Traducción, humanismo y propaganda monárquica. Cinthia María Hamlin
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Finalmente, en 2017 Mondola publica su nuevo libro donde acude a información, metodología y diversos análisis que yo había publicado en varios artículos.74 El detalle de esta situación fue expuesta recientemente por José Manuel Lucía Megías en su reseña del libro en cuestión,75 por lo que aquí solo mencionaré, a modo de ejemplo, una cuestión. En la introducción del libro repasa la vida de doña Juana en Barcelona, detallando lo datos ofrecidos por Marfany, a quien remite en nota al pie. Da cuenta, por tanto, de una profunda lectura del trabajo de la crítica catalana. Como ya señalé, Marfany destacaba el aporte que significó mi trabajo para las fechas, las cuales resumía al comenzar su texto —y repetía en la p. 452 que él cita—.76 Sin embargo, Mondola presenta estas fechas, basándose en los mismos archivos y pasajes de la glosa que cito, para proponer la misma nueva datación y postular también dos «etapas que jalonan la labor».77 Su lectura de Marfany evidencia que estaba al tanto de la re-datación realizada en mis trabajos, más allá de que ya los había citado en la primera nota al pie de todos sus artículos.78
Espero que el lector interesado sepa comprender, por tanto, que las numerosas similitudes que presenta este libro de 2019 con el de Mondola de 2017 no se deben a una influencia de su trabajo en el mío, pues mi investigación es anterior. En efecto, a través de este libro el lector podrá tener una visión más completa de una investigación que se había publicado sólo de manera parcial y fragmentada pues, como ya señalé, el sistema científico argentino valora más los papers de alto impacto que los libros. Podrá entender, asimismo, que no referiré al libro de Mondola de 2017 —pues, como ya señalé, es posterior a lo que presento aquí—,79 excepto pocos casos en los que resulte pertinente hacer alguna aclaración. En relación a mis artículos, actualizo la bibliografía general y sumo algunos apartados —los señalaré oportunamente— con datos que surgieron en mis últimas investigaciones, las cuales se enmarcan en el proceso de preparación de una edición crítica de la traducción del Infierno de Fernández de Villegas.
1. Gianfranco Folena, «Volgarizzare e tradurre: idea e terminología della traduzione dal MedioEvo italiano e romanzo all’ Umanesimo europeo», en La Traduzione. Saggi e studi, Trieste, Lint, 1973, pp. 57-120 y Volgarizzare e tradurre, Turín, Einaudi, 1991; Wittlin, Curt, «Les traducteurs au Moyen Âge: observations sur leurs techniques et leurs difficultés», en Actes du XIIIe Congrès international de linguistique et philologie romane Québec, Université de Laval, 1976, t. II, pp. 601-60; Claude Buridant, «Translatio medievalis. Théorie et pratique de la traduction médiévale», Travaux de linguistique et de litterature, XXI, 1 (1983), pp. 81-136; Peter Russell, Traducciones y traductores en la Península Ibérica (1400-1550), Universidad autónoma de Barcelona, Bellaterra, 1985; Rita Copeland, Rhetoric, Hermeneutics, and Translation in the Middle Ages, Cambridge, Cambridge University Press, 1995; Joaquín Rubio Tovar, «Algunas características de las traducciones medievales», Revista Literatura Medieval, 9 (1997), pp. 197-243.
2. Jeanette Beer, Medieval Translators and Their Craft. Studies in Medieval Culture XXV, Kalamazoo, Western Michigan University, 1989 y Translation Theory and Practice in Middle Ages, Michigan, Medieval Institute Publications, 1997; Eva Muñoz Raya y Juan Paredes Núñez, coords., Traducir la Edad Media. La traducción de la literatura medieval románica, Granada, Editorial Universidad de Granada, 1999; Tomás Martínez Romero y Roxana Recio, Essays on Medieval Translation in the Iberian Peninsula, Castelló-Omaha, Universitat Jaume I-Creighton University, 2001; Rossana Cantavella, y Marta Haro, Traducción y práctica literaria en la Edad Media románica, València, Universitat de València, 2003; Silvia Delpy, Leonardo Funes y Carina Zubillaga, Estudios sobre la traducción en la Edad Media, Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, 2009; Elisa Borsari, «En lengua vulgar castellana traduzido»: ensayos sobre la actividad traductora durante la Edad Media, Cilengua, San Millán de la Cogolla, 2015.
3. Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías, Repertorio de traductores del siglo XV, Madrid, Ollero y Ramos, 2009 y Carlos Alvar, Traducciones y traductores. Materiales para la historia de la traducción en Castilla durante la Edad Media, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2010. Ha sido también un aporte bibliográfico esencial el trabajo de Juan Carlos Conde «Ensayo bibliográfico sobre la traducción en Castilla del siglo XV: 1980-2005», Lemir: Revista de Literatura Española Medieval y del Renacimiento, 10 (2006).
4. Alvar y Lucía Megías, Repertorio..., op. cit., p. 257.
5. Rubio Tovar, «Algunas características...», art. cit., p. 203.
6. Rubio Tovar, «Algunas características...», art. cit., p. 207.
7. Ana Castaño, «Primeros comentarios a Dante hechos en la Península Ibérica, y su relación con las traducciones», en Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media. Actas de las V Jornadas Medievales, México, UNAM-El Colegio de México, 1996, pp. 263-273, cita en p. 264.
8. Para toda la serie de sinónimos con los que se designaba la práctica traductora, así como sus leves diferencias semánticas, véase Folena, Volgarizzare..., op. cit., pp. 35-39.
9. Para un primer panorama de todo lo anterior véase la introducción del trabajo de Copeland (Rhetoric, Hermeneutics..., op. cit., pp. 1-8), donde da un primer panorama en el que expone todas estas ideas que luego desarrollará con profundidad en su estudio.
10. Como aclara Rubio Tovar («Algunas características...», art. cit., p. 208), la retórica se erigió a sí misma en una disciplina fundamental de capacidad creadora y que limitó la competencia de la gramática a la enarratio poetarum —es decir, a glosar e interpretar a los poetas—. Cicerón en De inventione, define su práctica de orator distinguiéndola de la del interpres: «traducir» («conuertere») como orador es hacerlo según los poderes de la retórica, de la inventio, conservando ideas (sententiae) y figuras (formae tanquam figurae) pero acomodándolas al uso de Roma y, por tanto, sin la obligación que tiene el interpres, a saber, trasvasar una por una las palabras. Para más profundidad, véase Copeland, Rhetoric, Hermeneutics..., op. cit., especialmente el primer capítulo: «Roman Theories of Translation: the Fusion of Grammar and Rhetoric», pp. 9-36. Resulta pertinente aclarar que en el mundo clásico no existía nuestro concepto de traducción: el término que usa Cicerón, de hecho es «conuertere». Además de Folena, para la evolución del concepto de traducción de la cultura clásica a la cristiana véase Maurizio Bettini, Vertere: un’antropologia della traduzione nella cultura antica, Turín, Einaudi, 2012.
11. Véase Rubio Tovar, «Algunas características...», art. cit., p. 211.
12. Resulta pertinente señalar que el caso de Cartagena, según señala Morrás («El debate entre Leonardo Bruni y Alonso de Cartagena», Quaderns. Revista de traducció, 7 [2002], pp. 33-57, cita en p. 52) «impide la fácil utilización de etiquetas». En efecto, aunque en su famosa discusión con Bruni sobre cómo traducir la Ética de Aristóteles el obispo burgalés critica la traducción del florentino defendiendo acérrimamente la necesidad de una traducción literal, su postura se debe a que no concibe el texto de Aristóteles como literario —como sí lo concibe Bruni— sino como científico. En textos literarios, sin embargo, sí está más a favor de una traducción ciceroniana, es decir, retórica. Como aclara muy bien Morrás, este debate se mal interpretó en términos de disputa entre humanismo —Bruni— y escolasticismo medieval —Cartagena—, cuando en realidad la mayoría de los postulados de Cartagena son altamente humanistas.