Más allá de las palabras. AAVV

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libros no abundan en las librerías de la isla. Para los visitantes extranjeros, entrar en las librerías reputadas de La Habana es siempre un choque: los estantes vacíos de la librería de una institución tan importante como la Casa de las Américas, de la Librería Internacional o de la Librería Bella Habana son algo deprimentes. Es imposible hallar allí obras literarias cubanas –y menos todavía extranjeras– actuales, unos meses después de su publicación. Esto se explica también por el hecho de que las reediciones son escasas, sobre todo cuando se trata de jóvenes autores: las editoriales suelen reeditar las obras de los escritores que ya adquirieron cierta legitimidad y que, por consiguiente, se van a vender en el mercado. Fue, por ejemplo, el problema que se planteó para la mítica antología de cuentos de Salvador Redonet, Los últimos serán los primeros: la tirada fue muy limitada y nunca se reeditó, aunque es una obra fundadora ya que marca la entrada de una nueva generación de escritores cubanos, los Novísimos, en el mundo de las letras.

      Para los amantes de la literatura que pueden pagar en pesos convertibles, solo queda una solución: los viejos libreros de la plaza de Armas, que poseen todavía algunos tesoros por los que sacan mucho dinero. Para tomar un ejemplo, la antología de Redonet se vendía allí por más de 30 pesos convertibles.

      Si parte de los libros recién editados en la isla no llegan hasta el lector cubano por todas las razones expuestas, ni hablar de las obras cubanas que fueron galardonadas y publicadas en el extranjero. A no ser que el escritor le regale un ejemplar, el lector cubano no podrá adquirirlo. Es el caso de las obras de Antonio José Ponte que se publicaron en España, en los Estados Unidos o en México. Su último libro de cuentos, Un arte de hacer ruinas y otros cuentos, publicado por el Fondo de Cultura Económica –una gran editorial mexicana–, no se puede encontrar en Cuba. El escritor conservó un ejemplar y les regaló los pocos que le quedaban a sus allegados. Así, un escritor de fama internacional como Ponte es casi un desconocido para los lectores de la isla.

      Queda una última posibilidad para acceder a ciertos textos cubanos actuales: las publicaciones en internet. El problema es que, una vez más, el lector cubano no accede a ellos ya que no puede navegar libremente en internet. Las instituciones cubanas se esfuerzan, sin embargo, por difundir hoy ciertas revistas de papel en internet: en el campo de la literatura, podemos citar El Caimán Barbudo o La Jiribilla,7 dos revistas que tienen una edición papel y una edición electrónica en la que podemos leer cada semana un cuento. Desde luego, para verse publicado en este tipo de revistas –además, en un sitio oficial–hay que llevarse bien con las autoridades. No esperemos leer allí los escritos de Antonio José Ponte o de Pedro Juan Gutiérrez, por ejemplo. Sus textos se pueden encontrar en internet en las revistas dedicadas a la cultura cubana y editadas en el extranjero8 o en páginas personales elaboradas por los aficionados a su obra. Ciertos escritores de la isla construyeron su propio sitio web. Tal es el caso de Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD), que se desplaza a menudo fuera de la isla y que creó su propio blog, en el que podemos leer algunos de sus cuentos.9 Amir Valle –excluido de la isla en 2006– puso en línea algunos de sus textos, una especie de popurrí de sus múltiples publicaciones.10 Este autor llegó incluso a publicar en conjunto algunas de sus obras en internet. De esta manera pudimos leer una de sus novelas, Muchacha azul bajo la lluvia, y su ensayo sobre la literatura cubana de los años noventa titulado Brevísimas demencias: la narrativa cubana de los 90.11 Así, la publicación de obras cubanas en internet se dirige más bien a los lectores que no viven en la isla y que desean tener una muestra de la producción literaria cubana actual.

