España.
Diversos giros argumentales intensifican emocionalmente la trama. Al llegar los camiones a una ladera, una cincuentena de soldados paraguayos se abalanzan sobre ellos. La frase de Cristóbal mientras intenta reservar el agua para el más necesitado batallón de El Boquerón, «¡Somos nuestros propios enemigos!», define la situación. Accede a dar de beber únicamente a los heridos, lo cual provoca una dramática escena en la que un soldado se clava un cuchillo en la mano para estar entre los elegidos: el convoy tendrá que huir precipitadamente. Ante un nuevo ataque compatriota que deja herido a Cristóbal, este hace otro comentario que, como puede verificarse en el guión, fue incorporado con posterioridad a su redacción: «No parecen paraguayos… No saben morir en sus puestos», manteniendo el espíritu crítico de la novela original.
Durante el rodaje se produjo otro incidente aún más descabellado que cualquiera de los relatados en la película. Rabal lo narra con una mezcla de desesperación y resignación:
Resulta que ayer hacíamos una escena de cuando nos atacan al camión, y Demare que, para referencia, hacía un disparo al aire, con bala de fogueo, tenía apoyado el fusil en el pie, se le disparó el tiro y se atravesó un dedo del pie, que en principio parecía haber que cortárselo, pero que parece no perderá, aunque se quedó sin hueso porque se lo astilló todo. Es un hombre fortísimo y no se quejó nada. Quería seguir trabajando, pero no creo le autoricen de momento. Sólo rodamos hasta la hora del accidente, las 12 de la mañana y hoy se ha perdido pues tiene que tener el pie en reposo. Hace, qué ironía, un hermoso día de sol. En fin, ¿qué se le va a hacer?18
En la trama argumental también se producían bajas. Tras diversos enfrentamientos con enemigos y compatriotas, el convoy queda reducido a dos camiones y cuatro tripulantes. Al aproximarse a su destino, de nuevo son atacados, esta vez por soldados bolivianos. Dos conductores mueren, pero Magdalena hace estallar una granada que ahuyenta a sus agresores. Ya solo queda su camión, y como Cristóbal está herido y no puede manejarlo bien, Magdalena le ata las manos al volante con el motor encendido para que pueda continuar; solo entonces nos damos cuenta, al desplomarse, de que está malherida. Él no puede desasirse del volante para incorporarla, y ella le espeta «¡Sigue tú!» antes de morir. Cristóbal llegará por fin al destacamento de El Boquerón con las ruedas echando humo para descubrir que todos están muertos salvo el teniente Vera (Carlos Estrada), quien, enajenado, grita a las pilas de cadáveres: «¡El agua! ¿Qué esperan?». Rabal describe apasionadamente la filmación de este tremendo final:
Hoy ha vuelto a hacer espléndido día de sol y ya acabamos con el actor C. Estrada, que hace el papel del Teniente Vera para quien llevo el agua. Hoy pues rodamos la escena de mi llegada con el camión ardiendo, mi choque contra el árbol y mi «muerte». El final de la película. Era impresionante el espectáculo, casi terrible, del camión con las ruedas incendiadas, avanzando en un paisaje desolado hasta estrellarse contra el árbol.19
Muerte de Cristóbal (Rabal) en La sed/Hijo de hombre.
Esta destacable película le serviría a Rabal para abrir otro frente cinematográfico, el sudamericano, ya que resultaba evidente que Nazarín solo había tenido eco en México, a diferencia de su repercusión en Europa. Al no tener que superar barreras lingüísticas, como aún le sucedía en Italia, se sintió mucho más confiado para desarrollar su talento en estas cinematografías de habla hispana que le daban tantas posibilidades de realización profesional y personal. La única batalla pendiente era la del doblaje en la posproducción ya que, a diferencia de la mexicana Azahares rojos, donde no parecía importar que dos hermanos tuvieran acentos tan dispares, para Hijo de hombre, tal y como se conocía la película en Sudamérica, se tomaban más en serio estas cuestiones:
A ellos les preocupa mi acento español en un personaje típicamente paraguayo y rodeado de actores todos argentinos o paraguayos, donde temen que mi tono o acento choque mucho con los de los demás. Ya Lucas me había dicho algo en el estudio y yo le dije, como repetí a Mentasti, no estar en absoluto de acuerdo. Mi personaje habla poco y casi siempre monosílabos, más difícil era en México y sí salió. Todos saben que soy español, y español se habla en América Latina. Quitarme el atributo de mi voz es quitarme la mitad de mi facultad expresiva. Por eso puse telegrama a Damián, porque no sé si en alguna cláusula se estipula que mi voz no podría ser doblada. Si así se estipuló (Damián debió dejarme aquí una copia del contrato), no pasaré por que me doblen, aunque se disguste Demare o quien sea. Y en eso estoy.