Hijas del viejo sur. AAVV

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Hijas del viejo sur - AAVV BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

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obras, Bobbie Ann Mason reflejó su convicción de la pérdida de vigor de valores como el apego al pasado, a la tierra, o a la familia que tradicionalmente habían distinguido a la literatura y cultura sureñas, y se distinguió por la creación de personajes femeninos expertos en la adaptación a los nuevos tiempos. En el sur contemporáneo, mucho más abierto y flexible, las mujeres creadas por Mason sienten ansiedad y confusión, pero disfrutan de mucha más libertad que las de generaciones anteriores, y son conscientes de que en la sociedad presente la movilidad y el cambio son indispensables para el desarrollo personal. Sin dejar de ser consciente de los desequilibrios causados por los cambios bruscos que alteran las relaciones sociales, Mason ha sido siempre receptiva a dichos cambios y los considera beneficiosos, sobre todo para la mujer, al darle la oportunidad de experimentar nuevos modos de vivir y de liberarse de roles sociales caducos y restrictivos. Norma Jean, la protagonista de “Shiloh”, y Aunt Opal, de “Love Life”, son perfectamente conscientes de los beneficios de las nuevas costumbres para la mujer y del efecto paralizante de tradiciones que anulan la creatividad. La primera se alía con la modernización y rechaza el pasado y todos sus rituales, incluido el del matrimonio, en contraste con su marido desorientado que mira al pasado en busca de soluciones. Al final, lo vence fácilmente porque tiene más recursos: tiene un trabajo y algo de educación superior, y el vivir casi siempre sola durante los quince años que su marido fue camionero le ha dado autonomía individual y fortaleza interior.

      En los relatos de la década de 1980, como “Shiloh”, “Residents and Transients” y “Love Life”, Mason aboga claramente por la orientación prospectiva, que supone mirar al futuro y romper con la tradición, e identifica lo que ella llama “the call of the hearth” con la parálisis espiritual. Sin embargo, en algunos relatos de su tercera colección, Zigzagging down a Wild Trail (2001), se muestra mucho más ambivalente respecto a la relación del individuo con su pasado. Esta ambivalencia coincidió con el retorno de Mason a su Kentucky natal en la primavera de 1990, después de una larga estancia en el Noreste, y el consiguiente descubrimiento de que es al regresar cuando uno descubre por primera vez el lugar de procedencia, y de que es en el lugar al que perteneces donde descubres quién eres. En el relato “The Funeral Side”, Sandra McCain regresa a Kentucky para estar con su padre convaleciente, después de doce años lejos de casa. Desde una posición inicial en la que identifica la vida en el pueblo provinciano con la muerte y la insensibilidad, Sandra se mueve hacia una incertidumbre cada vez mayor. El relato culmina con la escena en la que la protagonista baja al sótano de la casa (un descenso que es un ascenso espiritual) a ver los muebles de su tatarabuelo que su padre ha restaurado y guardado para ella. Además de percibir, como por primera vez, el cariño y la bondad de su padre, Sandra detecta en los muebles restaurados una sorprendente simplicidad moderna. La idea es conectar con el pasado, no para encerrarse en él, sino para aprovechar lo que tiene de útil y puede ser restaurado y reutilizado para enriquecer el presente. Se trata de encontrar un punto medio entre el rechazo irreflexivo del pasado y la sumisión ciega a él.

      En uno de los últimos relatos de Mason, “The Heirs”, perteneciente a la colección Nancy Culpepper (2006), la protagonista autobiográfica Nancy Culpepper, que lleva tiempo viviendo en el norte, regresa a su Kentucky natal para disponer de la granja familiar que ha sido vendida para un polígono industrial. Hurgando en el ático, encuentra fotografías, documentos y otros tesoros del pasado familiar que, al contrario de lo que pensaba de joven cuando se fue de casa, dan continuidad a su vida y le ayudan a entenderse a sí misma: “Nancy saw herself in this group of people, lives that had passed from the earth as hers would too. She felt comforted by the thought of continuity” (202). La granja se ha vendido, pero en su recuerdo y su imaginación siempre será parte de su ser, y hasta el fin de sus días Nancy será, como sugiere el título, “heredera” de la cultura y el espíritu independiente de sus antepasados agricultores. Nancy se fue de la casa paterna y de su estado natal para explorar el mundo y buscar su propio yo, pero ahora se da cuenta de que ese yo estaba de alguna manera y en estado embrionario en el propio lugar de origen y en la familia, muchas de cuyas mujeres sintieron las mismas aspiraciones que ella por explorar el ancho mundo en una época en la que les estaba prohibido. Pero Nancy, que se benefició de unas condiciones socioeconómicas más favorables, nunca habría descubierto la importancia de sus auténticas raíces si no se hubiera ido, movida por el deseo de encontrar nuevas opciones vitales. La experiencia de Nancy Culpepper en “The Heirs” es similar a la de la cantante de country Katie Cocker en la novela The Devil’s Dream (1992) de Lee Smith, cuando le confiesa a un reportero de la BBC:

      It took me a long time to understand that not a one of us lives alone, outside of our family or our time, and that who we are depends on who we were, and who our people were. There’s a lot of folks in this business that don’t believe that, of course. They think you can just make yourself up as you go along. . . . The hard part has been figuring out who I am, because I’m not like any of them [in my family], and yet they are bone of my bone. (14. Cursiva en el original)

      El pasaje podría constituir una descripción indirecta de la propia Lee Smith cuando en su vida adulta retornó, como escritora, a sus propias raíces, al aislado pueblo de los Apalaches del que había partido de joven. No encontró su auténtica voz como escritora hasta que descubrió, justamente en su provinciano Grundy, “the stuff of fiction” (Parrish 173), la autenticidad que encuentra el escritor en los materiales suministrados por su propia experiencia. Lee Smith se inspira en el interés de Virginia Woolf por redescubrir y reescribir las vidas oscuras de las mujeres, reivindicando y revitalizando el arte inherente a los roles femeninos tradicionales.

      Al igual que otras escritoras sureñas contemporáneas como Bobbie Ann Mason, Jill McCorkle, o Alice Walker, Lee Smith resalta la idea del potencial restaurador del pasado pero rechaza hacer de su obra un altar para expiar la culpa de la historia de su región. Su última novela, On Agate Hill (2006), abunda en la nostalgia posmoderna por un pasado difícilmente recuperable que actúe como fuente de regeneración en un mundo confuso y fluido. Está compuesta fundamentalmente por cartas y diarios que cuentan la vida de una mujer en los años posteriores a la guerra civil, y que se encontraron, junto con una colección de huesos y otros objetos, en una vieja plantación de Carolina del norte. En vez de convertirse en fuente de culpa o en una lección sobre la persistencia del mal, el descubrimiento de estos legados del pasado transforma la vida de una mujer, Tuscany Miller, un álter ego de la autora (“Conversation” 380), que aparece en el marco contemporáneo de la novela. De hecho, todo en el presente apunta a la regeneración producida por el hallazgo de este tesoro del pasado en una habitación secreta. La vieja plantación está siendo renovada para dar lugar a un hotel con encanto, coincidiendo con un cambio radical en el padre de Tuscany, que ha cambiado de sexo para casarse con su novio Michael. Los documentos históricos se tornan beneficiosos para la historia personal, y la vida de Tuscany es también objeto

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