Neurocreatividad. Néstor Braidot

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Neurocreatividad - Néstor Braidot Colección Cerebro Vivo

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      Esta arborización permite una comunicación veloz y sumamente precisa entre los diferentes núcleos de neuronas que estructuran las distintas zonas cerebrales.

      Además de las dendritas, las neuronas tienen una ramificación más larga llamada axón. A partir de la activación de éste, se producen los contactos neuronales.

      Los neurotransmisores son las sustancias químicas que transmiten información de una neurona a otra en la mayor parte de los procesos de comunicación que se establecen entre ellas, es decir, durante la sinapsis.

      En la actualidad se conocen aproximadamente cien tipos diferentes de neurotransmisores y se cree que hay más.

      Cuando el cerebro segrega demasiada cantidad de una de estas sustancias puede anularse la función de otras. Por ejemplo, un individuo puede estar demasiado deprimido o acelerado debido a la acción de sus neurotransmisores.

      El estudio de estos mensajeros químicos es fundamental para comprender el funcionamiento de los procesos cerebrales y optimizar el desarrollo de algunas habilidades, como la velocidad mental, el aprendizaje y la memoria.

      Por ejemplo, la acetilcolina favorece la capacidad de atender y memorizar, la dopamina regula niveles de respuesta y es fundamental en la motivación, las emociones y los sentimientos de placer y la serotonina regula el estado anímico.

      Además de las neuronas, en el cerebro hallamos células gliales, que desempeñan funciones de nutrición y soporte de las neuronas y son esenciales para la formación de las redes neuronales, ya que intervienen en el procesamiento cerebral de la información.

      La glía cumple otros roles muy importantes para la salud y el funcionamiento del sistema nervioso.

      Entre ellos, defender a las neuronas de agentes patógenos que puedan afectarlas (cuando hay una lesión, se multiplican y participan activamente), protegerlas (mediante la vaina de mielina que recubre los axones) y remover residuos, como los derivados de la actividad neuronal (por ello se dice que actúan como el basurero del cerebro).

      Creatividad: uso y estímulo

      Crear es lo que nos diferencia de los animales (con quienes compartimos las habilidades límbicas) y de las máquinas (con las computadoras compartimos la capacidad de análisis lógico).

      Si bien muchos simios se comportan como si poseyeran mentes parecidas a la del hombre y son capaces de coordinar sus acciones, por ejemplo, para romper un huevo o cazar una presa, nunca se ha observado que puedan combinar sus habilidades para construir instrumentos sofisticados.

      Las facultades superiores que poseemos los seres humanos son las que nos han permitido combinar los elementos de la naturaleza para edificar nuestras casas, nuestras ciudades, nuestros puentes y llegar a la Luna.

      Estos ejemplos revelan, a su vez, que no estamos ante un fenómeno individual o hereditario, ya que la vida social es decisiva en la evolución de la inteligencia creativa.

      La creatividad se define como la capacidad de un individuo para generar nuevas e inusuales ideas, desviándose de esquemas estereotipados del pensamiento.

      La actividad creativa es un proceso mental heterogéneo que incluye diferentes propiedades del pensamiento y su integración a la experiencia de vida del individuo:

       Facilidad para generar ideas.

       Capacidad para la asociación semántica.

       Originalidad de las ideas.

       Imaginación.

       Fantasía.

       Procesamiento semántico.

      En las sociedades humanas, muy pocas creaciones son radicales.

      La mayoría consiste en una nueva combinación de elementos existentes. A veces, la base de conocimiento previo es imprescindible para crear. No hubiera sido posible enviar una sonda a Marte sin recurrir a la matemática y a la física.

      CONCLUSIÓN

      La creatividad es un proceso dinámico que puede desarrollarse y promoverse. Asimismo, diferentes aspectos socioculturales o educativos pueden atrofiarla. Los estímulos externos y el aprovechamiento de experiencias anteriores, sumados a un adecuado funcionamiento interhemisférico, permitirían y facilitarían la actividad creativa.

      La actividad creativa es tan compleja como el sistema que la produce.

      El cerebro no es una computadora de fines generales, sino más bien un dispositivo sumamente especializado que ofrece una gran cantidad de respuestas automáticas que se utilizan de una manera adaptativa, como resultado del aprendizaje adquirido.

      A modo de conclusión, dos afirmaciones sobre la creatividad:

       No toda idea no convencional es necesariamente una idea innovadora.

       Un auténtico trabajo creativo, antes que nada, debe ser útil, relevante en algún aspecto y efectivo.

      El cerebro es naturalmente creativo, tal como lo demuestra el llamado “efecto niño”: hasta las 10 ó 12 años, las personas no tenemos límites.

      Un chico puede pedir a su padre como regalo de cumpleaños una estrella, porque no concibe restricciones que recién se incorporan en la vida adulta.

      Del mismo modo, el palo de una escoba puede ser, en diferentes momentos, un caballo, una espada o un compañero de juegos.

      Y no hace falta más que una caja para que pueda habitar un palacio majestuoso. Los niños son usinas generadoras de energía innovadora.

      Con el paso de los años, ingresamos en una suerte de “proceso de pérdida de la creatividad”: elegimos modelos de vida y prácticas cotidianas que incorporan esos límites mentales que en principio no existían.

      Esto ocurre no sólo con el avance de la edad, sino también con las elecciones de vida que vamos tomando. La cultura juega un papel gradual, pero inexorable, de censura y represión.

      La escuela pone un elevado énfasis en enseñar a los chicos a resolver problemas correctamente y, al mismo tiempo, soslaya la creatividad.

      Este sistema sesgado y arbitrario nos domina los primeros veinte años de nuestra vida: crecemos condicionados por exámenes, admisiones para la universidad y ámbitos laborales que casi siempre demandan y recompensan el pensamiento lógico, el lenguaje, y la inteligencia práctica.

      La propensión al pensamiento analítico se premia desde la más temprana infancia en detrimento del pensamiento creativo, que queda relegado a un segundo plano.

      A medida que transcurre el tiempo y maduramos, se vuelve más difícil

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