Diario de un adolescente precoz colombiano. SAMC

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Diario de un adolescente precoz colombiano - SAMC

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de Cali, eso quiere decir que atendían a muchas personas.

      Así que hablé con mi madre y le dije que me iba a trabajar con Don Hernando y ella quedó encantada. Ese día dormí lo que pude durante el día y a las 12:00 de la noche me dirigí a su casa para ayudar a sacar los termos llenos con café y chocolates, aparte de otros productos, al motocarro en el que se transportaba todo, que era lo que se preparaba en Sameco.

      Esa noche aparte de Don Hernando, venía su esposa Rosalba, su hija Yeimy, otras dos personas y yo. En el camino pude ver por donde pasábamos y me gustaba esa sensación de libertad, sentí que todo lo de atrás no me molestaba, quería ir hasta donde llegara ese motocarro.

      Pude notar que el ambiente a esas horas de la noche era bastante movido, cuando llegamos a Sameco, Don Hernando dejaba a una parte de los que venían en el motocarro en los puestos principales, para que adelantaran y abrir los negocios, mientras él llevaba a su esposa Rosalba donde ella tenía un puesto independiente, más cerca, en la zona de los prostíbulos, discotecas y algunas fábricas, sin contar que estaba en la entrada de una autopista. Esa noche todos se bajaron y Don Hernando me dijo que yo iba con Rosalba, así que me tocaba ir con ellos.

      En el camino, estando yo solo, mi padrino se metió por calles muy oscuras y pude ver que en ciertos lugares había movimientos extraños. Al llegar a la última parada, nos bajamos y tuvimos que sacar parte de la carga de los productos para su esposa Rosalba, para luego él seguir solo de regreso hacia Sameco donde estaban los puestos principales.

      Nada más bajar del motocarro, vi que era una esquina donde había una empresa de pollos en frente de él, un parking gigantesco, donde los carros pesados de transporte de diferentes sectores guardaban todos los días sus carros, es decir que el suelo era mero polvo. Nos encontrábamos bajo un puente de una autopista, con subida y bajada. Frente a nosotros se encontraba un motel y al lado una discoteca. La zona en sí era un polígono industrial.

      Cuando bajamos los termos llenos de café y otros complementos para preparar allí, pude notar que al fondo del parking en medio de la oscuridad salía un hombre con pasamontañas negro empujando un carro, que era donde Doña Rosalba tenía sus implementos* de trabajo.

      Nos saludamos y entre los tres empezamos a organizar el plástico para cubrir por si llovía, Rosalba encendió la cocina de gasolina y puso a calentar una gran sartén con aceite. El señor era el vigilante del parking y conocía a Doña Rosalba, pues sabía perfectamente donde iba cada cosa y me fue enseñando mientras Rosalba me explicaba en qué consistía mi trabajo.

      Al terminar me sentí a gusto, el olor a café en medio de la madrugada era excitante. Poco a poco empezaron a llegar clientes para tomar café, mientras esperaban que salieran los alimentos calientes y frescos, así que mientras Doña Rosalba fritaba* yo ayudaba a atender a los clientes, en poco tiempo ya había empanadas, buñuelos y sin duda quise comer, fue lo máximo, me sabían a gloria esos buñuelos y el café en leche era delicioso.

      Al rato Rosalba me dijo, que tenía que ir al puesto de Don Hernando a llevarle buñuelos para que él vendiera en su negocio, pues él hacía hojaldras y empanadas, me explicó el camino para llegar a allí y a mi regreso traer hojaldras para vender ella en su puesto, o sea intercambiaban las hojaldras por los buñuelos.

      Con la explicación que me dio, cogí camino hacia Sameco, pude notar en el camino que había un ambiente muy movido, ya que había una discoteca de travestis, bares y muchos taxistas, aparte de la gente que estaba en la calle. Ese mundo llamó mi interés, me gustaba el ambiente que se sentía de “sexo y peligro” por donde pasaba me llamaban diciéndome: “Bebé, venga le chupo esa verga” y eso me gustó mucho.

      Al llegar a Sameco, me di cuenta de que no solo estaba Don Hernando, también estaban casi todos sus hermanos y otras familias, con puestos de diferentes productos e incluso también atendían en plan bar, o sea, que se encontraban prostitutas acompañando a hombres bebiendo alcohol.

