Traducción, humanismo y propaganda monárquica. Cinthia María Hamlin

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Traducción, humanismo y propaganda monárquica - Cinthia María Hamlin Parnaseo

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a Villegas en cuanto traductor de Dante, puntualizando a cada paso las deficientes habilidades poéticas del arcediano en comparación con Dante.27 Advierte, asimismo, algunas de las técnicas de la traducción, como la elisión y adición de versos, que desde su punto de vista, están motivadas siempre por un intento moralista. Su perspectiva, por tanto, resulta un tanto acotada pues, además de concebir el «deber ser» de la traducción como una «reproducción» fehaciente del original, concepción que dista de los parámetros hermenéuticos de la época, a la hora de evaluar estéticamente la obra de Villegas la desacredita al no tener en cuenta el factor más importante: la necesidad cultural imperiosa de asimilar y reapropiarse de esta extraña y nueva forma artística en el nuevo contexto.

      Luego tenemos también el estudio de Arce que, aunque no se dedica solamente al texto de Villegas, le otorga un lugar privilegiado en su análisis.28 Su estudio se centra en la lengua, esto es, en dar cuenta de las diferencias léxicas entre la Commedia y los textos de sus traductores. El tipo de análisis que realiza es más bien descriptivo e inmanentista y no intenta ofrecer explicaciones sobre las causas que pudieron haber motivado las diferencias.

      El siguiente estudio que se dedica exclusivamente al texto de Villegas es la tesis inédita de Andreu Lucas, junto a un breve trabajo posterior donde resume los resultados de esta investigación.29 Ambos se centran en las variaciones que presenta la traducción de Villegas en comparación con el texto fuente, reflejadas principalmente en el uso sistemático de la técnica retórica de la amplificación y en la reducción de la variedad léxica, mecanismos motivados, según la crítica, por fines didáctico-moralizantes. Aunque intenta, por tanto, ofrecer una explicación sobre el tipo de adaptación, en realidad presenta la «adaptación ideológica» como una cuestión de moralización, mientras que, como ya se planteó, debería ser atendida también en cuanto adaptación político-cultural. Me demoraré un instante en las conclusiones de su tesis. Luego de detenerse en la mayor profundización que la traducción del arcediano ejerce sobre las implicancias teológicas y didácticas del texto fuente señala cómo «los motores históricos, políticos y jurídicos» del texto dantesco son «minimizados en ésta —cuando no eliminados— por la acción de unas amplificaciones cuyo carácter didáctico-moral excluye las contingencias de la vida humana» y cómo, peor aún desde su perspectiva, sus «valores poéticos [son] mutilados sistemáticamente en una traducción que confundió la fidelidad al texto con la literalidad léxica».30 A su vez, el «carácter interpretativo» de estas amplificaciones «anula las posibilidades connotativas del texto original, resolviendo las sugerencias dantescas en un sentido unívoco capaz de guiar la mente del lector a través de los senderos preestablecidos por la actitud moralista y didáctica del traductor».31 A lo largo de todo este estudio intentaré probar cómo esta postura requiere ser matizada, pues se basa en un abordaje de la traducción que se desliga del contexto histórico-cultural y literario en el que emerge y cobra su total relevancia, y sólo la juzga en relación al texto fuente. A la vez, desatiende las implicancias totales del comentario que la acompaña. Las últimas líneas con las que se cierra la tesis de Andreu rezan lo siguiente:

      Y si, aun considerando los específicos presupuestos que guiaban la labor de los traductores de finales del siglo XV, la traducción de Pedro Fernández de Villegas resulta inconcebible —como debió resultarlo incluso para muchos de sus contemporáneos—, ello se debe más bien al hecho de que, engendrada en un momento de renovación socio-cultural, vuelve su mirada hacia una tradición que ya va siendo superada y no se hace partícipe de los nuevos intereses, ateniéndose únicamente a los que compartieron el propio traductor y su protectora, a quien, en última instancia, iba dedicada la obra.32

      Es tanto por su cariz didáctico-moralizante como por la utilización de una forma estrófica que está un tanto pasada de moda que se juzga este texto como «atrasado» e inconcebible. Esta perspectiva, sin embargo, resulta tal vez un tanto apresurada pues no tiene en cuenta la vigencia real de las tradiciones literarias y hermenéuticas a las que adscribe y, por tanto, su funcionalidad y relevancia, a la vez que asume que adoptar una postura didáctica implica no ser «partícipe de los nuevos intereses». Muy por el contrario, intentaré demostrar cómo el texto de Villegas es un fiel exponente de las tendencias literarias y de las preocupaciones histórico-culturales más vigentes durante el reinado de los Reyes Católicos.

