La censura de la palabra. José Portolés Lázaro

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La censura de la palabra - José Portolés Lázaro Oberta

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cualquier caso, en la relación entre identidad e ideología, si bien es verdad que un grupo con una identidad propia se puede describir por una ideología que lo caracteriza –se puede ser católico, ecologista o nacionalista húngaro–, también es cierto que la correspondencia directa –a una identidad grupal se le atribuye una ideología– puede llevar a equivocaciones. Así, grupos que comparten una misma identidad puede que varíen en su ideología o que crean que existen diferencias en cómo aplicarla (§ 1.4.4). Por otra parte, mientras que la identidad del grupo puede conservarse a lo largo de la historia, la ideología de los grupos sociales puede evolucionar.14 Los censores franquistas de mi edición infantil del Quijote, guiados por la ideología católica conservadora del momento, tenían especial cuidado con los asuntos sexuales –puta era una palabra prohibida en una edición que pudieran leer niños–; en cambio, el índice inquisitorial del cardenal Zapata (1632) ordenaba expurgar la frase: «y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada»,15 porque se pudiera reflejar en ella una interpretación de la caridad que no coincidía con la ortodoxia católica del Concilio de Trento (1545-1563). Otro ejemplo de cambio de intereses ideológicos con una continuidad en la identidad, en este caso la de la escuela estadounidense: en una primera época el libro de Mark Twain Huckleberry Finn (1885) fue censurado en las bibliotecas de estas escuelas porque se consideró que el comportamiento de sus protagonistas constituía una mala influencia para los lectores jóvenes y, en cambio, en la actualidad se desaprueba por la aparición en él de palabras como el hispanismo nigger, que se aprecian como racistas.16

      En definitiva, la relación entre ideología e identidad, más que necesaria, constituye un criterio que puede ayudar a clasificar a quien lleva a cabo un acto censorio.

      Así pues, la relación entre el censor y el censurado es asimétrica y de poder. De este modo, aunque se pueda leer que en la Divina comedia Dante censura a sus contemporáneos, desde los criterios teóricos que aquí se manejan no se comprende como un tipo de censura de la palabra, ya que Dante carecía de poder para prohibir las obras y castigar a las personas.

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