Neurocreatividad. Néstor Braidot

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Neurocreatividad - Néstor Braidot Colección Cerebro Vivo

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no desafiamos al cerebro, cuando lo hacemos circular por la autopista del confort, éste se acomoda en aquello que hace y empieza a perder tonicidad.

      Nos volvemos amantes de las rutinas, de reutilizar nuestras experiencias y hasta nuestra vida.

      Tenemos una rutina laboral. Pero cuando termina el horario, nos dirigimos todos las semanas a la misma hora a realizar alguna actividad social o deportiva. Es decir, estructuramos también una rutina del ocio.

      Luego, ya en casa, continuamos con la rutina hogareña: desde el lugar en que nos sentamos en la mesa para comer hasta el programa televisivo que elegimos mirar.

      Todo eso hace que nuestro cerebro actúe en función de las rutinas que tiene programadas por sus ganglios basales.

      Existe un punto de inflexión concreto: los 40 años. A partir de ese momento, la naturaleza deja de desarrollar el cerebro y la responsabilidad de que continúe haciéndolo queda enteramente en nuestras manos.

      Si no comenzamos a hacer algo para mantenerlo activo, para desafiarlo, entonces irá perdiendo neuronas y, consecuentemente, diversas capacidades. Entre ellas, la de ser creativo.

      ¡Justo a los 40 años! Un momento de la vida que se caracteriza por la estabilidad, una época en que las personas están relativamente regularizadas tanto en el plano laboral como en el personal.

      A esa altura de la vida, ya sabemos cómo resolver nuestro trabajo: es probable que llevemos 20 años haciéndolo.

      Cualquier cambio nos produce vértigo porque pone en riesgo otras certezas: ¿Dejar este puesto y resignar lo que me pagan que, a su vez, me permite sostener mi estándar de vida?

      Desde el punto de vista familiar y afectivo, los movimientos, las actividades y los vínculos también están organizados: cada integrante en el hogar cumple funciones que no varían, los amigos son “los de siempre”.

      La rutina familiar conserva una cadencia precisa en horarios y particularidades.

      La jornada parece repetirse una y otra vez hasta el infinito. El efecto sorpresa brilla por su ausencia.

      Todo esto tiene una repercusión en el cerebro: las relaciones neuronales asociadas con esas actividades repetitivas se vuelven más sólidas, mientras que todas aquellas que no usamos por no desafiar la rutina comienzan a perderse.

      En el cerebro, lo que se usa se fortalece y lo que no, desaparece.

      Se produce un movimiento hacia la robotización: afianzamos las tareas que el cerebro está acostumbrado a realizar, de modo que cada vez las piensa menos y las resuelve de manera casi automática.

      Si se analiza desde el punto de vista físico la relación entre cerebro y creatividad, se notará una fuerte tarea de sincronización durante los procesos creativos.

      Anatómicamente, los mecanismos cerebrales relacionados con la creatividad demuestran la intervención de una gran cantidad de estructuras en su desarrollo, en especial en regiones corticales altamente evolucionadas en el ser humano.

      Estructuras más primitivas, como las que componen el sistema límbico, también participan en su funcionamiento.

      En el acto creativo, el aprendizaje se da por medio de la información de la recompensa, que se utiliza para elegir entre las opciones previamente conocidas y las nuevas que aparecen, para ejecutar y dirigir el comportamiento hacia una meta.

      Este proceso está mediado por neurotransmisores como la dopamina, que se generan en particular en el área tegmental ventral, y por la corteza temporal intermedia, que interviene en la detección y predicción de recompensas.

      Por su lado, la amígdala y la región orbitofrontal consideran los valores y las expectativas relativos a la recompensa.

      La representación de las metas, que se generan cuando la actividad creativa comienza, se mantiene en el lóbulo parietal, el área premotora y la corteza prefrontal dorsolateral.

      Por otra parte, la motivación por alcanzar dicha meta, que no es más que la anticipación de una recompensa condicionada, se correlaciona con la actividad del striatum ventral.

      Uno de los primeros autores que se preocuparon por ubicar anatómicamente el proceso de creatividad fue Silvano Arieti.

      Luego de diferentes estudios, propuso que la creatividad se asocia con el incremento en el funcionamiento de la corteza témporo-occípito-parietal, con un incremento en la interacción con la corteza prefrontal.

      Colin Martindale, por su parte, dio cuenta de las diferencias encefalográficas en individuos con un alto índice de creatividad que presentaron una actividad mayor en las áreas parieto-temporales derechas, así como mayores índices de actividad alfa y una sobre-actividad fisiológica.

      Otra investigación reciente realizada con personas que poseen un alto índice de creatividad evaluado por la prueba de Torrance de pensamiento creativo (que mide el flujo sanguíneo cerebral con tomografía computarizada por emisión de fotones), puso de manifiesto que las áreas del cerebro que presentan mayor incremento metabólico se diferenciaban según el tipo de tarea, verbal o gráfica.

      En el test de pensamiento creativo de Torrance se suministra a los participantes una serie de figuras simples (columna de la izquierda) y se les solicita que hagan un dibujo con esas mismas figuras (fila de arriba). Luego se les pide que las combinen de alguna forma (fila del medio) y, finalmente, que las completen para crear un dibujo mayor y más complejo (fila de abajo).

      La actividad creativa para la parte verbal demostró activación de áreas tales como giro frontal medio izquierdo, giro recto derecho (incluido en el desempeño de tareas cognitivas complejas y en el procesamiento de emociones).

      Estas estructuras mantienen una estrecha relación con la corteza del cíngulo anterior y con otras áreas del sistema límbico, lóbulo parietal inferior derecho, asociadas con el procesamiento multimodal y el giro parahipocámpico derecho, que no sólo se ha asociado con la memoria, sino también con el procesamiento de la novedad.

      La conclusión de esta investigación hace hincapié en que el índice de creatividad se asocia con un mayor flujo sanguíneo de las áreas involucradas en el procesamiento multimodal, el procesamiento de emociones y en funciones cognitivas complejas.

      Por tal razón, el proceso de creatividad se realiza en una amplia zona del cerebro y, a su vez, sustenta la importancia de las emociones y de las experiencias anteriores en el proceso creativo.

      En este mismo sentido, es posible demostrar que el pensamiento creativo ocurre en formaciones cerebrales bilaterales, es decir, compromete ambos hemisferios.

      La región más significativa es la corteza prefrontal, específicamente el área lateral, que se beneficia de una gran conectividad neuronal con el resto de las áreas corticales y subcorticales.

      La riqueza en la interconectividad de esta área con el resto del cerebro la erige en una pieza clave para el proceso creativo.

      El cerebro humano no se limita a percibir realidades:las crea.

      El mundo que nos rodea es imaginario: lo que vestimos,

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