      Don Hernando me presentó a toda su familia. Todos me dieron la bienvenida y me daban a probar sus productos, que me encantaban, aunque casi todos hacían buñuelos, cada uno tenía un sabor diferente, lo que hacía que cada uno tuviese su propia clientela. Luego tuve que esperar a que Don Hernando tuviese las hojaldras que tenía que llevar hacia el negocio de su esposa Doña Rosalba, mientras tanto, él me explicaba cómo era el funcionamiento del trabajo y ayudaba a atender a los clientes que llegaban, pues sus hojaldras eran las mejores por lo deliciosas que eran.

      Cuando por fin estuvieron listas, me fui hacia al negocio de Doña Rosalba. En el camino pasé por otro camino mucho más solitario, debía cruzar por una estación de gasolina y una parada de taxis. Pasé por en medio y salí hacia el lateral del puente que daba a una calle oscura y solitaria, en la mitad de la calle había un callejón mucho más oscuro, pues no había postes de luz y me metí por ahí, quería observar si en ese callejón había algo que me interesara, ver si me encontraba a alguien y efectivamente fue así.

      Había un taxi con el motor y las luces apagadas y fuera estaba su conductor follando con una travestí, pude notar que la travestí se lo estaba follando a él. Yo para disimular me disculpé y pregunté por donde estaba la fábrica de pollos y vi cómo le colgaba la polla. La travestí tenía unas tetas grandes y la polla erecta. Salí corriendo de aquel callejón, pero con cierto morbo, pues me excitó aquella escena.

      Al llegar al puesto de Doña Rosalba, había muchas personas y ella atendiéndoles con la ayuda del vigilante del parqueadero*. Doña Rosalba me regañó, pues me había demorado mucho y ella no podía quedarse sola mucho tiempo, porque tenía que fritar* para no quedarse sin producción. Yo como pude me excusé y le dije que no había hojaldras listas.

      Las personas que estaban allí eran travestis y gays, ya que más adelante había una discoteca de ambiente y después de salir de la discoteca, todas esas personas venían buscando algo que comer y el puesto más cercano era el de Doña Rosalba. Me puse a atender a cada uno y hay decir que algunos ya conocían mucho a Doña Rosalba, pues tenían una gran confianza con ella. Había travestis muy lindas tanto que parecían mujeres y chicos muy guapos. En un momento cuando a uno de ellos se le estaba enfriando el chocolate, con todo el descaro, llevó la mano hacia mi polla, yo me quedé sorprendido, más no quería alertarme para no darles a entender que eso me gustaba.

      Después de que todos se marcharan, hubo un tiempo que nos quedamos solos hablando, ya que la discoteca había cerrado, comí un poco, pero pensaba cómo sería el ambiente en aquella discoteca y me puse muy caliente, pues me imagine cosas muy morbosas en aquel sitio. Le dije a Doña Rosalba donde había un baño y ella me mandó al parqueadero*. Era un baño horrible, tenía que pasar entre los carros y el sanitario no funcionaba bien, el sitio era oscuro, así saqué mi polla y empecé a masturbarme, ya que lo visto en aquella madrugada me había puesto muy caliente.

      Pasaron las horas y ya estaba amaneciendo, cada vez había más gente, unos salían y otros entraban a las fábricas, era todo muy caótico, el trabajo se volvió más estresante, debía hacer varias idas y vueltas para que ningún puesto se quedaran sin café y producción, tanto que ese día terminé rendido, llegué a casa a las 12:30 del mediodía. Ese día no fui a estudiar y me quedé durmiendo el resto del día.

      Transcurrieron los días poco a poco, compaginaba mis estudios con el trabajo, eso significaba que no rendía en mis estudios, ya que en ocasiones me quedaba dormido en las clases y bajé las notas de forma brusca. Mis profesores se preocuparon y llamaron a mi madre a una reunión, para informarle de lo que estaba aconteciendo. Ese día después de la reunión, mi madre hablo con Doña Rosalba, decidieron que sería ella la que trabajase y yo seguiría estudiando.

      Está claro que cuando empecé a ganar mi propio dinero, ya no estaba muy interesado en estudiar, aunque debía hacerlo porque mi madre y Don Hernando

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