La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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Sin duda, daba la sensación de que la suerte ya estaba echada con antelación, sobre todo si seguimos las afirmaciones efectuadas por el periodista Manuel Campo Vidal (dato no confirmado), en la que insinuaba que la ejecución de Puig Antich fue pactada con anterioridad con la policía por el ministro de la Gobernación Carlos Arias Navarro, que cumplió siendo ya presidente del gobierno.
El día 5 de marzo se desarrollaron en relación con la ejecución diversos incidentes en diferentes facultades, en las calles de Barcelona y en la plaza Cataluña, mientras que en paralelo continuaba la recogida de telegramas de adhesión a la persona de monseñor Antonio Añoveros, obispo de Bilbao. Parecía que cuanto más pasaban los meses, la tensión política y social iba in crescendo, brotando continuamente nuevos focos de protesta, aunque sorprendentemente la primera chispa seria revolucionaria de este conflictivo 1974 vendría desde Portugal.
El 14 de marzo, el articulista y escritor Manuel Vázquez Montalbán hacía referencia a un libro del general portugués Antonio de Spinola en el que este recomendaba una solución política para el problema de las colonias portuguesas en África, avanzando la hora de la verdad del cambio político en Portugal. António Sebastião Ribeiro de Spínola y Francisco da Costa Gomes fueron sustituidos por el primer ministro Marcelo Caetano402.
Mientras tanto, en Madrid, otro artículo en torno al profesor Enrique Tierno Galván, futuro alcalde de Madrid y uno de los actores principales de la Transición Española, insinuaba su posible retorno digno a la Universidad, anunciando en la prensa que «El orden político es garantía de orden público y no al revés»403.
Abril de 1974 ha pasado a la historia como el mes donde triunfó la «Revolución de los Claveles» en Portugal, aunque también sucedieron otros acontecimientos de alto realce informativo como el fallecimiento del presidente francés Georges Pompidou, víctima del cáncer, llevando su enfermedad en secreto hasta el último momento.
El 25 de abril triunfó el golpe de estado en Portugal potenciado desde dentro del propio Ejército, deteniendo a los ministros de Interior, Defensa y Marina. A partir de aquel momento, comenzó el regreso de los exiliados portugueses expulsados por la dictadura, entre ellos, Mario Soares404, líder del socialismo portugués.
En España, con el empresario Juan Vilá Reyes en libertad, el caso Matesa seguía dando que hablar debido al rechazo de cincuenta de los 195 testigos de la defensa. Sin embargo, cada vez más los comentarios políticos publicados en la prensa con cierto trasfondo reivindicativo iban copando poco a poco las hojas de actualidad, presintiendo un cambio relativamente próximo. El periodista Ramón Pi se refería así a las fuerzas presenciales en la vida política. Según él, estas se podían dividir entre los favorecidos o tolerados por el régimen y los proscritos, y su clasificación era la siguiente: Las fuerzas históricas con los falangistas que, aunque la Falange no existía, si existían los falangistas del Frente de Juventudes, Círculos Doctrinales de José Antonio, miembros del FES, del Club 401, etc.; los católicos herederos de la CEDA que publicaban con las siglas D.C. evocando la Democracia Cristiana; los seguidores de Joaquín Ruiz Jiménez alrededor de la publicación Cuadernos para el Diálogo y cercanos a la socialdemocracia de Willy Brandt405; los monárquicos, diferenciados entre los juanistas y los juancarlistas; los carlistas o tradicionalistas, que desde el decreto de unificación en 1937 acabó también con los carlistas como tales, habiendo algunos que aceptaron las tesis juanistas, otros, los juancarlistas y los que quedaron fuera del sistema que crearon el Partido Carlista; y finalmente los tecnócratas capitaneados por Laureano López Rodó, Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio. En el otro extremo se hallaban los ilegales, los marginados: eran los comunistas, divididos en carrillistas y prosoviéticos; los grupos marxistas pro y filo., FRAP, MIL (anarquistas), etc.; los carlistas de tendencia socialista; los separatistas, ETA y en Cataluña los partidos que reclamaban el retorno del Estatuto de 1932406.
