Hijas del viejo sur. AAVV
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La afroamericana Alice Walker utiliza también el pasado, no como carga pesada o fuente permanente de culpa, sino como reservorio de nuevas energías y sustento espiritual. Walker siempre ha tratado el sur en el que nació como fuente de plenitud (“Beyond the Peacock” 48) y ha urgido a sus compatriotas afroamericanos a considerar el sur como su hogar. Su personaje más famoso, Celie en The Color Purple, se hace autosuficiente personal y económicamente en Memphis, no en una gran ciudad del norte como Nueva York o Chicago. En su famoso relato “Everyday Use”, Alice Walker expresa su reivindicación de los quilts, uno de los escasos vehículos de expresión artística permitidos a las mujeres negras como su propia madre, y su convencimiento de que ese legado artístico guardado en los arcones familiares debería mantener su conexión vital como mujer negra con los individuos tanto muertos como vivos que conforman la familia y el pasado del que proviene. Los edredones del relato de Walker, hechos de retazos de distintos períodos y miembros de la historia familiar y elaborados por distintos miembros, nos recuerdan a Uncle Venner, el personaje secundario de The House of the Seven Gables (1851), a través de cuyas ropas llenas de retazos Nathaniel Hawthorne expresa su desconfianza del radicalismo reformista que rechaza de plano todo lo que tenga que ver con el pasado, en vez de perseguir una renovación gradual mediante retazos. La metáfora de los retazos (patchwork), tan querida por la crítica feminista de finales del siglo XX, aparece también en la novela Family Linen (1985) de Lee Smith, en la que la presencia del pasado en el presente es un tema central. Pero el presente y el futuro acaban por triunfar sobre un pasado caracterizado por la corrupción, e incluso algún crimen oculto, que no preocupan demasiado a la generación presente. El pasado muestra toda su utilidad cuando la nieta de la matriarca recién fallecida confecciona un bello traje de boda de uno de los viejos manteles de encaje de su abuela. El pasado no es algo radicalmente descartable sino que tiene elementos que aportan utilidad y continuidad para el presente y el futuro.
No hay duda de que estas escritoras sureñas contemporáneas estarían de acuerdo con Ellen Glasgow, que en su ensayo “The Dynamic Past” dice que preservamos mejor el pasado cuando su ritmo presente en nuestras mentes y corazones nos mueve a la acción, no cuando nos paramos a mirar atrás (80). Lo que se requiere es la clarividencia para percibir la diferencia entre la herencia tóxica e inservible, y la que tiene validez, siempre que se renueve adecuadamente. Así pues, la dicotomía simplista entre tradición y modernidad es inadecuada, y la postura más razonable respecto a la tradición podría muy bien ser lo que el sociólogo polaco Piotr Sztompka denomina “tradition of critical traditionalism”. Consiste en una estrategia dialógica que se desmarca tanto de la falacia del tradicionalismo ciego, que es la aceptación acrítica de la tradición por parte de los que equiparan el pasado con lo bueno, como de la falacia opuesta del antitradicionalismo dogmático, que ignora los beneficios que la tradición como tal, y algunas tradiciones en concreto, pueden tener para la sociedad humana (Sztompka 68).
Este libro se abre con un estudio de la obra de Louisa S. McCord (1810-1879), la intelectual más destacada del sur de preguerra. Sus contribuciones se hallan tanto dentro del campo de la economía política como de la literatura, pero siempre desde una posición recalcitrantemente conservadora, defensora de la esclavitud y del papel tradicional de la mujer en la sociedad, que ha sido la causa de su invisibilidad en los manuales de historia norteamericana desde principios del siglo XX. Con sus escritos y especialmente con su tragedia Caius Gracchus, como explica Carme Manuel, McCord demuestra no solo haberse interesado por la vida política sureña sino también por las reverberaciones transatlánticas de sucesos europeos, en concreto las revoluciones burguesas de 1848.