      La crisis de los años noventa hubiera podido provocar el derrumbe del sistema editorial cubano. Este sobrevivió, no obstante, gracias a la creatividad y a la adaptación de los editores nacionales, aunque la calidad de sus publicaciones se vio afectada por la drástica reducción de los recursos materiales y financieros invertidos en este sector. Se exploraron otras vías para hacer frente a la crisis: reorientar las publicaciones, vender los libros en divisas, privilegiar las coediciones con editoriales extranjeras…De esta situación caótica debemos retener una cosa a la hora de analizar la literatura cubana actual: esta no se puede aprehender en su totalidad. La imposibilidad de publicar todas las obras que fueron escritas en este periodo, la ausencia de reediciones de la mayoría de las obras recientes y su escasa difusión hacen que parte de la creación literaria cubana de hoy se nos escape.

      Por fin, pese a todo, este caos editorial quizá haya tenido un efecto beneficioso sobre la creación actual. Si, con la crisis, la relación entre el escritor y su público natural se astilló, pasó lo mismo con la relación que unía al escritor con el Estado. Como subraya Leonardo Padura:

      …por primera vez desde el triunfo de la Revolución, una distancia se estableció entre el escritor y los aparatos de Estado. Estos controlaban toda la industria cultural. Frente a la parálisis de las editoriales cubanas, tuvieron que mirar hacia otros horizontes para publicar sus obras. El escritor ganó un espacio de libertad al conquistar un espacio en el extranjero (Barthélemy, 2001: 18-19).

      Con una actividad editorial reducida al mínimo, los mecanismos de promoción y de control de la producción literaria se aflojaron. En este contexto especial, los escritores cubanos siguieron resistiendo y escribiendo. Para ellos, la situación era inédita: escribían sin siquiera pensar en una posibilidad de publicación. Jamás, sin duda, su libertad de creación fue tan grande.

      BIBLIOGRAFÍA

      ARANGO, Arturo: «Escribir en Cuba hoy (1995)», en Segundas reincidencias, Santa Clara, Capiro, 2002, p. 84.

      BARTHÉLEMY, Françoise: «Cuba entre lassitude et fierté», Le Monde diplomatique, septembre de 2001, pp. 18-19, disponible en línea: <www.mondediplomatique.fr/2001/09/BARTHELEMY/15571> [consulta: 22/12/2008].

      CHAVARRÍA, Daniel: «De qué depende el éxito. La producción artística y el mercado», Temas, XXXIII-XXXIV, La Habana, abril-septiembre de 2003, pp. 150-170.

      RODRÍGUEZ CORONEL, Rogelio: «Venturas y desventuras de la narrativa cubana actual», Temas, XXIV-XXV, La Habana, enero-julio de 2001, pp. 166-192.

      1.El testimonio del escritor Daniel Chavarría sobre este tema es revelador: «La gente se sorprendía cuando les decía que un libro mío de 450 páginas –estoy pensando en La sexta isla– costaba un peso y pico, y una cajetilla de cigarros, uno sesenta. Era una locura, ese mismo libro, publicado en España, cuando salió costaba diecisiete dólares» (Chavarría, 2003: 160).

      2.Salvo este ensayo editado por Vigía, las únicas obras publicadas en Cuba de este autor son: un libro de poesía, Asiento en las ruinas, y un cuento, Corazón de skitalietz. La primera obra fue publicada por Letras Cubanas en 1997 y la segunda por Reina del Mar –una pequeña editorial de Cienfuegos– en 1998.

      3.Gracias al coste reducido de producción de sus publicaciones y a su autogestión, Vigía pudo sobrevivir cuando todo el sistema editorial se vino abajo. Esta editorial lanzó incluso su revista literaria, costeada con sus propios fondos: La Revista del Vigía. Según el escritor Ronaldo Menéndez, Vigía publicaría la única revista literaria cubana de interés en la isla en la medida en que Unión se publica en México; La Gaceta de Cuba, de difusión bastante limitada, se publica gracias a fondos extranjeros, mientras que Casa de las Américas es una revista internacional.

      4.Hoy se venden en pesos convertibles, lo que, para los cubanos, no cambia nada.

      5.Recordemos que La Habana sola alberga 2,2 millones de habitantes. La población de la isla supera los once millones y la tasa de alfabetización alcanza el 96,9%.

      6.CUC: peso cubano convertible.

      7.Disponibles

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