      Habría que mencionar, asimismo, dos artículos de Roxana Recio dedicados a Villegas. El primero se centra en indagar dentro del prólogo de la versión impresa del Infierno el desarrollo de ciertas reflexiones de Villegas sobre la actividad traductora. Por tanto, no tiene por objetivo el análisis del texto poético en sí.33 En el segundo se dedica a cotejar estas reflexiones sobre la práctica traductora y glosadora del prólogo con algunos contados pasajes de la traducción y comentario del canto I y V, para probar cómo «Villegas es el primer traductor castellano que hace lo que dice, o sea, que la teoría para él es práctica».34 Este estudio, por su brevedad, no se detiene demasiado en el estudio de la traducción en sí, ni en su funcionalidad específica, más que cuando asevera que es un traductor que «presenta la parte poética según criterio propio, adaptándola a su cultura» (p. 38). Estudia también cómo Villegas reutiliza y traduce el Comento de Landino, aunque explica los cambios sólo desde la perspectiva de la necesidad de acomodarla a sus lectores con un propósito didáctico y como un «propagandista de la fe católica» (p. 31). La «adaptación cultural», por tanto, se relaciona ya a la elección de la forma estrófica castellana —en cuyas implicancias culturales profundas no ahonda demasiado— ya al matiz más moralizante de la traducción del texto poético y del comentario. Más allá de esta perspectiva que se centra también en la funcionalidad «moral», al final de su trabajo asevera que «esta traducción definitivamente es una obra no sólo para ser recordada a manera de curiosidad bibliográfica, sino para ser analizada y darle el valor que se merece» (p. 38).

      Todos los trabajos relevados hasta aquí, además, se dedican casi exclusivamente a la traducción, con la excepción del último estudio breve de Recio. La tesis inédita de Thomas Rea Fine es el único estudio que se centra con prioridad y de manera bastante exhaustiva en su glosa.35 Las relaciones entre el comentario y la traducción o, más específicamente, el análisis de cómo la glosa apoya, acota y/o expande las connotaciones del texto poético resulta muy esporádico. Su objetivo primordial, de hecho, es probar la intención didáctico-moralizante que determina toda la interpretación de Villegas en el comentario, tanto del texto dantesco como del de Landino, a través de un análisis pormenorizado de su selección de fuentes bíblicas, patrísticas, clásicas y de autores vernáculos. Según se establece en la Introducción, el problema principal de Villegas es la interpretación moralista que hará de Dante, en comparación con la de Landino (p. 7). Villegas, según Fine, además de un moralista es, al mismo tiempo, un «medieval theologian» y un «medieval commentator».36 Sin embargo, como me dedicaré a exponer con detalle en el capítulo 6, esta perspectiva resulta bastante reductora por varios motivos. Destaco aquí solamente que al enfocarse en los aspectos doctrinales del texto —cuya importancia es innegable— no logra percibir la funcionalidad de tantos otros pasajes del comentario que sólo se pueden explicar desde la perspectiva de lo que Lawrance ha denominado «humanismo vernáculo» y que impiden rotular a Villegas como un simple «moralista» medieval.37

      Finalmente, en noviembre de 2011 salió a la luz la tesis de Roberto Mondola. En el primer capítulo Mondola resume lo que se sabía hasta ese momento acerca de la vida de Villegas y de Juana de Aragón —la mecenas—, presenta el texto y las características de sus testimonios (manuscrito e impresos) repasando también lo que se decía en los catálogos. El centro de sus tesis será, por un lado, el capítulo sobre la traducción: le dedica el apartado más largo a su característica amplificatio y dos más breves a la relación de la glosa con Landino y la incorporación de auctoritates, tema ya abordado por Fine. Su perspectiva de análisis sigue siendo la misma: se detiene en la característica predominantemente didáctico-moralizante de la traducción y, en relación a la glosa, lo presenta también como «propagandista de la fe católica», igual que Recio.

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