La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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Tras la vuelta al trabajo postvacacional, la política nacional pasó a un segundo plano, ofuscada por los acontecimientos que llegaban desde el otro lado del Atlántico. La situación crítica por la que discurría la política chilena, que se agravaba por momentos, ocupaba el interés no tan solo de la prensa, sino también de la oposición.
El día 10 de septiembre de 1973, la Democracia Cristiana chilena pidió la dimisión del presidente de la República, siendo apoyado el día después por la cúpula de las Fuerzas Armadas Chilenas. El martes 11 de septiembre, se produjo el asalto a la Casa de la Moneda, sede de la Presidencia de la República, donde murió en el asalto el propio presidente, Salvador Allende Gossens, dudando en aquellos momentos si fue suicidio o ejecución. El día 15, el general Carlos Prats González, jefe de las Fuerzas Armadas que permaneció leal al gobierno, se vio forzado a huir del país dejando el poder en manos de los golpistas. Al año siguiente fue asesinado en un atentado
En España la prensa nacional se hizo eco a diario de la evolución golpista en aquel país tan lejano en la distancia, pero tan próximo en el sentir de las organizaciones antifranquistas, identificadas profundamente con el proceso revolucionario que pronto llegaría a su fin. Precisamente, esa frustración generada por el golpe de Estado pudo indirectamente agravar la enfermedad del escritor Pablo Neruda, que falleció de cáncer dos semanas después del golpe. Lógicamente, la reacción en España fue limitada por el estricto control gubernativo de los medios de comunicación, aunque hubo pequeños conatos de manifestación en favor del presidente chileno.
En Cataluña el SCPAC, en nombre de la Asamblea, se identificó con la manifestación realizada en París en protesta por el golpe militar efectuado contra el gobierno chileno. También este rechazo tuvo el soporte de sectores obreros, populares y progresistas del país, denunciando y condenando el ataque basado tan solo en la fuerza militar de los sectores reaccionarios. En el comunicado publicado el 14 de septiembre de 1973, se buscó un cierto paralelismo entre los hechos chilenos y el «18 de Julio» de aquí, por lo que animaba a la necesaria solidaridad y movilización del pueblo, denunciando el imperialismo norteamericano y al capitalismo, responsables a su parecer del levantamiento militar fascista. El propio Secretariado propuso un modelo de carta, con firma voluntaria de los interesados, que se enviaría a Kurt Waldheim (secretario general de la ONU) para condenar los hechos y exigir una respuesta suya y del Consejo de Seguridad352. Por su parte, la CCFPC emitió un comunicado el 15 de septiembre en solidaridad con el pueblo chileno, dando voz a su admiración y respeto por el presidente Allende y la enérgica condena por el golpe de Estado militar353.
En paralelo a estos acontecimientos y ante la celebración de la Diada, se lanzó un comunicado (preparado con anterioridad al golpe de Estado en Chile), titulado «La Asamblea de Cataluña ante el 11 de septiembre» con el eslogan final «¡Por las libertades democráticas y nacionales del pueblo catalán!», incidiendo en temas tan diversos como los servicios públicos o el coste de la vida. Los problemas generados por el gobierno franquista relacionados con el transporte, servicios públicos, urbanismo, asistencia sanitaria y aumento del coste de la vida se concretaron en cuatro puntos. Se hacía referencia explícita al caos urbanístico, la insuficiencia de los servicios públicos, poblaciones sin agua, red de carreteras insuficiente y de elevado coste debido a los peajes, la falta de asistencia sanitaria, transportes deficientes y los bosques quemados por falta de medios para evitarlo. También la Asamblea presentó una campaña en favor del uso público de la lengua catalana decidida en la anterior Permanente, criticando el ataque por parte de «mercenarios» del régimen a las entidades culturales catalanas354.
