La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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El 1º de junio de 1974, Rodolfo Martín Villa fue nombrado gobernador civil de Barcelona, sustituyendo a Tomás Pelayo Ros. Por esas fechas, Jordi Pujol, que poco a poco iba saliendo del anonimato desde su puesto directivo en Banca Catalana, expuso mediante unas declaraciones, sus propuestas de futuro para Cataluña:
«Hay un doble juego —decía Pujol— que se ha intentado muchas veces pero que nunca ha salido bien, y es que Cataluña ha querido jugar de una parte con su afirmación, afirmación que debe ser muy vigorosa, acompañada de una proyección nuestra, catalana, hacia toda España. No es verdad que nosotros aspiramos solamente a ser presidentes de la Mancomunidad o de la Generalitat, podemos aspirar a ser presidentes del Consejo de Ministros de Madrid, o, al menos podríamos aspirar a ser no un ministro de Marina, pero sí un ministro de Fomento, de Hacienda o de Industria y, por qué no, primer ministro. Desde luego lo veo difícil si nosotros no queremos renunciar y no debemos renunciar a la defensa de nuestra identidad, pero hay el otro objetivo, que nosotros debemos tener una política de proyección a escala española y naturalmente esta será diferente pensada desde Barcelona que no desde Madrid. Nosotros tenemos unas líneas definidas para la actuación política en España, la línea europeísta que nos viene dada por la geopolítica. Cataluña es una marca hispánica que nació como frontera sur de los francos, no como último reducto de los visigodos.»410
Sin duda el sentido geográfico e histórico del futuro presidente de la Generalitat era clarividente. Su identificación más con el norte europeo que con el resto peninsular lo identifica a mí parecer de una forma desafortunada cuando justifica la diferenciación cultural desde una perspectiva superior e irreal buscando el distanciamiento entre Cataluña y el resto del Estado ligado al hecho diferencial de la cultura franca comparada con la visigoda.
Meses después del llamado «espíritu del 12 de Febrero», el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, visitó Barcelona a mediados de junio de 1974 anunciando en uno de sus discursos, en la línea de la ambigüedad, su punto de vista referente a la apertura teórica del régimen: «El tema asociativo —dijo— es una materia pragmática que debe ser promovida con equilibrio y autoridad», aunque fue el ministro José Utrera Molina el que indicó por donde iban a ir las líneas maestras de la apertura, ya que era al Movimiento el que le correspondía aportar el caudal vivificador411.
Por otro lado, es importante conocer qué se pensaba sobre la evolución política en nuestro país al otro lado de la frontera española. A ese respecto cabe mencionar las declaraciones efectuadas el 25 de junio por Juan de Borbón en las que justificaba que «Mi silencio no debe ser interpretado como falta de interés por los problemas de España. También para España se avecinan días cargados de graves problemas políticos y económicos»412.
La temporada estival de 1974 arrastró esta vez una serie de conflictos laborales y universitarios sin resolver. El 6 de julio de 1974 se convocó una huelga general que se extendió en el Baix Llobregat por las localidades de Cornellá, Sant Joan Despí, Martorell, Molins de Rei, Sant Felíu y Esplugues de Llobregat, a raíz de los conflictos de las empresas ELSA y Solvay.
El SCPAC, en el marco estratégico de apoyo a la lucha obrera, distribuyó un comunicado que, no por ser repetitivo, dejaba de tener impacto en la sociedad, exigiendo el derecho de huelga, las libertades sindicales y políticas en el contexto del derecho de asociación, de reunión, de expresión, y de un sindicato obrero. Sin embargo, aquel mes de julio fue en cierta manera diferente a los anteriores, pues coincidió que, por aquellas fechas, la salud del dictador comenzaba a dar señales de debilidad extrema. Esta situación fue utilizada por la oposición como medida de presión ante los previsibles cambios políticos que se avecinaban; véase como ejemplo que el título «Franco cerca de la muerte» fue el elegido por la Asamblea como cabecera en sus últimos comunicados por su impacto emocional. El SCPAC, en previsión de los nuevos acontecimientos, prefiguró los llamados «centros de poder popular» que en su momento podrían conectarse con la constitución de un hipotético gobierno provisional. Así, pues, todo indicaba que la vida del Caudillo se extinguía después de treinta y cinco años de dictadura y de mantener el país «atado y bien atado» como el último reducto del autoritarismo en Europa, sobre todo después de los recientes cambios democráticos en Portugal y Grecia.
Por otro lado, como ya era costumbre y aprovechando la temporada estival, se celebró al otro lado de la frontera el llamado «Aplec del Rosselló». El mensaje de la SCPAC dirigido a los participantes del evento se centró en el homenaje a la memoria del malogrado presidente de la Generalitat, Lluís Companys, con motivo de la inauguración de un monumento en Saint Cyprien en Flage, 34 años después de su fusilamiento. Con un caluroso saludo a los catalanes exiliados, la Asamblea anunció sus propuestas por la amnistía general para todos en su próximo retorno a España413.
Poco después, en otra concentración promovida por la Asamblea también realizada en el sur de Francia llamada el «Aplec de Toluges» el 28 de julio de 1974, se apreció la alta valoración que desde el exilio se tenía de la Asamblea por su apoyo a la amnistía general de presos y exiliados. A estos últimos se dirigió muy especialmente el SCPAC, exhortándoles a no cesar en su labor de convergencia entre todos los catalanes en el exilio, animándolos a expandir el mensaje que la Asamblea quería promover que era colaborar en la campaña por el Estatuto de 1932 y así en la «Crida al poble de Catalunya», según los acuerdos tomados en la III reunión Permanente414. La narración de los acontecimientos del 27 de julio de 1974 en el Rosellón se publicó en un documento del Bloc Catalá d’Estudians:
«La inauguración el 27 en Sant Cebriá, de cara al mar y mirando el Canigó, con la efigie de Companys en bronce, simbolizaba el sacrificio de un hombre y el sufrimiento de un pueblo. Las autoridades francesas dirigidas por el alcalde de la ciudad, Sr. Olibo, también con representación de la Prefectura de los Pirineos Orientales, Ayuntamiento de Perpiñán, Cámara de Comercio y de Industria, alcalde de Toluges y representantes de diferentes Comités y Asociaciones de Antiguos Combatientes. Del lado catalán, a parte del Sr. Valls de Gomis, representando a los voluntarios catalanes, destacó el Sr. Cornudella de la Comisión Preasamblearia de la Asamblea de Cataluña de los Pirineos Orientales junto con otros representantes de la Asamblea de Cataluña de Francia y Europa; el Sr. Batista i Roca, del Consell Nacional Catalá, Lluís Fortet de la Federación de Entidades Catalanas en el exilio y en la Emigración.»415
Josep Tarradellas, que fue invitado al acto, excusó su asistencia y envió un telegrama que fue leído en público. Los eventos preparados al efecto se desarrollaron en medio de numerosas banderas