El 8 de mayo de 1974, seis profesionales de Televisión Española, la mayoría enlaces sindicales, fueron acusados de haber formado una célula comunista. Los caídos en desgracia eran: José Luis Calderón Martín, Ángel de la Cruz Bermejo, Francisco Abad Fuentes, Carmen Frías Arroyo, José Luis Gallego Cáceres y Gregorio Miguel González Linde. Estas detenciones, a un año vista de la muerte del dictador, son una clara evidencia de que el régimen nunca dejó de utilizar la amenaza y la represión como método de control estatal sobre la sociedad española.
Sin embargo, desde el otro lado de la barrera, muchos ciudadanos hacían lo que podían para intentar romper ese control informativo, filtrando noticias e ideas escondidas o disimuladas detrás de frases o expresiones que algunas veces carecían de fundamento. Uno de esos ejemplos lo vemos en las declaraciones efectuadas por el político e historiador Isidre Molas, cuando exponía en un artículo que «Los sistemas de control tradicional, como el parlamentarismo, se habían ido desgastando, pero había otros como la autogestión, el federalismo y la democracia directa». Con su queja sutil refiriéndose a la autorización de los escritos de Salvador Seguí, «el noi del sucre», dejaba entrever la censura todavía vigente407.
En las universidades catalanas la crispación estudiantil seguía latente debido al nuevo proyecto de selectividad que se quería poner en marcha, respondiendo los estudiantes con paros generalizados que automáticamente eran minimizados por el gobierno de la forma ya conocida, intentando dar una imagen de estabilidad fuera de la realidad. Por otro lado, a veces era sorprendente encontrar algunas manifestaciones que provenían del propio gobierno cuando utilizaba un lenguaje o unas palabras arriesgadas para la época; véanse como ejemplo las declaraciones efectuadas el 14 de mayo por el vicepresidente Antonio Barrera de Irimo cuando afirmaba que el cambio era necesario y la palabra democracia no era pecaminosa. La cuestión era poder interpretar el significado de esos conceptos sabiendo quien lo proponía.
El 25 de mayo, el ministro de la Gobernación, José García Hernández, presentó el proyecto de ley de Régimen Local en el Consejo Nacional. La novedad más destacable fue que, aunque los alcaldes de Madrid y Barcelona seguirían siendo elegidos por el jefe del Estado, a partir de entonces, y en los demás ayuntamientos, los concejales serían elegidos por el pueblo, que a su vez votarían al alcalde, siendo esto un pequeño avance en la representación ciudadana después de varias décadas. Como era de esperar, desde la oposición democrática se calificaron estos cambios simplemente como anecdóticos en un sistema decadente. Mientras tanto, el dato cultural se centró en el regreso a España de uno de nuestros grandes intelectuales, el novelista español Ramón J. Sender, exiliado en EE.UU.
Es de suponer que, en Cataluña, al igual que en el resto de España, la idea generalizada en la oposición, tanto de la derecha como de la izquierda, era que la vida del dictador se extinguiría a corto plazo. Por ese motivo, las reuniones y las coincidencias con representantes del poder, aprovechando generalmente encuentros culturales o económicos, se fueron incrementando, algunos tan llamativos como el encuentro organizado por el semanario Cambio 16 celebrado el 29 de mayo de 1974 en el Hotel Ritz, que fue bautizado por la prensa como: «la Bomba del Ritz». En ese lugar se reunieron políticos de la izquierda y derecha clandestina junto a miembros de la Asamblea, monárquicos y empresarios, algunos de ellos bastante conocidos, entre ellos: Joan Reventós, Agustí de Semir, Josep Solé Barberà, el Marqués de la Vega Inclán, Ramon Trías Fargas, Santiago Nadal, Josep Andreu Abelló, Lluís Carulla, Martí Más, Salvador Millet i Bel, Antoni de Moragas y Manuel Jiménez de Parga.
En aquellos días, la CCFPC distribuyó un folleto informativo en protesta por el proyecto de trasvase del rio Ebro, asunto polémico de incesante actualidad, que coincidió con la celebración de la X reunión de la CPAC, suspendida en octubre pasado408. Las conclusiones en este encuentro se basaron en constituir un punto de partida para reforzar el trabajo unitario en vista del progresivo deterioro del régimen franquista, mediante la extensión de la lucha popular. Por primera vez se hizo referencia a los constantes avances democráticos del pueblo portugués en el proceso de liquidación del salazarismo y del colonialismo, una situación que animaba y justificaba el trabajo incansable de las fuerzas de oposición. Después, tras una ronda de debates sobre