En un comunicado, el SCPAC explicaba la necesidad de integrar las acciones reivindicativas en un marco global de lucha, cada vez más intensa, contra la dictadura y por las libertades democráticas. Se recordaron las concentraciones de Ripoll y Sant Cugat del Vallés, evidenciando la gran capacidad de convocatoria, las movilizaciones en la Térmica del Besós, de Cerdanyola y Ripollet, el conflicto de SEAT y la huelga general en Pamplona. Así mismo se incidía que la justificación del retorno de las libertades democráticas perdidas en 1939 iba refrendada también mediante la devolución del Estatuto para llegar al pleno ejercicio del derecho de autodeterminación. La respuesta del régimen ante esta situación se limitaba al ejercicio de la represión, detenciones, torturas y asesinatos, hecho que demostraba que el nuevo gobierno de Franco, encabezado por el almirante Carrero Blanco, no daba respuesta ni soluciones, creando un creciente aislamiento del sistema cada vez más pronunciado.
La opresión iba desde la dominación política hasta el terreno económico. La redistribución del ahorro y de los impuestos era un claro ejemplo. En lo cultural, las restricciones del uso público de la lengua catalana en la enseñanza, en los medios de comunicación, en las relaciones oficiales, en los ataques de adictos al régimen sobre entidades culturales como la Gran Enciclopedia Catalana o a diversas librerías, confirmaban la situación. A este respecto, durante el año 1972 la Asamblea elaboró una serie de campañas reivindicativas para dar respuesta a todos estos abusos de poder. «¿El por qué el Estatuto?» fue una de ellas, complementada por el contenido de los documentos «Hacia la II Sesión Plenaria de la Asamblea de Cataluña» y la nueva campaña titulada «El catalán en todos los lugares y en todos los niveles»355.
351. COLOMER, Josep Mª, op. cit., pp. 53-54.
352. Eslóganes como «se siente, se siente, Allende está presente» se pusieron de moda en aquellos días, en MHC, ASSEMBLEA, op. cit., p. 106.
353. FRC, AJR, «Comissió Coordinadora de Forces Polítiques de Catalunya», Carpeta, 104/43, 15-11-1973.
354. Tele/eXpres, 6-8-1973.
355. MHC, ASSEMBLEA, op. cit., p. 77.
Octubre de 1973. Los 113 detenidos
En octubre de 1973, la evolución política chilena y el nuevo conflicto árabe-israelí, responsable de la crisis posterior del petróleo, se seguía con atención. En España, la gasolina «súper» estaba a 16 pesetas y la «normal» a 12,50 pesetas, con la tendencia al alza. En Argentina, el general Juan Domingo Perón, tras su largo exilio en España, ocupó de nuevo la Presidencia de la República, mientras que, más al norte, en EE. UU., las primeras convulsiones fruto del escándalo Watergate amenazaban la Presidencia de Richard Nixon en el proceso denominado impeachment y que, como ya sabemos, empezó con la sustitución del vicepresidente del país de Spiro Agnew por Gerald Ford, y finalizó con la ascensión de este a la Presidencia con la dimisión del propio presidente.
A principios de mes, España continuaba inmersa en continuos disturbios laborales sin menoscabo de las constantes detenciones de activistas mayoritariamente de ideología izquierdista; véase como ejemplo las detenciones el día 5 de tres dirigentes del PCE (m-l): Alejo Mesón Dona, Ángel Moreno González y Ana Mote Quer. Los paros eran constantes en las cadenas de producción en la empresa SEAT, mientras que en el mundo educativo las manifestaciones estudiantiles y el cierre de algunas universidades aumentaban el descontento y el caos en la sociedad española. Aquel mes fue también trágico para la cultura española por la muerte el día 23 en su exilio de Puerto Rico del compositor catalán Pau Casals, cuya trayectoria musical, intelectual y política fue ampliamente difundida en los periódicos.
Mientras tanto, el gobierno intentó mediante el director general de Cultura Popular, Ricardo de la Cierva, aparentar una nueva imagen de aperturismo ficticio anunciando que iba a aplicar la ley con el talante más abierto posible, aunque por desgracia la demostración palpable de este hecho fuera el secuestro de la revista Destino