Hijas del viejo sur. AAVV
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En el capítulo III, Susana Jiménez Placer estudia la dicotomía existente en el imaginario sureño entre la angelical dama blanca y la terrenal y sensual mami negra. Uno de los aspectos característicos del mito del Viejo sur está directamente vinculado a la imagen tradicional de la dama sureña como fuente inagotable de virtud y belleza, siempre alejada de las imperfecciones mundanas. Primero la literatura y después diversos estudios realizados en el campo histórico y sociológico han puesto en evidencia la artificialidad de tal versión de la experiencia femenina en el sur, sin embargo su vigencia como modelo a imitar en esta región se mantuvo incluso más allá de los límites cronológicos que marcaron el traumático final del Viejo sur y su causa en 1865. El mito de la dama sureña está íntimamente asociado al cult of true womanhood que condicionó la vida de las mujeres en el mundo anglosajón del siglo XIX. Tal ideología tuvo una lectura específica en el sur prebélico debido a la permanencia del sistema esclavista en este contexto histórico. Si la ideología victoriana contribuyó definitivamente a la asignación de las mujeres al espacio doméstico en todo el ámbito anglosajón, en el sur la presencia simultánea de mujeres blancas y esclavos negros en tal espacio hizo imperativa la imposición de una estratificación jerárquica heredada directamente de la ideología feudal-medieval que según Bakhtin relegaba las funciones humanas más naturales a un plano de inferioridad.
En el contexto del mito del Viejo sur, el ámbito doméstico se convirtió así en un espacio animado por la tensión entre las fuerzas sublimadoras y espiritualizantes que afectaban a las mujeres blancas de clase alta, y la tendencia opuesta que afectaba principalmente a las mujeres negras y las obligaba a mantenerse en un devaluado nivel terrenal, corporal, sensual. Este juego de fuerzas opuestas tuvo efectos evidentes en la concepción de la maternidad. A pesar de que la experiencia real maternal entre las mujeres blancas tenía un carácter eminentemente físico y corporal, la ideología dominante en el sur del siglo XIX imponía un proceso sublimador que resultaba en la glorificación extrema de tal experiencia. En el imaginario sureño, a la madre blanca glorificada no le correspondía dar satisfacción a las necesidades básicas más inmediatas de sus hijos, labor que, como consecuencia, había de recaer en las manos de las esclavas negras, especialmente aquellas que la tradición idealizó a través de la imagen de la mami. Tal imagen estaba perfectamente diseñada para sugerir la naturaleza eminentemente terrenal y corporal del alivio que podían ofrecer a los niños blancos a su cargo. La madre blanca glorificada y la mami negra se convertían así en la mejor expresión de la “armonía” que idealmente definiría las relaciones raciales en el sur prebélico. Sin embargo ambas imágenes encerraban una realidad de sacrificio y mutilación especialmente alarmante en el caso de las mamis negras, quienes, significativamente, veían su maternidad biológica seriamente amenazada a causa de la total devoción a los niños blancos que el sistema les exigía. Tanto la imagen de la madre glorificada como la de la mami ocupan un lugar central en Gone with the Wind de Margaret Mitchell y en “The Old Order” de Katherine Anne Porter. Ambas obras fueron publicadas en los años treinta y cuentan entre sus aspectos más atractivos con la relación entre una mujer blanca que saboreó el esplendor de las plantaciones sureñas de antaño y su fiel sirvienta/mami negra. Ellen y Mammy, Sophia Jane y Aunt Nannie revelan en más o menos sutiles pinceladas las perversas distorsiones que el mito del Viejo sur impuso en sus vidas.