En el capítulo II se analiza la condición femenina en la obra de Ellen Glasgow (1873-1945), testigo privilegiada de la transformación de la mujer sureña en las primeras décadas del siglo XX, cuando los códigos de conducta del Viejo sur tuvieron que dar paso, a veces de modo traumático, a la liberación impuesta por la imparable modernidad. Unas veces en clave trágica y otras en clave satírica, Glasgow denunció el “idealismo evasivo” de la mujer que asumía ciegamente los roles tradicionales creados por los hombres que la sometían con mitos como el de la supuesta superioridad moral femenina.
En The Battle-Ground, su novela sobre la guerra civil, Glasgow plasmó su visión antirromántica de dicha contienda y relacionó implícitamente la derrota del sur con una concepción excesivamente tradicional de la mujer. La verdadera contienda en esta novela es la de la mujer sureña consigo misma y con unos valores que en apariencia la encumbraban, pero en realidad la sometían. En Virginia la autora trató de forma magistral el fracaso estrepitoso de la lady paralizada por el peso de la tradición e incapaz de reconciliarse con las demandas de la “nueva mujer” de principios de siglo. Life and Gabriella presenta una protagonista en la que se funden rasgos de la “nueva mujer” con algunos códigos del llamado marriage plot. Gabriella adopta conductas que en el sur aristocrático del que proviene se consideran “masculinas” y no duda en divorciarse y dedicarse al mundo de los negocios. Al final liga su destino a un hombre fuerte y poderoso que significativamente está en las antípodas de los hombres sureños con los que ella se ha relacionado.En Barren Ground Glasgow subvierte los estereotipos de la novela sentimental y rechaza frontalmente el marriage plot. La protagonista, Dorinda Oakley, exhibe la fortaleza y la energía creativa esenciales para el resurgir del Nuevo sur. Es la heroína con la que la autora más se identificó, la que alcanza el estoicismo humanitario al que Glasgow aspiraba y rechaza, igual que hizo la autora, la maternidad y la pérdida de la propia identidad en la entrega sumisa a un hombre. En The Romantic Comedians la autora estudia, en clave cómico-satírica, distintas tipologías de mujer, desde la tradicional que persiste en el ideal de virtud sacrificada hasta la que ha perdido la fe en los valores puritanos pero es incapaz de sustituirlos por otros que no sea el deseo irrefrenable de felicidad. Edmonia Breadalbane se niega a representar la esencia de la cultura sureña y a cargar con los núcleos simbólicos más duros de sobrellevar. Igual que en The Romantic Comedians, en They Stooped to Folly Glasgow celebra también el coraje de las mujeres que actúan de correctivo para la cobardía moral de los protagonistas masculinos y rechaza el mito de la superioridad moral de la mujer que era la coartada para someterla y desexualizarla. Es la novela en la que la autora desbanca el mito de la verdadera feminidad y continúa el análisis de los cambios en el concepto de la feminidad producidos en el período posterior a la Gran Guerra. Destaca Louisa Godard, mujer inteligente y socialmente activa que rechaza la maternidad y el matrimonio, a través de la que la autora introduce el tema, tabú en su época, de la amistad intensa entre dos mujeres como alternativa para reemplazar el imperativo heterosexual.
The Sheltered Life constituye el punto culminante de la campaña de Glasgow contra el “idealismo evasivo” del sur y sus consecuencias trágicas para la mujer instruida en la irrealidad y la fantasía para que desempeñe su papel de icono moral y belleza purificadora. En esta novela la autora se aventuró a establecer un paralelismo entre la opresión de la mujer negra y la blanca y a relacionar el rol de la southern lady con la explotación sexual de la mujer negra por parte del hombre blanco que desexualiza a su “casta” esposa. En Vein of Iron Ellen Glasgow reafirmó su identificación con las mujeres que están más lejos del prototipo de la lady. La protagonista, Ada Fincastle, destaca también por su fortaleza de carácter y su rechazo del “idealismo evasivo” pero, al contrario que Dorinda Oakley, no renuncia al amor heterosexual, que compagina con la “veta de hierro” heredada de sus antepasados calvinistas. En su juventud Ellen Glasgow destacó por el rechazo de la crueldad y el autoritarismo