En el capítulo IV se estudian varios de los tomboys más importantes creados por narradoras del sur. La muchacha poco femenina o marimacho tiene una significación especial en la cultura y la literatura de dicha región, por tratarse de una sociedad que tradicionalmente se ha distinguido por la imposición de rígidas dicotomías de género y raza. E.D.E.N. Southworth en The Hidden Hand (1888), Carson McCullers en The Member of the Wedding (1946), Harper Lee en To Kill a Mockingbird (1960) y Fannie Flagg en Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Café (1987) utilizaron la ambivalencia sexual del tomboy para denunciar la obsesión del sur con la represión de comportamientos sexuales anticonvencionales y también para desbancar mitos como el de la pureza racial blanca. Los marimachos prefieren la libertad de la indefinición sexual a las normas que rigen la conducta de la belle sureña y, más o menos explícitamente, exigen cambios en unos roles sociales y definiciones sexuales inadecuadas para su realidad psicológica o biológica personal. A través de sus entrañables marimachos dichas escritoras canalizan no solo el rechazo de una drástica distinción entre los sexos, sino también la oposición a definiciones raciales rígidas y opresoras. La analogía frecuente entre el marimacho y el excluido por su condición racial tiene, entre otras, la función de recalcar la inestabilidad permanente de cualquier intento de erigir concepciones estables de género o raza. De todas las novelas estudiadas en el capítulo, Fried Green Tomatoes es la que más abiertamente critica el intento de clasificar el deseo sexual como inequívocamente heterosexual u homosexual.
En el capítulo V, Jesús Varela Zapata presta atención a la identificación que Alice Walker establece entre diversos grupos subalternos y la mujer afroamericana, resaltando la centralidad de esta en la obra de dicha autora, siempre preocupada por la lucha de la mujer negra por acceder a la educación y al mundo de las letras y por la importancia crucial de una autoexpresión tradicionalmente suprimida por razones de raza y también de género. Hay un hecho en la biografía de Alice Walker que resulta muy revelador sobre su trayectoria vital y que, por su simbolismo, puede explicar alguna de las claves ideológicas que están detrás de su obra artística. Siendo una niña, un hermano la hirió en un ojo y su padre corrió con ella hasta la carretera más cercana para pedir auxilio. El primer coche que se acercó y paró, dispuesto a ayudar, reanudó la marcha al comprobar que eran personas de raza negra. Cuando por fin consiguieron llegar a un médico, este pidió por adelantado una cantidad que equivalía al presupuesto familiar de todo el año. Como consecuencia, Walker perdió parcialmente la visión. Este es uno de los múltiples ejemplos de discriminación social y racial que se prolongaron mucho más allá de la etapa de la esclavitud y la lucha por los derechos civiles hasta el momento actual. Sirve también para explicar o justificar que los escritores afroamericanos desarrollen, de una u otra forma, una actitud reivindicativa, de la que Alice Walker será una destacada representante. Algunos críticos no dudan en clasificar a esta escritora entre aquellos que han llevado más radicalidad al mensaje y concepto de resistencia de los afroamericanos, en sintonía con figuras como Richard Wright, y en oposición a las actitudes más moderadas de Luther King Jr. (White 176). La poeta y crítica Katha Pollitt destaca la decisión de Walker de abordar en su obra de ficción los principales problemas raciales y políticos del momento, mientras gran parte de los escritores contemporáneos se contentaron con temas menos controvertidos (9). Por ese motivo, Jesús Varela Zapata argumenta en su análisis que gran parte de la obra de Walker puede ser interpretada a la luz de conceptos como hegemonía, rebelión o resistencia, comunes tanto en el discurso afro-americano como en el marxista o el poscolonial.
Bibliografía citada
Bartlett, Irving H. and C. Glenn Cambor. “The History and Psychoanalysis of Southern Womanhood”. Women’s Studies 2 (1974): 9-24.
Berkin, Caron Ruth. “Women’s Life”. En Encyclopedia of Southern Culture. Ed. Charles Reagan Wilson and William Ferris. Chapel Hill: U of North Carolina P, 1989. 1519-26.
Camp, Stephanie M. H. “Slavery”. En The New Encyclopedia of Southern Culture. Volume 13: Gender. Ed. Nancy Bercaw & Ted Ownby. Chapel Hill: U of North Carolina P, 2009. 266-72.
Carby, Hazel V. “‘It Jus Be’s Dat Way Sometime’: The Sexual Politics of Women’s Blues”. En The Jazz Cadence of